Elena Gómez, bronce

Mantenerse en la élite es a veces más difícil que ganar un título. Es lo que hizo en la madrugada española de ayer Elena Gómez en el cierre de los Campeonatos del Mundo de gimnasia. A pesar de perder el título de reina del suelo, su medalla de bronce la confirma entre las mejores.

Elena parecía ansiosa. Fue la primera en llegar al pabellón, dos horas antes de que empezara la competición. Perfectamente peinada, enfundada en el chándal de la selección y con las mangas de su maillot morado asomando bajo una camiseta. Estaba sola porque ninguna otra española era finalista, pero disponía del respaldo de tres entrenadores, una fisioterapeuta y, ya en la grada, de sus compañeras, del psicólogo y de la coreógrafa. Todos querían ver cómo repetía su éxito de Debrecen (Hungría) de noviembre pasado. Pero no pudo volver a ganar. Con todo, Elena no se sintió decepcionada: "Estoy muy contenta porque el tercer puesto no está mal".

Nada más terminar, Elena sonrió como diciendo "ahí queda eso", gesto que no hace en un solo momento durante su ejercicio, y fue a abrazarse a su entrenador, Jesús Carballo. Trabajo cumplido. Las jueces le devolvieron un 9,675, la nota más alta hasta el momento. Sus padres se volvieron locos y muchos pensaron que repetiría el triunfo.

"Mejor no lo podía haber hecho", aseguró Carballo poco después de la competición. Para él, su actuación fue "mejor" que la de Debrecen. Elena es de las pocas gimnastas que sacan el mayor partido posible a su ejercicio en la parte rítmica y no falló ninguna de sus combinaciones, muy valoradas en el código de puntuación. Pero en la ciudad húngara sus rivales fallaron y en Anaheim no lo hicieron.

Elena vio cómo le arrebataban el título sentada a una de las mesas desde las que las jueces puntúan la barra. Sola. Y sonrió. Primero fue la rumana Catalina Ponor, que acabó la segunda sólo 0,25 puntos por encima. Al final, ganó la explosiva brasileña Daiane dos Santos, una bomba de 1,40 metros.