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CÁMARA OCULTA | CINE
Columna
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Cara y cruz de don Luis

Emilio Fernández cumple 17 años de muerto", publicó esta semana un periódico mexicano, recordando al que fuera su más famoso director de cine, el indio Fernández. ¡Vaya titular! Pena que se les escapara el mes pasado otro aniversario, el de Luis Buñuel, hace ahora 20 años. Y verdaderamente lo cierto es que Buñuel no está muerto, sigue en la brecha.

Continúa la matraca de algunas autoridades extremeñas contra el rodaje de la película de Carlos Saura sobre la matanza de Puerto Hurraco. De paso, ya se sabe, han arremetido contra la supuesta injuria que don Luis Buñuel les hizo en los años treinta, cuando retrató las miserias de Las Hurdes, tierra sin pan. En estos días, algunos de tan irritados personajes se han desdicho, avergonzados de haber esgrimido el santo nombre de Buñuel en vano. Pero muy tarde, cuando ya se les había visto el plumero.

Ironías. Mientras prosigue esta bronca, en la Unesco se ha propuesto que otra película de Buñuel, Los olvidados, sea considerada Patrimonio de la Humanidad, lo que un jurado especial dilucidará a finales de mes. De ser así, Los olvidados tendría, según este organismo, el mismo rango que la Novena de Beethoven y que tan sólo otra película, Metrópolis, dirigida por Fritz Lang en 1927. No es que las clasificaciones de este tipo tengan en sí definitiva relevancia. ¿Por qué Los olvidados y no, por ejemplo, Las Hurdes u otras obras maestras de tantos creadores de la historia grande del cine? Apreciaciones de jurados. En fin, ahí están en paradoja la Unesco por un lado y los censores de nuevo cuño por otro. Extremos que no se tocan...

Curiosamente, cuando Buñuel retrató la miserable vida de los adolescentes olvidados en el México de 1950, también se le echaron encima. Desde el productor, asustado tanto por la dureza del tema como por las misteriosas secuencias surrealistas que el director se empeñaba en incluir en la película, hasta la censura que hizo de las suyas, pasando por las fuerzas vivas de la localidad, que reaccionaron con violencia, incluso llegando a las manos: "Esto es de una cochambre tremenda, no todo México es así, tenemos también hermosos barrios residenciales...", le espetó uno. Luego, ya se sabe, Los olvidados recibió en el Festival de Cannes un premio importante y se reestrenó en México, donde esta vez la aplaudieron, y ahora, mire usted por dónde, puede ser considerada nada menos que Patrimonio de la Humanidad. ¡Qué pena que quienes entonces desenvainaron sus contundentes armas contra don Luis no estén aquí para verlo!

Es en la futura filmoteca de Murcia donde la familia de Francisco Rabal (¡cumplimos ya dos años sin él!) ha decidido depositar las peliculitas que tanto le gustaba rodar al actor. En alguna de ellas, Buñuel aparece como ocasional invitado, casi siempre haciendo una trompetilla con la mano en su oreja, fingiéndose sordo o por serlo de verdad (éste fue uno de sus maliciosos secretos), con aire socarrón y sano aspecto de traerle al pairo polémicas como ésta extremeña u homenajes como el de la Unesco. En alguna de estas películas familiares de Paco Rabal también aparece Carlos Saura, una vez dirigiendo a Buñuel en el papel de verdugo, que con tanto buen humor interpretó en Llanto por un bandido. Buñuel venía entonces poco a España, rodaba en México o en Francia, donde se sentía con mayor libertad. No le faltaba razón. Ahora, mientras aquí algunos todavía le despellejan, los mexicanos proponen Los olvidados como película de culto universal.

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