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Reportaje:REPORTAJE

Unas cuantas buenas noticias

A veces, una buena noticia se convierte en noticia, a pesar de todo. Ésta lo es, desde luego, para el periodista que entrevistó a los parados del reportaje Los lunes al sol, publicado el 17 y 18 de noviembre del pasado año en este diario. Inevitablemente, las personas que poblaron aquella cruda saga sobre el desempleo y la precariedad en España, que compusieron aquel grito de socorro y de denuncia, han pasado a formar parte de su particular galería de personajes familiares. Uno no ha dejado de preguntarse qué habrá sido de Antonio, el director de empresa que dejó su puesto en Alemania para probar fortuna en su España natal; cómo estará Alfredo, el físico nuclear reciclado en cocinero que malvivía en Oviedo atormentado por su situación; qué habrá pasado con Anabella, separada y maltratada madre de cuatro hijos que huía de su ex marido más aún que del fantasma del paro. ¿Y cómo se las arreglarán Ana María y Juan Carlos, en Sevilla; Paloma, en Madrid; C. Alonso, en Bilbao; Javed, en Barcelona; Antonio Corrales, en Barbate? ¿Habrán mejorado su suerte o continuarán deslizándose por el pozo de la marginación y el desaliento? ¿Les habrá servido de algo mostrarse descarnadamente en las páginas de EL PAÍS?

Toni dice que el reportaje tuvo como primer efecto el hacer reflexionar a las mismas personas que le trataban. "Es como si la gente sólo creyera lo que le cuentan otros"
Lo que no ha cambiado es la situación de la administrativa en paro C. Alonso. Aprobó dos oposiciones, pero no tiene esperanzas de que lleguen a concederle el puesto

Aunque hubo llamadas solidarias, propuestas bienintencionadas y también otras ofertas de trabajo, la buena noticia no llegó, en realidad, hasta el 10 de marzo. "Soy director de un establecimiento turístico y es posible que pueda ofrecerles un puesto de trabajo a los señores Antonio Álvarez y Alfredo Vargas", decía el mensaje remitido a EL PAÍS. El día en que se publicó la primera parte del reportaje, el director de los apartamentos Paradise Beach, de Ibiza, Juan José Terrón, se encontraba en Ourense pasando unos días de vacaciones con su mujer y sus dos hijas. "Aquel reportaje me interesó muy particularmente", indica. "Lo que más me llamó la atención fueron los casos de Antonio, Toni, y de Alfredo. Eran dos historias con una gran carga de humanidad y a mí siempre me han interesado las historias humanas. Pensé que, precisamente, esas dos personas encajaban en los perfiles laborales de mi empresa. Recuerdo que Toni decía que tenía insomnio, que estaba pasando por un mal momento, y resulta que yo necesitaba a un recepcionista de noche que hablara alemán porque nuestros clientes son exclusivamente alemanes", señala Terrón. "Y luego estaba Alfredo. Aparecía tan desubicado en el reportaje... Bueno, él había trabajado en el hospital Monte Sinaí, de Nueva York, y yo también necesitaba un cocinero", dice el director del Paradise Beach.

El Paradise Beach es un complejo de apartamentos asentado en Portinatx, en el extremo norte de Ibiza. Hay plena ocupación hotelera en este agosto tórrido. La desconcertante bienvenida de Alfredo Vargas: "Usted me ha salvado la vida", me confirma en la idea de que un trabajo medianamente estable, incluso temporal, opera en los parados de larga duración efectos milagrosos que los que no estamos en su situación difícilmente llegamos a calibrar. Alfredo es un hombre distinto, tan distinto que me cuesta reconocer en él a la persona traumatizada, sombría, que hace diez meses desgranaba su penoso historial laboral, sin horizonte alguno. Ha adelgazado bastante, pero lleva la cara iluminada. El cocinero del Paradise Beach entra a trabajar a las cinco de la mañana y no termina su jornada hasta las 21 horas, con un periodo de descanso por la tarde. El suyo es un trabajo duro, y es que, este verano, la temperatura en la cocina alcanza a veces los 50 grados.

Encuentro a Antonio Álvarez en el vestíbulo del establecimiento, junto al mostrador de recepción. También ha adelgazado algo y muestra un semblante más relajado y optimista. Este hombre de 48 años que hace unos meses se pateaba Madrid cubriendo entre clase y clase de inglés o alemán distancias kilométricas para ahorrarse el billete del autobús, que rumiaba su infortunio sentado en los bancos del camino, dice que está contento, que ha empezado a superar la fase depresiva, que ahora se siente útil y que no gana nada mal, aunque el trabajo sea de seis meses y las personas tengamos la mala costumbre de vivir 12 meses al año. "El sueldo que gano es una buena base porque así puedo pagar al banco los 600 euros mensuales del crédito y ahorrar para el invierno", indica. "Como no he venido a divertirme, no salgo prácticamente nada y estoy concentrado en el trabajo". Antonio Álvarez, Toni, comenta que el reportaje Los lunes al sol tuvo como primer efecto palpable el hacer reflexionar a las mismas personas que le trataban. "Es como si la gente sólo creyera lo que le cuentan otros", destaca, "como si necesitaran ver el problema en el periódico para comprender en su verdadera dimensión el drama de los parados mayores de 45 años que tienen delante". A raíz de la publicación del reportaje, recibió una oferta como vendedor de pisos en Murcia. Dice que fue con mucha ilusión, pero que ganaba poco y que, además de trabajar muchas horas, tenía que dar clases de inglés. Lo dejó a los tres meses después de haber llamado a las puertas de todos los hoteles e ITT de la zona.

¿Y cómo se siente el antiguo director de una empresa alemana de 150 empleados trabajando de recepcionista en Ibiza? "Pues muy agradecido", responde, "porque antes de ocupar este puesto de subalterno yo había empezado a dudar de que pudiera servir para algo. La falta de trabajo produce estas cosas", apunta. Y añade: "Este trabajo me está permitiendo reencontrarme". Toni ha reencontrado también en Ibiza a sus antiguos compatriotas alemanes, y aunque la clientela del hotel no comparte seguramente su gusto por la ópera y el teatro, ni tampoco sus problemas, el recepcionista aprecia en lo que vale ese contacto. "Resulta algo esquizofrénico porque, claro, yo soy en buena medida alemán, pero me gusta escuchar y charlar con la gente que te cuenta su vida". A su vez, los clientes descubren en él un interlocutor perfecto para su estancia en España.

Los otros parados

También el resto de las personas que compusieron aquel reportaje han mejorado su suerte en líneas generales. Anabella, de 31 años, ha conseguido una carta de alejamiento de su ex marido, además de la pensión de separación, y tiene un trabajo de media jornada en Sevilla. Ahora vive en su propia casa, con sus cuatro hijos. En Madrid, Paloma López continúa encadenada a los empleos temporales a sus 35 años, pero ha vuelto al aeropuerto de Barajas como coordinadora de vuelo y espera que la calificación técnica que implica el puesto le permita, esta vez, sortear el riesgo de tener que volver a empezar desde cero. "He pasado la depre y sigo luchando. Por lo menos, hay algo de esperanza", comenta. Puede, incluso, que Ana María Mora y Juan Carlos Cabello logren finalmente casarse. Juan Carlos trabaja para una empresa de aluminio con un contrato de... ¡un año!, y Ana María está en una buena racha. Trabaja de limpiadora desde las siete de la mañana hasta las diez de la noche. Han dado la entrada para un piso de protección oficial y están exultantes. "Éste es el mejor año desde que nos conocimos", dice Ana María.

Lo que no ha cambiado es la situación de la administrativa en paro C. Alonso, bilbaína de 49 años. Aprobó dos de las oposiciones a Osakidetza (Servicio Vasco de Salud), pero no tiene esperanzas de que lleguen a concederle el puesto. "No lo han conseguido gente que terminó delante de mí y además yo no sé euskera. Llevo cinco años sin trabajo y hace mucho que agoté el paro; no tengo ningún ingreso, ninguna ayuda, dependo exclusivamente de lo que gana mi marido". Dice que se ha vuelto muy escéptica y muy crítica con todo; que los cursillos de formación no sirven para nada; que son, sobre todo, un negocio; que esta sociedad que condena a los mayores de 40 años desaprovecha igualmente a la juventud mejor preparada de la historia. "Los cogen, cobran las ayudas y los echan a los tres meses, sin permitirles convertirse en verdaderos profesionales. Lo que hacemos es producir, fabricar, pero no arreglamos nada". Está apesadumbrada y entristecida. "La alternativa que me dejan es que me vaya a vendimiar a Francia o a los invernaderos de Almería, pero tengo mis años y soy administrativa. Menos mal que no tengo hijos, porque sería espantoso", exclama. Hay muchos como ella y muchos más que experimentan ahora la penuria material y la depresión anímica, la incertidumbre y angustia por la que Alfredo y Antonio, Ana María y Juan Carlos, Anabella, Paloma y el resto pasaron hace 10 meses.

Antonio Álvarez, Juan José Terrón y Alfredo Vargas, recepcionista, director y cocinero de Paradise Beach.
Antonio Álvarez, Juan José Terrón y Alfredo Vargas, recepcionista, director y cocinero de Paradise Beach.JORDI VICENT

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