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Columna
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El 'katxi'

La historia que voy a narrar versa sobre la solución de un problema acuciante que preocupaba a la sociedad bilbaína en particular, y a la vasca en general. Condicionados por la intrincada arquitectura documental de la época, cuando menos confusa, enmarañada, e incluso inundada, es necesario remitirse a las primeras fiestas de Bilbao, allá por el 78, durante las cuales se hizo patente el grave problema de las pérdidas económicas por parte de las txosnas a causa de la ingente rotura de vasos de vidrio, con el contratiempo añadido de las molestias provocadas por sus restos. En efecto, según las leyendas, el vidrio, material harto ingrato cuando tocaba el suelo a una velocidad media de 70 km/h, se empeñaba en romperse -y no siempre contra el suelo- para el desagrado de muchos, y el engorro de la municipalidad.

He aquí que sobrevinieron etapas oscuras, tiempos de cristales rotos y de escasez de vasos en las casas de los txosneros, hasta que se hizo evidente la necesidad de una solución urgente al problema. Los vasos de plástico tradicionales -demasiado pequeños- no servían. Algunos refieren que se encargó una investigación a sendos equipos de científicos irlandeses y escoceses, para poder cotejar los resultados, pero parece ser que no se llegó a nada en concreto -excepto a alguna que otra borrachera-, y eso a pesar de que -siempre según mareadas suposiciones históricas-, se recurrió en última instancia a un grupo de bebedores de cerveza alemán que pasaba por allí. Se murmura, sobre todo en los bares sin gente, que tras una ardua labor científica y varias resacas, los equipos de investigadores irlandeses, escoceses y alemanes -y un suizo que se había apuntado espontáneamente- todavía no habían encontrado una solución adecuada al problema cuando sólo faltaban cuatro días para las fiestas. Afortunadamente, un oportuno descubrimiento revolucionó la industria de los recipientes para beber. Muchos insisten en que el hallazgo tuvo lugar después del parón de la Aste Nagusia del año 80 -que no se celebró a causa del conflicto entre el alcalde Castañares y las txosnas-, aunque hay quien afirma que el invento es muy anterior. Lo cierto es que, según se cuenta, Pillo Fernández -de Portugalete- tuvo la feliz idea de fabricar un vaso de plástico grande. Había nacido el katxi.

La empresa de Pillo Fernández se aplicó en la fabricación de vasos de gran capacidad, con la boca amplia, ideales para ser compartidos en buena camaradería, sin los problemas propios del pesado y rompible vidrio. En poco tiempo, el katxi comenzó a hacerse enormemente popular entre los mozos y mozas, en fiestas y celebraciones, hasta el punto de que el nuevo recipiente se convirtió en seña de identidad y elemento tradicional de la cultura vasca. Aún hay quien se empeña en asegurar que los vasos grandes de plástico habían sido inventados ya en Dusseldorf, pero la teoría no se sostiene si tenemos en cuenta, entre otras cosas, que esos vasos extranjeros no atienden al nombre de katxi, lo cual supone una diferencia semántica y conceptual de primer orden.

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