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Análisis:'EUROJUNIOR'
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Sala de espera

Para rellenar los lunes que nos separan del regreso de Operación Triunfo, TVE nos propone tres dosis de Eurojunior (22.00, La Primera), un concurso para niños de entre 8 y 15 años en el que se escoge al representante para el equivalente infantil del Festival de Eurovisión. Sin el desgaste de la convivencia y con menos tensión en los castings (13 finalistas de 42 candidatos elegidos entre 3.000 aspirantes), los seleccionados interpretan parte del repertorio de OT. Eso retroalimenta una industria que tiene en estas criaturas su división infantil y que, aplicando un claro espíritu de franquicia, renuncia a un repertorio más acorde con su edad.

La intersección entre la versión adulta y ésta es Carlos Lozano, que presenta con el piloto automático puesto. Carente de la emoción de la versión madre, Eurojunior quizá gane a medida que se consolide la proverbial capacidad del espectador para encariñarse con desconocidos. Los progresos de los alumnos de este cursillo intensivo (no llega a academia) son poco espectaculares, aunque, si quieres, puedes entretenerte comentando la capacidad mimética de los niños. O escandalizarte ante su tendencia a elaborar letras tórridas y a adoptar ademanes lúbricos auspiciados por una televisión pública con un polémico sentido de la defensa del menor.

Para ilustrar este acelerado y reiterativo proceso evolutivo también se nos muestra la reacción de los padres, aliviados de que sus retoños prefieran la música al botellón o al asesinato en serie. Lozano, inspirado, dijo: "Los padres han nacido para sufrir", pero la verdad es que los padres de estos aprendices de artistas parecían estar encantados. En el caso de las chicas, la vocación se traduce en vertiginosos contoneos pélvicos, de gogo-girl de macrodiscoteca, que no sólo las separa de la infancia, sino que insiste en convertirlas en las mujeres que todavía no son. Sin el morbo competitivo ni el compañerismo de OT, Eurojunior es un producto de segunda con horario de primera que recuerda a Menudas estrellas aunque sin el demoledor desparpajo de Bertín Osborne..

[Eurojunior fue seguido el pasado lunes por una media de 3.466.000 espectadores (24,4% de cuota de pantalla)].

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