"No soy un músico eremita, me gusta estar en el mundo"
Javier Perianes (Nerva, Huelva, 1978) tiene muy anclados sus orígenes modestos en el carácter. Pero este verano, cuando Daniel Barenboim se prestó a escucharle en una audición privada, lo primero que hizo fue arrancarle la humildad de cuajo a modo de lección para conquistar el mundo del piano: "¿Usted por qué quiere que yo le escuche?", le preguntó el maestro. "Hombre, para que me diga qué le parece mi nivel", respondió un impresionado Perianes. "¡Mentira!", saltó Barenboim. "Dígame que quiere que le escuche para tocar conmigo, dígame la verdad, porque usted debe estar aquí por ambición".
Con las cosas claras desde el principio, Barenboim y Perianes conectaron. Y esa audiencia de un día se convirtió en un mes junto al músico mítico, que continuará después en Berlín para seguir enseñándole, cuenta entusiasmado. Mientras, mañana, Javier Perianes interpreta junto a la Orquesta Nacional de España el Concierto número
3 de Beethoven, con dirección de Enrique García Asensio, en el Auditorio Nacional, en Madrid.
Muchos dicen que es el futuro más brillante del piano en España, pero él no quiere presión. "No tengo la concepción del pianista eremita, me gusta estar en el mundo, leer, ver el telediario, pasear, hablar de fútbol y disfrutar de mi novia y mi familia", asegura. Quiere alejarse del estereotipo extraterrestre y cuando alguien le dice: "Los pianistas sois muy raros", él responde: "Sí, son muy raros".
Se marca una meta difícil: "Ser feliz, vivir, porque para tocar bien hay que saber lo que es el amor y la traición, la alegría, las decepciones". Es agradecido y habla bien de todo el mundo. Sabe de dónde viene: "Mi padre era empleado en las minas de Riotinto, se llama Diego y ha trabajado como una bestia para darnos un futuro a mi hermano, José Antonio, que es médico y muy trabajador, y a mí. Mi madre, Aurelia, es ama de casa y una mujer con un talento y una sensibilidad fuera de lo normal, estiraba el sueldo de mi padre como un chicle en esa casa en la que durante años hemos estado entre sonatas y tratados de medicina. Y mi novia, que también es pianista, un día te la enseño para que veas lo guapa que es".
En un tris tras presenta a su familia. Luego a los profesores, Ana Guijarro y Josep Colom. "Con Ana llevo 12 años y me ha enseñado a cuidar el sonido, el equilibrio sonoro. Colom, la naturalidad y la flexibilidad en el sentido musical". Falta alguien: "No quiero que se me olvide Julia Hierro, mi primera maestra en Nerva, que es monja y una persona estupenda, que me puso a tocar el piano cuando yo estaba predestinado a ser clarinetista en mi pueblo". Los tres le han enseñado algo específico cada uno, pero una cosa en general: "A ser una buena persona, ante todo", dice.
Todos le han ido influyendo y acercando a tres pilares del repertorio: el francés, el vienés
, y el español. "Pero sin etiquetas, voy tocando lo que me apetece y, por ahora, lo que me piden", avisa. Paso a paso va cuajando. En abril, Simon Rattle, el director de la Filarmónica de Berlín, le hace una audición. Las cosas le salen, él marcha y la fuerza futura del piano español también, con otros nombres de su generación como Iván Martín, que actúa también con la Orquesta Nacional la semana que viene.
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