Un leopardo en la cocina
Ronaldinho vive feliz en el Barcelona pegado a una pelota
El vicepresidente deportivo del Barça, Sandro Rosell, no se anduvo con rodeos: "¿Quieres fichar por el Barça?" le soltó a Ronaldinho. El brasileño le miró, sonrió, retocó la cinta que recoge sus rizados cabellos y le hizo una pregunta "sólo una", recuerda el directivo azulgrana: "¿Quien será el entrenador?". Le gustó escuchar el nombre de Frank Rijkaard. No preguntó por la ciudad, ni por el dinero que cobraría ni por nada que no tuviera que ver con lo futbolístico. Únicamente quiso saber quién iba a decir cómo tenía que jugar.
Dicen los que le conocen hace tiempo, y también los que le han descubierto en la cocina del Camp Nou, que detrás del producto mediático en el que le ha convertido el proyecto Laporta, necesitado de un nutriente ilusionante para la hinchada, y del malabarista que protagonizó la última campaña de Nike, hay un futbolista de verdad. Y el vestuario del Barça tardó muy poco en saberlo: "En la cocina no engañas", reconoce Gerard, "se ve en seguida de que palo vas". Con Gerard precisamente y con Xavi tiene una apuesta cruzada desde antes del partido de medianoche ante el Sevilla. Sentado en la mesa, escuchaba su conversación en catalán. A la tercera frase, les dijo: "No entiendo nada, pero me juego una cena a que en seis meses hablo en catalán con vosotros".
La única rareza de 'crack' que se le conoce son unos calzoncillos que usa sólo en los partidos
Después, se subió al autocar, como siempre en la segunda fila y se fue al Camp Nou. Allí firmó un golazo espectacular que sólo está al alcance "de un tipo de su capacidad atlética", según Paco Seirulo, el preparador físico del equipo. "Es altamente explosivo, como un leopardo. No va detrás de cada pieza que ve. Pero elige tres veces y de cada tres caza una pieza". Un detalle que no se le escapó a Pep Guardiola viéndole desde la grada del Camp Nou, como socio que es, en el partido contra Boca y también ante el Sevilla: "Es un jugador genial, pero que no pretende serlo en cada balón que toca". Será porque, como reconoce Rijkaard su concepto del fútbol va más allá de coger la pelota y meter gol.
"No he hablado mucho con él en privado, pero sí he advertido en las charlas su interés por los conceptos del juego colectivo". Para el técnico holandés, Ronaldinho, por evidente, sabe que es un jugador capaz de decidir por si solo "pero tiene muy presente que necesita al equipo para poder hacerlo".
Será por eso que su participación en el vestuario es tan diferente a la de sus antecesores brasileños en esa misma cocina. Los que han trabajado junto a Romario, Ronaldo, Rivaldo, le ven muy diferente. Independientemente del concepto que se pueda tener como personas, la diferencia radica en "una cuestión de personalidad", según Angel Mur, que guarda un buen recuerdo de todos. "Romario era muy solitario, Ronaldo muy jóven y tímido. Rivaldo, muy introvertido. Ronaldinho es lo contrario".
A nadie se le escapó, en este sentido que, terminado el partido de San Mamés, el brasileño felicitó uno por uno a sus compañeros y que tras el empate ante el Sevilla entró gritando en el vestuario, elogiando a sus compañeros por el esfuerzo, contagiando su innato optimismo: "La semana que viene, goleamos".
Luis Enrique, el capitán, resume: "Ronaldinho juega tal y como vive: es feliz y lo demuestra en todo momento". Curtido en mil batallas, el asturiano espera ver su reacción "cuando las cosas vayan mal, cuando le den los primeros palos, a él y al equipo" antes de pronunciarse sobre su proyección. Luis Enrique, al igual que Puyol, le ven llegar cada día al vestuario. No le gusta madrugar como ellos, pero tampoco alcanza el nivel de Gabri, casi siempre el último en aparecer. Su ritual es sencillo. Se cambia de ropa busca un balón y juega con él mientras da los buenos días a los que están y a los que llegan: "Debía dormir con la pelota en su cama, siempre está jugando con ella", anuncia un compañero. El preparador físico lo corrobora: "Nunca antes dialogué con un tipo que tuviera pegado un balón a su oreja izquierda". De hecho, escucha las charlas en el vestuario sentado en la pelota y la espalda apoyada en el banco de su taquilla, la que fue de Christanval hasta hace poco. Braçuca, como le llama Quaresma, usando un vocablo portugués despectivo para con los brasileños suele reirse de lo que guarda en ella: unos calzoncillos que usa sólo para los partidos. No es nada maniático en lo referente a su indumentaria de partido: juega sin camiseta bajo la oficial, única prenda que se cambia en los descansos, y se entrena con el equipaje que le que ofrece el club y botas que va alternando -vieja/nueva- hasta la víspera del partido, cuando se calza las Nike-R9 plateadas, numero 41,5, no más de 200 gramos. Su única rareza de crack la esconde bajo los pantalones.
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