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60ª MOSTRA DE VENECIA

Lars von Trier propone una aproximación a los límites del lenguaje cinematográfico

Su documental, firmado con Jorgen Leth, refleja la abundancia de filmes innovadores

No ha venido Lars von Trier a defender su último trabajo, Las cinco obstrucciones, pero se defiende solo y ha saltado a la noticia por su singularidad. No es menor la del filme libanés El ciervo volador, una ficción de la documentalista Randa Chahal Sabbag, que sostiene un poema muy innovador y de gran energía lírica y trágica; y el cineasta danés, al alimón con el documentalista Jorgen Leth, construye un filme pedagógico originalísimo y ambicioso, en el que ambos abren caminos más allá de los límites explorados del lenguaje cinematográfico.

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Culturas diferentes

En Las cinco obstrucciones es la primera vez que Lars von Trier escapa de la ficción y emprende un trabajo documental. Emplazó en el año 2000 al veterano documentalista Jorgen Leth y le desafió a mantener con él un juego consistente en que él hiciese cinco versiones de su cortometraje de 12 minutos Lo perfecto humano, considerado por Trier como una obra maestra de análisis de los comportamientos: una joya del cine didáctico europeo. Leth aceptó el reto y el juego, sabiendo que de un solo proyecto, el suyo, saldrían cinco películas completamente diferentes, que es lo que se movía bajo el desafío.

Por su parte, Trier se reservó hacer cinco "obstrucciones" a los filmes resultantes. Estas obstrucciones estaban destinadas a obligar a Leth a hacer cinco variaciones dentro de ellos, y así, el abanico de posibilidades expresivas de una misma idea se multiplicó, tomó rumbos inesperados, provocó giros expresivos insólitos y abrió formas de articular el lenguaje cinematográfico desconocidas. Y Las cinco obstrucciones, bajo su aspecto de broma, se convierte en un juego serio y apasionante para quien no se detenga en contemplar la piel del cine y se sumerja en sus tripas.

En otros aires y otros mundos, casi el territorio opuesto, la película libanesa El ciervo volador mueve con decisión y audacia tiempos y escenarios. Relata en forma de pesadilla un zarpazo de amor, desamor, lucha y muerte en el trágico paisaje de nadie que separa Líbano de los territorios libaneses ocupados por el Ejército de Israel. Una boda ha de celebrarse en medio de esa herida abierta de la historia de este tiempo, y la cineasta libanesa Randa Chahal Sabbag acaricia lo estremecedor al elevar esta realidad a poema. Hay una mirada inédita detrás de su cámara.

Poesía y magisterio

Y han aparecido otros golpes de originalidad en los primeros días de la Mostra. El filme chino Adiós, Dragon Inn, de Tsai Ming-Liang, del que ya hablamos, es otra elevación a poema de un territorio humano herido por la muerte, por otra forma de muerte; y el italiano Secreto de Estado, de Paolo Benvenuti, también aludido ya, es un alarde de matemática didáctica aplicada a un episodio oscurísimo de la historia reciente de Italia. Hay también magisterio en Un filme hablado, de Manoel de Oliveira, así como innovación en el empleo combinado de registros cómicos y líricos en la maravillosa Lost in translation, de Sofia Coppola.

Intentar encontrar cinco películas innovadoras y de gran talla moral en un festival de los de ahora es casi perder miserablemente el tiempo en utopías menores, pero parece que no todo está escrito, pues aún no hemos cruzado el ecuador de la Mostra y ya tenemos pegadas a la retina esas cinco obras de cine no perecedero que todos buscamos. Aunque luego las programe con el mismísimo trasero, el nuevo director de la Mostra, Moritz de Hadeln, elige las películas con la cabeza. Dijo el otro día que un festival de cine es como cosechar vino: hay años buenos y años malos. Pues es buen año de vino y buena cosecha de celuloide la de 2003 junto a las lagunas del Véneto.

Porque incluso las tonterías y las pompas de jabón que ocupan los lugares de lujo en el escaparate -las cinco hermosas películas citadas pertenecen, obviamente, a la gloria de los sótanos del festival, a su eminente zona pobre, no estrellada- son pasables, que es lo que le ocurre a la santurrona El milagro, del italiano Edoardo Winspeare, que nos baña de catequesis para al final decirnos que él es laico; la plomiza alemanada Rosenstrasse, de Margarethe von Trotta, que sigue castigándonos con otra paliza de tristísimos remordimientos por el exterminio por su país de los judíos; y el soso caramelo medio parisiense, medio californiano, El divorcio, de James Ivory, que como siempre va de estiloso y nos funde con tanta cáscara para tan poca almendra.

James Ivory, entre Kate Hudson y Naomi Watts, en la presentación en Venecia de su película <i>El divorcio</i>.
James Ivory, entre Kate Hudson y Naomi Watts, en la presentación en Venecia de su película El divorcio.ASSOCIATED PRESS
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