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Tinto de verano | GENTE
Columna
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Ese hombre

Elvira Lindo

Hay un hombre en el jardín con un bañador que se le va a caer al suelo de un momento a otro, porque lo lleva debajo de una barriga prominente. Al hombre le gusta hacer equilibrios con el bañador y además prefiere arriesgarse a que se le caiga a llevarlo ajustado a la barriga como los jubilados en La Manga. Nuestro hombre huye de la cultura Inserso como de la peste. El hombre lleva una camisa encima de la cabeza como si fuera una toca para protegerse del sol. También lleva una mariconera del Champion llena de tabaco a la que le tachó con boli la palabra "USA" cuando la invasión de Irak. La vida se compone de pequeños gestos, dice el hombre cuando tú le dices que vaya chorrada. Ese hombre va de un lado a otro del jardín con un cigarro en la mano. Le gusta hacer equilibrios con la ceniza, no sólo los hace en el jardín, también dentro de las casas: va dejando que el cigarro se consuma sin echar la ceniza al cenicero. Es algo que pone de los nervios a las personas, pero al hombre le gusta hacer equilibrios con los nervios de la gente. Ahora se le ha acabado el cigarro y el hombre tira la colilla a la piscina. Mi santo recoge la colilla con la red limpiadora. El hombre le dice a mi santo que no la ha tirado a la piscina por gusto, sino para prevenir incendios. Mi santo le dice que los incendios también se previenen echando la colilla a un cenicero o sencillamente no fumando, pero el hombre le deja con la palabra en la boca y se va a la valla: ha visto a la vecina y quiere hablar. Es un hombre que habla con cualquiera, siempre y cuando ese cualquiera no le lleve la contraria. Él piensa que las personas que le dan la razón son ultrainteligentes y las que le contradicen son imbéciles. Por eso piensa en muchas ocasiones que sus hijos son imbéciles. A nuestro hombre la vecina le cae como Dios y le parece ultrainteligente, porque cuando el hombre le dice: "Yo me fumo tres paquetes de tabaco al día, pero es que me hace mucho bien", la vecina contesta: "Pues eso es lo importante", y las personas que contestan así le llegan al corazón. Yo le digo a mi santo que le ponga al hombre un sombrero para que se quite la camisa de la cabeza de una puñetera vez. Me pone cardiaca verlo con esas pintas. El hombre coge el sombrero que le da mi santo y se lo coloca en la cabeza, sí, pero sin quitarse la camisa. Ahora parece un guanche. El hombre le enseña a la vecina la señal de un murciélago de un solo diente que le mordió en La Manga. El hombre dice que él deja las ventanas abiertas porque no cree en los aires acondicionados, que son una mariconada yanqui. Él cree en la cultura árabe del agua, por eso duerme con una toalla mojada enrollada a la cabeza y un ventilador dándole en la cara. Entonces la vecina le dice que eso es una barbaridad y que un día le puede dar un paralís. Entonces el hombre la deja en la valla con la palabra en la boca y se va. Ahora piensa que la vecina es tan imbécil como su yerno, que está cazando las colillas en la piscina, y como su hija, que le vigila desde la ventana. "Seguro que está esperando a que se me caiga el bañador para sacarlo en un artículo; me he puesto calzoncillos debajo por si acaso, pero vamos, que a mí me chupa un pie lo que escriba. Con no leerlo...".

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Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

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