Mucho toreo y torería
La corrida se convirtió en un mano a mano involuntario entre Dávila Miura y Salvador Vega. El Juli sólo mató un toro, con el que estuvo bastante flojo, ya que a su segundo, quinto de la tarde, le dio un infarto a mitad de faena, por lo que tuvieron que apuntillarlo.
Gracias al buen juego de los toros, su mano a mano ofreció pasajes de alto voltaje torero. Dávila Miura, en su primero, construyó una faena maciza, rotunda y bien ejecutada. Estuvo basada en tres tandas de derechazos y otras tres de naturales. Todos los pases estaban impregnados de templanza, eran largos y hondos; mandaba su muñeca, que parecía rozada por miel clara. Los pases por alto, tanto en los ayudados como los de pecho, fueron modélicos, porque se llevaba al toro atrás de sí, girando la cimbreante cintura, dándole salida airosa al animal. Es imperdonable que perdiera la oreja ganada en buena ley por matar tan feamente. La oreja la cortó en su segundo toro. Mas, aun tejiendo algunos buenos muletazos, su labor estuvo nimbada por ciertos atisbos de espuma fugitiva. Nos gustó que exhibiera su terca persistencia de querer ser figura del toreo. Va cruzando caminos -persistente como un pájaro-, por encima de detractores espurios. Para terminar, digamos que nos gustó que le ofreciera al primer toro la panza de la muleta lisa como una alfombra persa.
Torrestrella / Dávila, Juli, Vega
Toros de Torrestrella, devuelto el 3º y sustituido por uno de El Toreo, bien presentados, una buena corrida y el 4º de altísima nota. Dávila Miura: bajozano, tres descabellos -aviso- y dos descabellos (ovación); estocada (oreja). El Juli: estocada en el único que mató (palmas). Salvador Vega: estocada (oreja); estocada y tres descabellos (ovación). Plaza de toros de Vista Alegre, 19 de agosto, 4ª de feria. Cerca del lleno.
La actuación del joven Salvador Vega, que sustituía a El Fandi, no pudo ser más feliz a la hora de cifrar cómo toreó a su primer toro. Los doblones iniciales fueron las piedras primeras de su bien cimentada faena. Allí estaba el joven torero rico en deseos dictando una gran lección de un toreo artístico de altísimos vuelos. Le bastó con dos tandas con las dos manos y tres ayudados por bajo limpios y cadenciosos como remate. Repartió para el placer de los espectadores pases que eran caramelos de temple, largos como cigüeñas, hondos como filón de mina de cobre, y desparramó mucha torería por el aire de ese toro. Se le veía a él verse torero en un espejo imaginario. Y puestos a imaginar, imaginemos que Quevedo escribió desde el Siglo de Oro para él lo siguiente: "Solamente lo fugitivo permanece y dura".
Ayer los dos toreros, cuyas faenas hemos narrado, explicaron a su manera que la fiesta de los toros se fabrica su grandeza en cada tarde. Y precisamente delante del toro y en cada momento eso es lo que más importa. Despachos, fobias y filias aparte. Habrá quien diga que si esos toros le llegan a tocar al maestro tal y al otro cual hubiéramos visto las faenas del siglo. ¡Ja!
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.