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Crónica:FÚTBOL | Primera jornada de Liga
Crónica
Texto informativo con interpretación

Primer fiasco en Mestalla

El Valencia deja una pésima imagen y sólo empata ante un Valladolid muy encerrado atrás

El empeño de Aimar por cargarse a la espalda un equipo moribundo salvó al Valencia de su primera derrota. Pero no del primer gran fiasco de la temporada tras un empate y, sobre todo, tras una lamentable imagen ante un Valladolid que sacó oro de su racanería.

Después de una pretemporada falsamente esperanzadora, el Valencia se chocó de bruces ayer con su triste realidad. Es decir, se trata de un equipo que no sabe cómo atacar un rival metido en su área. Le faltan ideas, extremos y, sobre todo, delanteros. Y ayer, además, le falló su propia defensa, aquella que se ha ganado gran fama en los últimos años. Pues sí, ésa tuvo ayer la solidez de la mantequilla. A eso se unió que el Valladolid se adelantara en el marcador y que, poco después, Oliveira errara un discutible penalti de Marcos sobre Jorge López. Bueno, más que un demérito de Oliveira fue un acierto de Bizzarri, que intuyó la dirección del disparo y lo atrapó a media altura. La consecuencia del penalti fue doble: mientras Oliveira se convirtió en un flan, despeñando las buenas sensaciones de la pretemporada, Bizzarri se agigantó e hizo paradas extraordinarias, si bien se tragó el gol de Aimar.

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VALENCIA

VALLADOLID

Valencia: Cañizares; Garrido (Canobbio, m. 63), Marchena (Sissoko, m. 76), Pellegrino, Carboni; Jorge López, Albelda, Baraja, Vicente (Mista, m. 74); Aimar; y Oliveira.

Valladolid: Bizzarri; Torres Gómez, Caminero, Peña, Marcos; Fernando Sales, Jesús (Ciric, m. 76), Riccheti, Chema; Sousa (Jonathan, m. 55); Makukula (Óscar, m. 71).

Goles: 0-1. M. 24. Sousa aprovecha el choque entre Pellegrino y Makukula, encara a Cañizares, lo regatea y marca. 1-1. M. 76. Aimar dribla a dos jugadores en la frontal del área y su disparo cruzado se le escapa a Bizzarri.

Árbitro: Ramírez Domínguez. Amonestó a Chema, Makukula, Caminero, Bizzarri, Canobbio, Albelda y Sissoko.

Unos 44.000 espectadores en Mestalla.

El Valladolid tenía una sola jugada, pero, eso sí, muy productiva: Makukula abría espacios con su enorme corpachón para que lo aprovecharan los pequeños y veloces Fernando Sales, Sousa y Chema. Tal cosa sucedió en el gol vallisoletano. O sea, mientras Pellegrino derribó a Makukula en la caída de las dos torres, llegó Sousa y tuvo todo el tiempo del mundo para avanzar, regatear a Cañizares y tirar a gol. Muy cómodo. Como si estuviera en un partidillo de entrenamiento. La zaga valencianista retrocedió a cámara lenta. Autodescartado el veloz Ayala por su deseo de jugar en el Bernabéu, la defensa de Benítez fue un monumento a la lentitud.

Baraja, que se enfrentaba a sus paisanos, no anduvo fino. Tampoco Albelda, que estrenaba capitanía. Así que todo quedaba otra vez en los pies de Aimar. Y el media punta argentino empezó radiante, con ganas de comerse el mundo, pero prontó entró en la atonía general. Se topó, además, con los tacos de Peña, que estaban muy afilados. El central boliviano ya lesionó el año pasado a Valerón y a punto estuvo ayer de hacer otro tanto con Aimar, a quien pisó con saña en la tibia y lo dejó muy dolorido. Pero el argentino siguió empeñado en marcar. Luchó contra la impotencia y, por pura insistencia, acabó marcando en un disparo desde la frontal.

Ante el absentismo por la izquierda de Vicente, el Valencia cargó su suerte por la banda derecha. Y más en concreto en los centros del inexperto Garrido, que ni siquiera cuenta con la confianza del entrenador, quien ya ha dicho que quiere otro lateral derecho. De hecho, lo sustituyó al poco de comenzar la segunda parte por el uruguayo Canobbio.

Benítez tiró con todo. Puesto que el conjunto de Vázquez sólo pensaba en defenderse, Benítez decidió que sólo quería atacar. Dejó sólo a dos de sus zagueros inciales y el resto hubo de buscarse la vida para arrimarse a Bizzarri. Entraron Mista y Sissoko, el espigado francés de 18 años que ocupó el centro del campo. Y el caso es que se notó. El Valencia empezó a atacar con más frescura. Llegó el gol de Aimar, Baraja recuperó la fe y su equipo empezó a carburar. Se marcaron las ocasiones más claras, pero entonces apareció Bizzarri, que anduvo felino hasta el final.

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