Carnicería rojiblanca en Riazor

Con Simeone o sin él, con un medio centro o con dos, el Atlético sigue dando tumbos y cada vez con un aspecto más preocupante. El baño de mediocridad es de tal calibre que hasta ha embadurnado a los mejores, a gente tan capaz como Torres o Ibagaza, que se van hundiendo con el resto de la nave. En Riazor, el Atlético sólo ofreció síntomas de mejoría durante un breve tramo de la primera parte. Tal vez porque el Depor se había dormido. En cuanto se despertó su rival, comandado por Fran y Valerón en sus mejores versiones, sufrió una carnicería que hasta pudo resultar más grave si el cuadro de Javier Irureta no hubiera bajado la guardia en la segunda parte.

Hace ya algunos años que el medio centro duplicado se ha convertido en un principio sacrosanto en el fútbol. Jugar con dos pivotes, preferiblemente defensivos, parece ahora tan natural en cualquier equipo como alinear a un portero o dos defensas laterales. Por eso tuvo mérito Gregorio Manzano en el Mallorca, en el que contradijo la tendencia casi unánime y sacó adelante un equipo con un solo medio centro. Luego, llegó al Atlético prometiendo que mantendría su idea, pero, a las primeras dificultades, ha empezado a descabalgarse. Y en Riazor regresó a la ortodoxia del doble pivote. Con resultados nefastos. Tal vez porque, más allá de disquisiciones tácticas, lo que prima es la valía de los futbolistas. Y, así como resultaba complicado sostener un equipo con Simeone como único medio centro, tampoco parece que la pareja De los Santos-Diego Rivas prometa grandes conquistas. El uruguayo, al menos, estuvo pasable. De Rivas lo mejor que se puede decir es que corrió mucho detrás de Valerón. Una carrera a ninguna parte, en todo caso, porque Rivas no encontró a su objetivo en toda la noche. Es más, Valerón completó su mejor partido en varias semanas.

Con Valerón entonando otra vez cantos celestiales, el Depor recobró el tono festivo que le faltó en sus últimos choques. Y Valerón no fue la única voz del coro porque el partido también ofreció la buena nueva de Fran. La emergencia de Luque como extremo izquierdo había desplazado a Fran al banquillo, una situación nueva para él y potencialmente demoledora tratándose de un futbolista sometido a la sospecha de la edad. Es obvio que Fran ya no está para correr por la banda, carencia que suple buscando acomodo en el centro. Y hace bien. Aunque el equipo quede un tanto mutilado, su talento aún se sobra para eso y mucho más. El Fran de anoche volvió a ser el futbolista inteligente y pausado que maneja a la perfección el amago y el regate corto y que tiene la virtud de mejorar casi todo lo que le llega. Tan formidable resultó su retorno que hasta superó sus inseguridades ante el gol marcando tras aguantar un mano a mano con Burgos en la primera ocasión del partido.

El Atlético fue capaz de asumir esa estocada inicial porque empató muy pronto, en una concesión defensiva tras el saque de un córner en el que la cobertura local consintió un limpio cabezazo de Lequi. Durante un rato, el Atlético vivió un espejismo. El Depor pareció consumirse con el gol, perdió la pelota y se vio en apuros ante las acometidas de un adversario que buscó la solución más lógica: aperturas por las bandas y balones cruzados a Torres. De esa manera, El Niño husmeó el gol en un par de ocasiones en las que acabó rematando demasiado alto. Todo resultó una ilusión para el Atlético, que hincó la rodilla en cuanto el Depor se rehizo gracias a una mezcla de talento y fortuna. Fran recibió en los tres cuartos del campo, se sacudió de encima a un jugador con un amago magistral, cedió a Valerón y éste acarició la pelota en una pared sublime hacia la entrada de Romero por la banda. Lo demás fue desdicha para el Atlético: el centro rebotó en Aguilera y se fue a gol. Desde ese momento, Valerón y Fran ya no cesaron de hurgar en la chistera. La hemorragia ya no tuvo remedio para el Atlético, que salió de Riazor escuchando el "a Segunda, a Segunda".