La Haya atrapa la sutileza histórica de Hans Holbein
Un excepcional recorrido por la obra del retratista de Enrique VIII, Tomás Moro y Erasmo de Rotterdam se puede visitar hasta noviembre en la sala Mauritshuis.
Considerado uno de los maestros de la historia del arte, la obra del pintor alemán Hans Holbein (1497/98-1543) va casi a remolque de los personajes que posaron para él durante el siglo XVI. Los cuadros más conocidos del monarca inglés Enrique VIII; su malogrado canciller, Tomás Moro, o el pensador holandés Erasmo de Rotterdam tienen la firma de Holbein, un artista que captó con tal sutileza la desazón moral de sus patrones que convirtió sus retratos en un punto de referencia obligado para estudiosos y público en general. La retrospectiva Holbein: retratista del Renacimiento, abierta desde ayer hasta el 16 de noviembre en la sala Mauritshuis, de La Haya, demuestra que la grandeza artística de este hijo, hermano y sobrino de pintores, es equiparable a la de sus modelos.
Testigo de alguno de los momentos más turbulentos de la historia europea, marcada en su tiempo por las transformaciones culturales y religiosas derivadas del Renacimiento, el Humanismo y la Reforma, Holbein supo ganarse el aprecio de pensadores, mercaderes y monarcas a pesar de las tragedias en que desembocaron algunas de las desavenencias de sus valedores. Nacido en Ausburgo e hijo del pintor Hans Holbein el Viejo, empezó trabajando en el taller paterno junto con su hermano mayor, Ambrosio. Enormemente dotado para el dibujo, Holbein, también conocido como El Joven, viajó sin descanso entre Suiza, Francia, Bélgica e Inglaterra, hasta que el rey Enrique VIII le nombró su pintor de corte en 1536.
Conseguido al segundo intento, dicho puesto le aseguró el sustento y demostró su capacidad para tratar a un monarca poderoso e irritable como el inglés.
La primera vez que Holbein pisó Inglaterra, en 1526, llevaba una carta de recomendación firmada por Erasmo de Rotterdam, el pensador holandés al que admiraba y había pintado ya. Ese retrato de Erasmo, hoy en posesión del Museo del Louvre, de París, ha sido cedido para la muestra holandesa en un gesto sin precedentes. Sentado de perfil y captado en el momento de escribir, es la imagen más conocida del humanista que criticó tanto a Roma como a Lutero. Encantado con el lienzo, Erasmo intercedió en favor de Holbein mandando una nota a Tomás Moro, canciller de Inglaterra, autor de la obra Utopía y durante algún tiempo el hombre más poderoso del reino después de Enrique VIII.
Moro le acogió en 1527 en su casa de Chelsea encargándole una composición con toda su familia. El boceto del estadista para dicho cuadro se ha convertido también, con el tiempo, en su retrato más recordado. Dos años después de cruzar el canal de la Mancha y de codearse con la nobleza, Holbein regresó a Basilea. A pesar de los problemas religiosos planteados por la Reforma y de sus consecuencias para el arte religioso, que componía buena parte de los ingresos de los pintores de la época, Holbein terminó allí su Madonna de Darmstadt. Encargada por el banquero católico Jakob Meyer, esta pieza de altar presenta a esa familia junto con la Virgen, el Niño y san Juan Bautista, a la manera de Leonardo da Vinci. Es además una de las composiciones más importantes del Renacimiento de la Europa del norte.
"Se trata de la obra más importante de la exposición, y haber podido colgarla en Holanda nos compensa de una ausencia que no alcanzamos a comprender bien. Es un retrato de Enrique VIII de la colección Thyssen que no hemos podido traer, a pesar de los muchos viajes que hicimos a Madrid", según explica Frederik J. Duparc, director de la sala Mauritshuis. Más suerte ha tenido el museo, que posee un holbein y otro, un retrato de Jane Seymour, tercera esposa de Enrique VIII, atribuido al taller del pintor, con la reina Isabel II de Inglaterra. "Después de muchas negociaciones, la colección real inglesa ha cedido 11 de sus cuadros y bocetos. Mucho más de lo que podíamos esperar", en palabras de Duparc.
Inquieto por sus ingresos y por la situación social vivida en Suiza, Holbein emprendió su segundo y definitivo viaje a Inglaterra en 1532. Esta vez las cosas fueron distintas. Caído en desgracia por sus diferencias con el rey, Tomás Moro se opuso al divorcio de Enrique VIII, casado en primeras nupcias con Catalina de Aragón, y que deseaba desposar a una dama de la corte llamada Ana Bolena. Una vez lograda la anulación matrimonial contra los deseos de Roma, el monarca creó la Iglesia de Inglaterra, acusó a Moro de alta traición y le condenó a muerte en 1535. Un año después, Holbein es nombrado pintor de la corte en un gesto que ratifica tanto su valía artística como lo acomodaticio de su carácter para ganarse los favores de sus mecenas.
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