El fantasma de la guerra civil
La aclaración de la autoría del atentado del domingo contra un líder chií en Nayaf resulta clave para anticipar el futuro inmediato de Irak. En tanto que las luchas entre distintas comunidades o dentro de ellas podrían ser la semilla de una eventual guerra civil, la unidad nacional será todavía posible mientras los atentados se circunscriban a los partidarios de Sadam Husein, desplazados del poder y apeados de sus privilegios.
"Quisiera equivocarme, pero temo que los brotes de violencia que estamos viendo en Kirkuk o en Nayaf son los primeros signos del conflicto civil que se avecina", confió ayer a esta enviada un jefe de misión árabe que lleva dos años en Irak y permaneció en Bagdad durante la pasada guerra. "Esto va a ser peor que Líbano porque aquí va a producirse un enfrentamiento étnico además de religioso", advertía, convencido de que el mosaico iraquí es, a estas alturas, una bomba de relojería que los estadounidenses no sólo no han desactivado sino acelerado.
"No existe tal riesgo mientras se mantenga la presencia extranjera", le contradecía sin embargo un analista político europeo. "Con 200.000 soldados norteamericanos en el país, tal posibilidad está fuera de cuestión", insistía.
Aún así, sucesos como el del domingo sólo contribuyen a radicalizar a los sectores que hasta ahora habían hecho gala de moderación. Muchos seguidores del Consejo Supremo por la Revolución Islámica en Irak (CSRII), que aceptó disolver su milicia -la Brigada Al Báder que contaba con 10.000 hombres armados- cuando su líder regresó a Irak el pasado mayo, reclamaban ayer la necesidad de rearmarse.
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