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Reportaje:VUELTA 2003 | Jornada de descanso

Las torturas del líder

Isidro Nozal comienza a lamentar marchar el primero de carrera

Carlos Arribas

A Isidro Nozal le gustaba llevar la visera de la gorra doblada hacia arriba, a la antigua. Era el único. Se le distinguía a la primera, desde lejos, pero desde que es obligatorio llevar casco ya no podía lucir su seña de identidad. Era uno más. Otro trabajador intercambiable. Hasta la Vuelta. En la Vuelta lleva siete días vestido de líder. Debería ser un tipo feliz, destacado sin necesidad de gorra, un sueño hecho realidad, el futuro resuelto y todas esas cosas, bla, bla, bla, bla, bla, bla... Pues no lo es. "Si llego a saber todo lo que lleva consigo ser líder, no lo acepto", dice con un deje de amargura. "A mí nadie me había dicho en qué consiste".

Nozal ha tenido mala suerte. Es el rehén del eterno conflicto cainita del que se alimenta todos los años la Vuelta. Un año fue Olano contra Jiménez, otro Aitor contra Sevilla, Zülle contra Jalabert, Mauri contra Lejarreta... Personalidades fuertes que se buscaba enfrentar -o que se enfrentaban- dentro de un mismo equipo. Sangre. Este año el pretendido conflicto entre Nozal, el gregario que está tan fuerte que no puede evitar ser el líder, e Igor González de Galdeano, el líder oficial que no puede evitar ir segundo, es más imposible por la discreta personalidad de ambos, poco dados a las declaraciones fuertes, a los retos o a las voces, pero también es más fácil por la tremenda personalidad de Manolo Saiz, su director, hombre que entra de frente a todos los micrófonos y polémicas. Llegan las radios y para amenizar una Vuelta mortecina -sólo alegrada por las revelaciones de Nozal y Valverde- y disputada en un trazado light organizan un juego casi inocente de entrevistas casi simultáneas a Igor y a Isidro y machacan a ambos con una monocuestión: "¿quién es el líder del ONCE-Eroski?" Pierde quien primero pierda la paciencia. No aguantaron ni un minuto ni Galdeano ni Nozal ni mucho menos Saiz, quien ayer confesó: "Me han amargado la Vuelta".

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Saiz intenta argumentar sensato. No le falta la razón cuando asegura que estratégicamente la situación es ideal, que Nozal sólo aguanta porque sabe que tiene a Igor detrás, porque sabe que si falla -y piensa que un día acabará fallando- siempre estará Igor detrás para asumir el mando, y que Igor va más tranquilo así, a la sombra, de actor secundario. Pero una vez terminado el argumento, Saiz, el insurrecto, empieza a clamar contra sus pares que se dedican a hacer crítica en las radios, los ex directores que nunca han ganado nada, los ex ciclistas frustrados. Las críticas le desarman y transmite su estado de ánimo a sus corredores, que se sienten perseguidos, asediados, agobiados. "Es que se pasan mucho", se defiende Saiz. "En vez de preguntarme por anécdotas hermosas de Isidro, por ejemplos que demuestran su humildad, como el día que fue a desayunar a mi casa y se puso a fregar los platos, o cuando pasa el aspirador por el autobús, o por su generosidad en la carrera, que si ve que no hay que pueda bajar a por agua porque los compañeros están muertos o trabajando es el primero que toma la decisión, pues en vez de emocionarse por eso, nada, a meter el dedo en el ojo, a buscar el enfrentamiento. Y no es eso".

El día de descanso, ayer, soleado Valencia, qué playas, qué paellas, qué pinchos, novias de ciclistas en los hoteles, fue, sin embargo, un día de tortura para Nozal, que no pudo ni echarse la siesta a gusto. "Cada cinco minutos me llamaban para decirme que había un periodista esperando", dice. "No sé a cuántos he tenido que atender. Y el problema es que no me preguntaban por mi vida o por bonitos temas de ciclismo, sino que todos me hacían la misma pregunta: ¿Quién es el líder, Isidro?" Y Nozal, que se creía fuerte e inmune, que pensaba que la cabeza tan bien amueblada que le rige le defendería de todos los males, se encuentra solo y desarmado ante lo que ve como una jauría.

Quizás Nozal envidie a Alejandro Valverde, el murciano del Kelme, quien, también a su pesar, podría haber sido la víctima de otro conflicto. Y aunque sabía que sería la baza oculta de Belda, le salvó la caída y los males de Óscar Sevilla, el líder oficial del equipo. Y Valverde, a quien la vida le sonríe, que sólo sabe que estar delante desde que a los nueve años disputó su primera carrera -fue segundo en Jumilla-, sonríe el día de descanso junto a su novia. Pero no todo es perfecto, a la hora de la siesta se registra en el mismo hotel una pareja de representantes. Llegan para renegociar el contrato leonino de Valverde -cinco años desde que lo ficharon hace tres como amateur- con el patrón Quiles. En la Vuelta, efectivamente, el conflicto siempre acecha.

Nozal (derecha) bromea con su compañero Igor González de Galdeano (izquierda) en la jornada de descanso.
Nozal (derecha) bromea con su compañero Igor González de Galdeano (izquierda) en la jornada de descanso.EFE

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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