La edición de 15 discos con sonido mucho más nítido recupera al Bob Dylan esencial
El cantante inicia el jueves una gira europea de 32 conciertos que no pasará por España
La gran noticia discográfica relacionada con Bob Dylan (Minnesota, 1941) es la edición de 15 títulos clásicos en versiones remasterizadas a partir de las cintas originales. Esas grabaciones, entre las que están varios de los discos esenciales del siglo XX, suenan ahora con extraordinaria nitidez, revelando una abundancia de detalles y una profundidad insólitas. Dado que Dylan suele optar en el estudio por una espontaneidad de fotomatón, estos lanzamientos también evidencian errores, desajustes y deficiencias técnicas (obviamente, no se ha parcheado nada). Todo es parte de la Experiencia Dylan. Que no será del todo completa, pues el músico no ha incluido a España dentro de su gira.
Ser un seguidor concienzudo de Bob Dylan no es tarea fácil. Buena parte de la mejor música del cantautor estadounidense nunca se ha publicado legalmente. Una anormalidad que explica la prosperidad de una incansable industria pirata de dimensiones planetarias que, aparte de saquear los archivos, también pone en circulación grabaciones de todos sus conciertos. Sólo en tiempos recientes su discográfica, Sony, se ha hecho eco de esa demanda, con la colección The bootleg series, que próximamente se enriquecerá con otro volumen, el doble Bob Dylan live 1964-concert at Philharmonic Hall, donde también interviene su novia de entonces, Joan Báez.
Los discos elegidos para esta primera etapa de remasterización (también en Sony) ofrecen, aproximadamente, el mejor trabajo de Dylan en el estudio de grabación. De los fértiles años sesenta son The freewheelin Bob Dylan, Another side of Bob Dylan, Bringing it all back home, Highway 61 revisited, Blonde on blonde, John Wesley Harding y Nashville skyline. Los turbulentos setenta están representados por Planet waves, Blood on the tracks, Desire, Street-legal y Slow train coming. De los ochenta vienen Infidels y Oh mercy. No hay nada de los frustrantes años noventa, marcados por la sequía creativa; el último disco pasado por las nuevas tecnologías es Love and theft, de 2001.
Todos los discos son, en la jerga del mundillo del sonido, "híbridos": pueden sonar en un reproductor convencional pero sus prestaciones se aprecian mejor en los equipos de super audio CD; seis de ellos también ofrecen la opción de ser escuchados en surround sound. Las remasterizaciones han sido recibidas con entusiasmo, aunque también se han registrado protestas: el upgrade hubiera sido una ocasión perfecta para, aprovechando la superior capacidad de los compactos, recuperar parte de los fascinantes descartes de cada elepé; cabe imaginar que eso ocurrirá en el futuro. Y los fieles volverán a comprar esas nuevas versiones de Blonde on blonde o Blood on the tracks.
Mientras tanto, no faltan las tentaciones para los fans. En círculos académicos, ha causado gran impacto Dylan's visions of sin, un estudio sobre sus textos escrito por Christopher Rick, experto en Milton, Tennyson, Keats y otras cumbres de la poesía inglesa. Menos esotérica es la banda sonora de Masked and anonymous, la película que protagoniza Dylan en compañía de Penélope Cruz y otros. Asombrosamente, sólo se encuentra en tiendas de importación: la filial española de Sony ha decidido esperar a que se estrene en nuestros cines. El disco contiene material inédito de Dylan que no entra en la categoría de "esencial" pero se complementa con versiones que evitan las obviedades; desde el grupo japonés The Magokoro Brothers a la eurovisiva diva turca Sertab. Una de las recreaciones, el Like a Rolling Stone, de los raperos italianos Articolo 31, se ha transformado en un éxito underground.
Otra frustración añadida es el sangrante hecho de que España no forma parte del nuevo recorrido europeo de Dylan. La gira, de 32 conciertos, tiene previstas paradas en Finlandia, Suecia, Noruega, Dinamarca, Alemania, Hungría, República Checa, Italia, Suiza, Austria, Francia, Holanda, Bélgica, Reino Unido e Irlanda. Aunque Dylan no parece dispuesto a jubilarse del directo, su edad -62 años- hace temer que se limiten los conciertos fuera de su país.
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