El efecto túnel
Ayer salimos de Andorra y llegamos a Valencia, haciendo, eso sí,una pequeña escala en las afueras de Barcelona. Si seguimos dando este tipo de mordiscos al mapa de una tacada, dentro de poco nos vuelven a ver el pelo por el norte. Pero, bueno, parece que la organización tiene todos estos detalles estudiados. Y es por eso por lo que nos tiene los últimos días dando vueltas por los alrededores de Madrid, que, aunque es pequeño, dando vueltas en círculos concéntricos cada vez más pequeños, digo yo que ya costará llegar al centro.
Perdonen la disgresión, que hoy vengo yo dispuesto a compartir con todos ustedes uno de los misterios más insondables e inexplicables que acontece a todo aquél que monta en bicicleta en compañía de otros tantos que hacen lo mismo.
¿Han oído alguna vez hablar del efecto túnel? ¿No? Pues yo más bien poco, la verdad, pero no vean la de veces que lo he sentido en mi propia piel.
En el pelotón hay como un tabú con este tema. Creo que es porque ninguno de nosotros, por más que nos devanemos los sesos, conseguimos dar con una explicación mínimamente razonable. Es más, si exceptuamos el esfuerzo que hemos hecho para bautizar con cierta lógica al efecto, poco más hemos hecho para solucionarlo, aunque no dejemos de lamentarnos cada vez que lo sufrimos.
Y lo curioso es que es algo bastante fácil de explicar: todo ciclista que entre montando en su bicicleta en un túnel llevará a la salida de éste una velocidad mayor a la que llevaba cuando entró. Y esta ley es aplicable en todos los casos, independientemente de la longitud o si es de subida, de bajada o con curvas. La única excepción a la regla es lógicamente cuando se entra al túnel en subida y se sale en bajada. Así, cualquiera.
A partir de aquí se abre el campo de la especulación. ¿Serán los famosos campos magnéticos? ¿Quizá el propio remolino de aire que provocamos es el que nos empuja? ¿O será simplemente el miedo a la oscuridad? ¿O serán los primeros síntomas de la claustrofobia?
No lo sé. Y lo peor es que seguramente nunca lo sabré, aunque me tocará seguir padeciéndolo per secula seculorum.
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