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Columna
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Hablemos fino

Por precaución general, veo pocas televisiones oficiales. No quiero acabar en el psiquiatra. Pero no pude evitar enterarme por Antonio León Román, un amable lector de este periódico (22.08.03), de lo ocurrido el 7 de septiembre en Canal Sur, dentro del programa Veo Veo, que presenta Teresa Rabal. A lo que parece, trata este espacio de descubrir estrellas infantiles, en medio de un gran aparato propagandístico. (La página web del invento es ya un espectáculo). Según cuenta ese lector, la dinámica presentadora se permitió corregir a una niña sevillana que, en el capítulo de los agradecimientos, dijo "grasiah", en correctísimo andaluz. "Niña, así no se dice. Se dice 'gracias". Y la pobre niña se enmendó.

Yo me indigné tanto que preferí no escribir en caliente. No por nada, sino porque se estropea mucho el estilo. Además, me dije: ya le darán lo suyo los que cobran para eso. Menuda le va a caer a esa indocumentada. Primero, por parte de los directivos de Canal Sur, y por la cuenta que les trae, ahora que Chaves dice que el Consejo Audiovisual Andaluz va para adelante, caiga quien caiga (¿Me lo creo?). Seguro que le exigirán a la intrépida lingüista que presente públicas disculpas y, si no, que devuelva el dinero de los contribuyentes. El segundo lugar se lo disputarán, en tromba, los grupos parlamentarios, y luego, ya en tropel, las desahogadas fundaciones que dicen proteger la cultura y la identidad andaluzas, aunque sólo sea para que la próxima subvención venga un poco más abultada; también los señores Catedráticos de Lengua de Universidad (en pie, por favor) que hace cosa de un año se rebelaron contra una proposición parlamentaria del PSOE que pedía una nueva etapa de defensa del habla andaluza, alegando ellos que el habla andaluza se defiende sola. Ya se ve. Y así, la tira.

Pero ha pasado todo el mes de septiembre y nada de eso ha ocurrido. Qué raro. ¿Se lo habrá inventado todo el amable lector de Alcalá de Guadaíra? ¿Estaré padeciendo alguna alucinación? A través de un amigo, consulté por teléfono a un psiquiatra, sin saber que es de Valladolid. El hombre, con su mejor voluntad, pero con todas las eses y zetas en su sitio, me dijo: "Esas lucubraciones que a usted le entran de vez en cuando con las hablas andaluzas debería tratárselas". Colgué el teléfono y me tumbé en el sofá, para ir cogiendo postura. Luego, como para cerciorarme de no estar todavía en lo peor de la crisis, me puse a cavilar qué habría ocurrido si la corregidora en cuestión hubiera procedido de similar manera con el habla natural de una niña vasca, o catalana, o meramente canaria, que también hablan muy raro. Lo del plan Ibarretxe se habría quedado en una partida de dominó a las puertas del casino en apacible tarde de domingo. Pero eso no me consoló. Entonces acudí el socorrido expediente masoca: los andaluces no tenemos arreglo, nos tratan como a españoles de segunda, etcétera. Pero ya acabando la tarde me descubrí, de pronto, ensayando en voz baja aquella consigna de los colegios de monjas de los años cuarenta: "Lass niñass bien educadass pronuncian mucho lass esess: cáscarass de higoss, cáscaráss de nuecess, raboss de lagartijass, colass de pecess". ¿Qué quieren? Máss vale estar prevenidosssss...

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