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Análisis:
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Raíces frágiles

Los inversores inteligentes apuestan ahora que la economía estadounidense aumentó un 3% anual durante el segundo trimestre de 2003 y que este crecimiento muy bien podría alcanzar el 5% en el tercero. La producción industrial estadounidense creció un 0,5% en julio, mientras que Intel, el gran fabricante de microprocesadores, anuncia que se está produciendo un fuerte incremento de la demanda, lo que sugiere que el gasto en inversión empresarial por fin se está acelerando.

Aunque Japón sigue estancado y Europa Occidental está al borde de la recesión, una sólida recuperación del "crecimiento de la producción" en Estados Unidos sería de gran ayuda para fomentar la demanda en el resto del mundo. Pero la buena noticia respecto al ciclo empresarial estadounidense ha ido acompañada de malas noticias respecto al empleo. El índice interanual del número de horas trabajadas en las empresas del país bajó un 2,7% en el segundo trimestre. El empleo -especialmente en el sector de las manufacturas- cayó en julio, y lo más probable es que las horas trabajadas prosigan su descenso en el tercer trimestre.

Las raíces de una productividad basada en las altas tecnologías son tan delicadas que florecen en el suelo de EE UU, pero no en Europa

Esta combinación de rápido crecimiento de la producción y aumento del desempleo refleja la tendencia subyacente que presenta el crecimiento excepcionalmente rápido de la productividad en la economía estadounidense. El aumento anual de productividad del 5,7% registrado en el segundo trimestre probablemente se repetirá en julio-septiembre. Dado que los trabajadores estadounidenses producen más en menos tiempo, la divergencia entre la (buena) noticia de la producción y la (mala) noticia del empleo no resulta sorprendente.

A corto plazo, los rápidos aumentos en la productividad plantean problemas para la gestión macroeconómica, porque incluso un crecimiento extraordinariamente fuerte de la demanda resulta ahora insuficiente para reducir el desempleo. Pero, a largo plazo, una economía más productiva está más capacitada para mejorar el bienestar humano. También es una buena noticia para los socios comerciales de EE UU: comerciar con una economía más rica es mejor que hacerlo con una más pobre.

El rápido incremento de la productividad estadounidense en la reciente recesión y durante la lenta recuperación posterior indica que la tasa de PIB y el crecimiento de la productividad estadounidenses a largo plazo han pasado a ser permanentemente positivos; o, si no permanentemente, al menos durante un periodo de tiempo que probablemente se mida en décadas.

Por supuesto, EE UU no está solo. Australia, Irlanda y los países escandinavos han experimentado unos brotes sostenidos de crecimiento inesperadamente rápido de la productividad desde la segunda mitad de los noventa. Pero no ha habido señales de que la misma revolución productiva se produjera en el resto de Europa Occidental y en Japón, a pesar de contar con unos sectores de alta tecnología dinámicos, unos ejecutivos capaces y unas sociedades democráticas y basadas en el mercado. ¿Por qué no ha sido así?

El economista estadounidense Robert Gordon sostiene que el actual aumento de la productividad en EE UU -que se convertirá en verdadero auge económico cuando el aumento de la demanda crezca con la suficiente rapidez- se debe a la sinergia. De acuerdo con este punto de vista, EE UU está especialmente bien situado para beneficiarse de la rápida caída de los precios en las tecnologías de la información debido a su receptividad a la competencia y a las nuevas formas de hacer negocio, especialmente en la distribución.

Existen diferencias institucionales entre EE UU y Europa Occidental en la legislación laboral, las restricciones del uso y recalificación del suelo y en otras áreas. ¿Pero son estas diferencias realmente tan importantes para afectar tan drásticamente a los resultados macroeconómicos? En opinión de Robert Gordon -y en la mía-, las raíces de una productividad general de la economía basada en las altas tecnologías, como la contemplada en EE UU, son tan delicadas que florecen en suelo estadounidense, pero no en el suelo del continente europeo.

J. Bradford DeLong es profesor de Economía de la Universidad de California en Berkeley y ex secretario adjunto del Tesoro de Estados Unidos.

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