El 'show' de Drummond
El norteamericano Drummond detiene media hora la competición tumbándose en la pista en protesta por su descalificación en una serie de los 100 metros
A Jon Drummond, un excelente velocista norteamericano, le encanta hacer el payaso y mostrar al mundo sus capacidades de showman. Ayer se salió. Fue el exhibicionista perfecto. Se apoderó del espectáculo y retrasó la jornada media hora.
Como ensayo, antes de disputar la primera serie de los 100 metros, Drummond mostró sus cualidades histriónicas para llamar la atención cuando veía que se retrasaba la carrera porque el participante afgano y el chadiano no se acoplaban a un sistema informatizado y extraño de salida. Tras la cuarta interrupción, simuló pegarse un tiro en una sien y cayó redondo. Un suicidio perfecto. Pero se levantó.
Más tardó en levantarse de su segunda tumbada en la pista. Ocurrió un par de horas después, en la segunda serie de los cuartos de final, cuando le eliminaron por salidas nulas.
Para favorecer el espectáculo de las carreras de velocidad, a veces retrasadas por un exceso de salidas nulas, la federación internacional cambió este año la regla. Así, la primera salida nula se salda con tarjeta amarilla para todos, no sólo para su autor. Y la segunda supone ya la roja, pero sólo para el que se adelante. Es una regla controvertida y mal aceptada por los atletas. Es una de las causas del descenso del nivel de las marcas: pocos se arriesgan.
Se produjo primero una salida nula del jamaicano Dwight Thomas, que reaccionó en sólo 87 centésimas de segundo -el tiempo límite aceptado es de una décima de segundo, lo que se considera ya respuesta fisiológica al estímulo del sonido-. Después, cuando la carrera se reanudaba, el cronómetro de los tacos de Drummond marcó 52 centésimas y 86 el del jamaicano Assafa Powell. Consecuentemente, el juez mostró a ambos el cartón rojo. Powell lo aceptó con resignación. Pero para Drummond fue como si le hubieran matado a traición. Se llevó las manos a la cabeza, gesticuló, se tumbó otra vez sobre la pista para evitar que continuara la prueba, volvió a levantarse, animó al público a protestar, volvió a tumbarse..., resistencia pasiva a lo Ghandi. Condujo la situación a un callejón sin salida. Imposible hacer entrar a la policía. Qué escándalo. Los demás intentaban moverse para no enfriarse. Atónitos. Y así más de cinco minutos. Y Juan Antonio Samaranch, el presidente honorífico del COI, en el palco.
El desbloqueo se produjo gracias a la intervención de José María Odriozola, el presidente de la federación española, que actuaba como delegado técnico. A propuesta suya, se llamó a Drummond haciéndole creer que había ganado la batalla. El norteamericano, como un héroe libertador, volvió corriendo a los tacos coreado por el público, pero allí le dijeron que... tranquilo, que se iba a estudiar su caso y que volviera con todos a la cámara de llamadas; que su serie se retrasaba. Media hora había pasado y los campeonatos pudieron continuar.
Pero a Drummond le habían engañado. En la cámara de llamadas no le esperaba un juez, sino un delegado federativo que le explicó que estaba expulsado y que más le valía acatar la decisión. Y mientras Boldon, Johnson y demás intentaban tomar la salida -los abucheos de un sector del estadio la retrasaron varios minutos más-, Drummond mostraba su frustración también de manera exagerada en el campo de entrenamiento. Finalmente, se dio un baño en la ría de los 3.000 metros obstáculos para sofocar sus furores.
El show de Drummond dejó en segundo plano toda la acción de las primeras series de los 100 metros y algunos detalles interesantes. Por ejemplo, que, desmintiendo lo anunciado, ni Tim Montgomery ni Maurice Greene, los dos hombres más rápidos del mundo, están muertos. Que el británico Dwain Chambers, el favorito en la sombra, está preparado. Que algunos viejos, como Boldon, se niegan a abandonar. Y que Darrel Brown, de 19 años, está en forma: 10,01s, récord del mundo júnior.
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