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Suecia rechaza su incorporación a los países del euro

El referéndum estuvo marcado por el asesinato de la ministra de Exteriores

El no sueco al euro es, además de una derrota personal del primer ministro, el socialdemócrata Göran Persson, otro varapalo a la maltrecha economía europea y al proyecto de integración comunitario en su conjunto. También enfriará sin duda en su ánimo europeo a sus vecinos de Dinamarca, que se plantean celebrar otra consulta sobre la moneda única en un futuro próximo.

Lindh, una de las políticas más populares y más queridas de Suecia, no pudo ganar después de morir. Hasta su asesinato, todos los sondeos otorgaban una ventaja de entre cinco y diez puntos a la causa del no, que había hecho bandera de la independencia económica y del modelo de democracia social sueco para oponerse a la moneda única. Pero desde que se conoció la noticia de su fallecimiento, el pasado jueves, el país se sumió en un estado de luto nacional y las opciones del empezaron a subir.

La opinión pública percibió que la moneda única sólo era buena para la élite económica
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Así parecía incluso en la mañana de ayer, cuando miles de suecos seguían desfilando ante la sede del Ministerio de Exteriores y de los grandes almacenes donde fue apuñalada para depositar rosas rojas y firmar en los libros de pésame. Sin embargo, el hecho de que más un millón de suecos hubieran votado ya por correo antes de conocerse el brutal crimen impidió probablemente que el dolor alterase el resultado previsto.

La campaña del empezó mal. La alianza a favor del euro de los partidos burgueses, la dirección de los socialdemócratas y la patronal hizo que buena parte de la opinión pública percibiese que la moneda única sólo era buena para las élites económicas y el establishment. Sus argumentos sobre el impulso que tendría el euro para el regreso de los inversores extranjeros y el auge del comercio sueco, para provocar la caída de los tipos de interés y aumentar el peso de Suecia en las decisiones que se toman en Bruselas no sólo resultaban demasiado técnicas para la población sino que tenían un gran punto débil. La economía sueca, con un crecimiento esperado del 1,5% este año, unos tipos de interés del 2,75% y un paro de del 5,4%, estaba funcionando mucho mejor que la de los países centrales de la eurozona, como Alemania y Francia, que luchan por salir de la recesión.

Los partidarios del no plantearon la batalla en el terreno de los sentimientos. El euro significaba una pérdida de democracia e independencia económica, ya que las grandes decisiones las tomarían a partir de ahora los expertos del Banco Central Europeo (BCE) en Francfort y los burócratas de Bruselas. Además, la moneda única traería no sólo subidas de precios (el famoso y temido redondeo) sino que sería el principio del fin del estado de bienestar con drásticas reducciones del gasto social y una futura armonización fiscal. Además, la situación económica de la eurozona aconsejaba el voto todavía no. La campaña del no forjó una coalición rebelde de jóvenes, jubilados, mujeres funcionarias, bases sindicales, maestros, obreros y granjeros contra el establishment donde se daban la mano no sólo los militantes del Partido de los Verdes y los ex comunistas del Partido de la Izquierda sino también políticos y votantes democristianos, socialdemócratas, conservadores o liberales. Como dato curioso, cabe apuntar que en el primer sondeo realizado por cadena pública SVT al cierre de los colegios, la mayoría de las mujeres habían votado contra el euro mientras que los hombres lo hicieron a favor. En definitiva, una coalición de antis, sin líderes ni figuras con carisma, pero que como ocurrió el pasado octubre en Irlanda, cuando se rechazó en referéndum el Tratado de Niza, ha dicho un no mayúsculo al proyecto de integración europea.

Ante el riesgo de derrota, Persson, declaró a principios de semana que la fecha de entrada en el euro de enero de 2006 no era sagrada y que podría retrasarse el ingreso hasta que llegara el "momento adecuado" para hacerlo. La iniciativa, una especie de compre ahora y pague después, pretendía ganarse el voto de los indecisos y de los del todavía no, pero fue interpretada como un símbolo de debilidad. Si se confirma finalmente el resultado, Suecia podría demorar su entrada en el euro hasta el año 2010 como había advertido Persson hace justo una semana al diario Dagens Nyheter. "No sería responsable convocar una nuevo referéndum justo después de que el pueblo sueco haya votado. Un no en esta consulta tiene que ser respetado de la misma forma que lo sería un sí", afirmó, y abogó por dejar pasar la actual legislatura y la siguiente antes de decidir una nueva convocatoria.

Persson es el gran derrotado del referéndum. Un político pragmático pero considerado un tanto autoritario por parte de la opinión pública, que le apoda Han som bestämmer (el que manda), y que pese a haberse ganado el reconocimiento de la gente por su sincero dolor por la pérdida de la que era su heredera política y estaba destinada a ser la futura primera ministra, ha recibido un voto de castigo a su gestión en la papeleta del no.

El líder de los socialdemócratas suecos se enfrenta a partir de ahora a una difícil encrucijada. Varios de sus ministros se manifestaron públicamente en contra de la moneda única y se les considera cesantes, lo que obligará a Persson a realizar cambios pero sin contar a partir de ahora con el apoyo de Anna Lindh. La muerte de ésta que hizo resucitar la memoria del también asesinado Olof Palme -ayer había rosas rojas en su memoria en el lugar donde fue tiroteado en 1986- y tal vez su efecto fue el contrario del que la jefatura del partido esperaba: los militantes se ratificaron en el viejo espíritu socialdemócrata y rechazaron un experimento como el euro considerado de alto riesgo.

El líder del Partido Liberal, Lars Leijonborg, hizo unas declaraciones en las que insistió en que se "abría un periodo de reflexión" en la política sueca. Los que no estaban para pensar eran los partidarios del no, que inmediatamente se echaron a la calle a celebrarlo.

El rechazo de los suecos al euro echa un jarro de agua fría sobre los europeístas de Dinamarca, que perdieron un plebiscito sobre la moneda única hace justo tres años y que hasta ayer contaban con ventaja en los sondeos ante un nuevo referéndum. También debilita la intención de Persson de apadrinar el ingreso de los países bálticos en la Unión Europea el año que viene.

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