Chovinismo
El abuso inmoderado de las virtudes patrias lleva, a grandes pasos y sin posibilidad de retorno, hacia el error, que en este caso se denomina chovinismo. Esta actitud es habitual en individuos que militan en todos los campos, por lo que las antedichas virtudes pueden alcanzar áreas del conocimiento, del comportamiento, la tradición o las meramente geográficas, aunque se convendrá que, sin duda, una de los más propicios para la exaltación a la que hacemos referencia es el gastronómico.
En este punto, el tamaño del territorio a exaltar por el seguidor de la corriente intelectual que nos ocupa llega a las mínimas dimensiones, en concreto aquellas que corresponden a la cocina de la madre del chovinista: no existe mejor paella, ni risotto o arroz turco con fideos que el que hacían las progenitoras respectivas de los raciales defensores de la causa.
No obstante, y en las ocasiones en que los interlocutores no niegan la mayor -la virtud materna- sino que se afanan en comparar espacios de mayor calado: países, regiones, pueblos o ciudades, el chovinista puede verse acomplejado por la erudición de los contrarios o por la fama o realidad de las razones que se le arguyen.
Al gastrónomo no deja de pesarle la historia de la cocina vasca, la riqueza de la catalana, o las envidiables materias primas que han adornado a los mares y rías gallegas; y mucho menos la constatación que ha obtenido en sus viajes de los últimos años por aquellas tierras, mediante los que acertó a degustar la nueva cocina, la de mercado, la larga y estrecha, la minimal, la evanescente y decoradora u otras asimismo atractivas. A ello se ha sumado el influjo de las guías, que por cercanía de los hacedores con los protagonistas u otras razones menos altruistas, han dado en valorar a algunos más de lo que merecen, a la vez que condenaban a los lejanos en la distancia al menosprecio o al olvido.
Por todo esto es aconsejable volver sobre nuestros pasos, recorrer de nuevo los llamados templos del bien hacer, reencontrarse con los mitos del pasado, que continúan siendo los del presente para los foráneos gurús de la cocina trufados de intereses y sus compañeros de viajes autóctonos y, después de mal comidos, reiniciar las visitas a nuestros clásicos y modernos, constatando, de una vez por todas, que tenemos presente y futuro para rato, así sea en la vulgaridad de la satisfacción palatal.
Qué placer que, por una vez, los chovinistas -y por tanto equivocados- sean los otros.
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