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Tinto de verano | GENTE
Columna
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Uno de los nuestros

Elvira Lindo

Míralo: ése es mi santo, cuajao en ese sofá desde que se ha levantado, haciendo como que lee. Pero no lee, qué coño va a leer si lleva las tres horas en la misma página. Hijo mío, reacciona, le digo. Y él me dice: "Mira, cariño, haz el favor de no darme la brasa". Que no le dé la brasa, dice. ¡Pero esto qué es, este lenguaje de suburbio, de chorizo, de borracho! Eso, de borracho. Vamos, si a mí me dicen que ese individuo que había anoche en la peña Los Machorros era mi santo, el mismo que por la tarde estaba en casa viendo el documental de Telemadrid ¿Burlan nuestros jóvenes a diario la ley antibolletón?, es que me meo (viva). Si precisamente

discutimos porque, no es por criticar, pero es un hombre muy obsesivo, está nada más que runrún con la idea de que un buen día descubriremos que uno de esos idiotas que sacan con el calimocho en plena calle en la tele es uno de los nuestros. Si algún psiquiatra de confianza me diera una medicación que yo le pudiera poner así, mezclada con whisky, me haría un favor, porque convivir con este tipo de personas es dificilito. Ayer me grita desde el salón "¡que vengas!". Y ahí estaba, señalándome a un joven al que le habían puesto una tira negra en los ojos: "Míralo", decía, "éste sí que es uno de los nuestros". Y yo, "pero cuál". Y él, "pues el del medio será". El drama de tener tantos hijos es que no sabes cuál es el que sale en los documentales antibotellón. "Míralo", dijo, "bebiendo con su camiseta del Che Guevara". En esto que oímos a Chiquitín ladrar porque había llegado alguien. Era Evelio, que quería llevarse a mi santo a la caseta de Los Machorros, decía que todos los años inauguraban las fiestas rompiendo una botella contra la barra y este año querían que fuera mi santo para darle un toque más cultural. Y Evelio no acepta un no por respuesta. Si tú hubieras oído a mi santo mientras se arreglaba: "Hay que joderse, se viene uno al culo del mundo para no aguantar marrones y está visto que los marrones te persiguen hasta la tumba". Y yo, "venga no seas así, tú vas, les rompes la botella y te vuelves". "La botella se la voy a romper al Evelio ése en los morros, y la culpa la tienes tú, que les das cancha". Esas fueron las últimas palabras que pronunció mi santo en un estado normal. Pasaron las horas y, como no volvía, yo, como hubiera hecho cualquier mujer en tan difícil situación, fui a buscarle. Y cuando entro en la caseta y me lo veo, la camisa por fuera, el pañuelo de la peña al cuello y hablando de literatura con la tía que ganó el concurso Poesía Serrana 2003, que es una gorda ordinaria, megacateta, y mi santo diciéndole: "Desengáñate, la literatura está llena de gilipollas integrales. Gente con esa vocación tan pura que tú tienes, eso no se encuentra...". Ahí me tuvo esperándole, humillada, con un careto hasta el suelo. Y anda que no dio besos y abrazos antes de irse. Por fin lo metí en el coche. Luego dicen que a los borrachos les da por correr: íbamos como a veinte. Decía que tenía miedo de pillar un conejo. ¡Un conejo! Y míralo ahora, ahí cuajao, con el pijama a las dos de la tarde. Ni se ha dado cuenta de que sigue llevando el pañuelo. Ahora, que yo no se lo quito. Que se lo quite la poetisa ordinaria. Ésas sólo están para el jijí jajá.

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Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

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