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Reportaje:SAN SEBASTIÁN | ESPAÑA, UN ESTADO DE ÁNIMO

Blanca y azul

Juan Cruz

El lugar preferido.

Le decimos que vemos muchos turistas en Donosti. Y una mujer rubia que procede de los baños viene a susurrarnos al oído. "Que no soy extranjera. Que soy de aquí"
R. Saizarbitoria: "Yo soy de esas personas que arrastran esa etiqueta tan cruel del equidistante, el que está entremedio, el que parece que está en la cuerda floja"
R. Rekalde: "Vivimos determinados por el clima de la violencia. El nacionalismo se ha visto inseguro y ha acelerado la ruptura, queriendo dividir la sociedad en dos"
A. Nagel: "Estamos en un estado de sitio, en medio de una censura bestial. ¡Fíjate que ya hasta defiendo al PNV, y eso es lo que menos le perdono a Aznar!"
Lourdes Fernández prepara un certamen insólito que va a llenar Donosti de artistas el año que viene. Una bienal que reunirá a 35 artistas europeos

Está sentado en un banco de rejillas del paseo de Francia. Detrás está el río Urumea, que pasea ancho y escaso a sus espaldas. Lleva una camisa amarilla y sonríe a la cámara desde la que le mira el fotógrafo, Jesús Uriarte. Antes, éste le ha pedido a José Ramón Rekalde, que es quien posa, que le diga cuáles son sus lugares favoritos en Donosti, para retratarle allí. Y Rekalde dijo, como al oído, mientras se levantaba del sillón rojo de la cafetería del hotel Londres: "No lo puedo decir". No era que lo quisiera mantener oculto por coquetería, sino por seguridad. Luego Uriarte lo lleva al paseo de Francia, y ahí lo vemos, sonriendo a la cámara, mientras dos hombres, su seguridad, vigilan a un lado y a otro, como hacen siempre desde que se repuso Rekalde (un respetadísimo intelectual donostiarra, ex consejero socialista del Gobierno vasco, responsable de que ahora haya ikastolas en Euskadi) de un atentado que le tuvo al borde de la muerte, pero que por fortuna no pudo con su voz. Ahí está, mirando. Es imposible saber ahora por qué lugares pasea, él no lo dice, acaso él no lo hace, y esto en esta maravillosa ciudad, de las más bellas del mundo, es un contrasentido que hiere. A un lado y a otro miran quienes le guardan. Sólo esta imagen de la soledad del amenazado hace subir a la garganta el grito que a él le quisieron interrumpir, como a tantos otros: basta ya. Silencio del río detrás de Rekalde, al fondo el Kursaal, perfectamente integrado en la ciudad bellísima, como si se juntaran los siglos a partir de ese nuevo palacio de Moneo, concebido con la limpieza con que se diseñan los pájaros. Belleza y melancolía. Rekalde se levanta, vuelve guardado al coche y regresa por las calles de la ciudad que le quisieron quitar.

Es imposible venir y no tener en la mente esta metáfora.

De aquí.

Todo aquí se convierte en significativo. Lo que en cualquier lugar pasa como si fuera el viento, aquí pesa y se hace metáfora de una situación. La situación. Te resulta significativo que el taxista lleve Radio Nacional, que haga sol, que el mismo taxista sea indiferente a la afluencia de los turistas... En el mismo hotel Londres hablamos por teléfono con el guionista Rafael Azcona, antiguo inquilino, como Miguel Mihura, de este tradicional establecimiento en La Concha. Le decimos que vemos muchos turistas en Donosti, está llena la ciudad. Y una mujer rubia que procede de los baños viene a susurrarnos al oído: "Que no soy extranjera. Que soy de aquí".

El mejor de los mundos.

Le comentamos esta impresión -cuando llegas a Donosti, todo es significativo- a Ramón Saizarbitoria, novelista, donostiarra. "Significativo y complicado. El nombre de una persona ya te dice algo sobre su adscripción ideológica o cultural, la grafía de los apellidos, que uno oiga Radio Nacional u oiga otra emisora, todo es complejo, y eso hace tremendamente difícil y complicada la convivencia, elimina cierta espontaneidad, y además te pone en el riesgo de hacer daño a las personas cuando les hablas, porque no has matizado lo suficiente, porque no has tenido en cuenta el sufrimiento del otro... Verdaderamente se hace latoso y penoso transitar por ahí... Y todo eso en un escenario que aparenta ser el mejor de los mundos". ¿Y cómo le afecta esto a la conversación? "Pues de eso no se habla, y yo creo que eso es fatal, de eso tendría que hablarse. Pero yo reconozco que es difícil hablar. Pongo el ejemplo de una víctima del terrorismo, una persona que va con escolta; esa persona exige y tiene toda la razón cuando dice: 'Mira, déjate de chorradas, no me matices con otros problemas, no me hables de qué sé yo, de tus anginas, por ejemplo, porque para mí el único problema es que tengo que ir con guardaespaldas".

Entremedio.

Saizarbitoria es un hombre de modales suaves y de verbo afilado. Con esa voz sigue hablando de lo significativo: "Yo soy de esas personas que arrastran esa etiqueta tan cruel del equidistante, el que está entremedio, el que parece que está en la cuerda floja. Y no es eso, es que entiendes a unos y otras veces a otros. Y no es que esté en el medio, no, no. Entiendo todas las cosas, y también entiendo a ese chaval de veinte años al que no se le puede exigir la racionalidad absoluta. Te voy a contar una anécdota que ocurrió en un partido Racing de Santander-Real Sociedad. Fueron a Santander 2.000 personas, una cantidad enorme si tenemos en cuenta que San Sebastián tiene 170.000 habitantes, así que es mucha Guipúzcoa la que se desplaza... Allí les impiden entrar en el campo, tienen que ver el partido desde los aledaños del estadio, en el televisor del autobús, y cuando la Real mete un gol lo celebran como si estuvieran junto al césped... Entonces viene un guardia civil, le pega un manotazo a un chaval y le grita: '¡No hay que reírse del mal ajeno!'. En esas cosas se vive, y eso cae sobre los chavales, algunos de los cuales son presas fáciles del mundo ese de la peste. Y hacemos poco por atraérnoslos".

El lugar del alma.

Dice Fernando Savater que éste es, para él, "el lugar del alma". En sus memorias, Mira por dónde, cuenta su desesperación cuando su padre le llevaba de Donosti a Madrid, y la alegría de la vuelta. "Cuando yo vuelvo aquí", ha dicho, "se me produce lo mismo que le sucedía al gigante Anteo, que luchaba con Hércules y recuperaba sus fuerzas cada vez que tocaba la tierra. Cuando yo toco tierra en San Sebastián recupero mis fuerzas". Durante un tiempo, Donosti representó, dice Savater, "una especie de Disneylandia urbana frente a las duras realidades encarnadas por Bilbao". Sin quitarse un ápice de su belleza, ha caminado hacia el siglo; no la podrán cambiar. Cuenta que paseaba con un amigo suyo, nacionalista, por La Concha, y este amigo, poseído del fervor de su amor donostiarra, y nacionalista, exclamó mirando al horizonte: "¡Esto nunca nos lo podrán quitar!". Su sitio, el de Savater, es la plaza de Guipúzcoa, pequeña, porticada, "un microcosmos antañón que aún sigue siendo de principios del siglo XX". ¿Y otro? Las calles que hay en torno a la calle 31 de Agosto. "Pero cada tres bares han matado a alguien; San Sebastián es un hermoso decorado en el que hay imágenes que perturban". ¿Y de qué color es la ciudad? "Pues blanca y azul. Desde su propia bandera hasta esa mezcla del mar con La Concha, los toldos... Yo envolvería la ciudad con esos colores".

Salmonetes no hay.

Esta ciudad tiene mil restaurantes, aproximadamente, y todos buenos. Los cocineros lo saben, y los camareros -pero sobre todo las camareras- tienen en los genes que lo importante está en la casa. Saizarbitoria cuenta que acudió a un establecimiento con un amigo, y la camarera con cofia y delantal blancos le dijo a modo de saludo: "¡Salmonetes no hay!". Cuenta Savater que en cierta ocasión Javier Pradera, donostiarra como él, entró con algunos amigos en un mesón de su pueblo. Pidieron tortillas, y alguno de sus acompañantes apeteció tortilla de gambas. La mesonera despidió el pedido con estas palabras: "Hacemos tortillas de todo, pero tortilla de tonterías no hacemos".

Una ciudad feliz.

Están los agujeros de la ciudad feliz, armónica. Armonía dice Iñaki Gabilondo que es la palabra que le va a San Sebastián. El periodista donostiarra -Donosti, sobre todo, y Sevilla son sus ciudades- tiene allí la raíz, la ciudad simboliza la familia, la armonía y la belleza, y si hay algo que para él simboliza la propia Donosti es la calle del 31 de Agosto, que se quemó en un incendio, en el siglo XIX, y fue reconstruida por los donostiarras, o el arco de Portaletas, que separa el puerto de pescadores de la parte vieja de la ciudad; "ésa es la quintaesencia del donostiarrismo". Y Donosti es -y ahí vienen los agujeros de la ciudad feliz- "una ciudad bellísima preocupada por que la división política pueda terminar siendo una división ciudadana, una divergencia civil". Ése es el estado de ánimo: la ciudad bellísima preocupada. Hoy hace sol, la playa de La Concha es un hervidero de gente. La llaman

la playa plis, porque para pasar entre los bañistas hay que ir diciendo please. Nadie diría, en esta atmósfera, que en esta misma baldosa en la que estoy ahora apuntando lo que veo una vez el terror tuvo su sitio.

"¡Tenemos que ir a mejor, puñetas!". A Rekalde le preguntamos por la palabra que definiría el estado de ánimo de la ciudad. "Desconcierto", dice. "Vivimos determinados por el clima de la violencia. El nacionalismo se ha visto inseguro y ha acelerado la ruptura, queriendo dividir la sociedad en dos, y nosotros nos habíamos confabulado contra ese peligro de división social. ¿Si hubo un momento en que se pusiera de manifiesto el cambio? El asesinato de Miguel Ángel Blanco. Ahí se dio cuenta el nacionalismo de que no controlaba a la ciudadanía, que su fuerza declinaba... Se movilizó la sociedad, empezaron a surgir los movimientos de apoyo a las víctimas, y ésa fue una gran novedad en los últimos años... La debilidad les ha hecho tirar hacia delante... Tienen la mayoría, pero no tienen la hegemonía, en el sentido político o cultural que decía Gramsci que era la hegemonía: los artistas no son nacionalistas en su mayoría, Oteiza podía ser nacionalista o bombero, Chillida tampoco lo era... ¿Cómo afecta todo esto a la convivencia? La convivencia se sigue manteniendo... Pero hay gente muy cercana que ha sido víctima de la violencia, Fernando Múgica era mi vecino, y también lo era Ernest Lluch... Pero claro que hay encuentros, que hablamos, la gente no es militante las veinticuatro horas del día, y las familias se reúnen para hablar, claro que hay temas que no se tocan, eso es natural...". Él es muy donostiarra: "... y no me gusta mucho cómo está ahora mi provincia, o territorio histórico, por decirlo como se dice ahora, esta bobada... Aquel clima liberal que había en Donosti, eso se me ha echado a perder". Dice Rekalde: "Ha bajado mucho la kale borroka, también han descendido los atentados mortales... El desconcierto se mantiene; al final, esto se irá normalizando, con el triunfo de la democracia; apuesto por la racionalidad política". Le llevan los escoltas hasta el coche. Alguien me dice: "Creeré en ellos [los que mandan en Euskadi] cuando sean los escoltas de gente como Rekalde". Y escuché esta otra frase: "¡Tenemos que ir a mejor, puñetas!".

El artista rabioso.

Andrés Nagel es un gran artista donostiarra; hace 13 años le vinimos a ver a su casa, y era también entonces un hombre genial y afable, pero silencioso. Ahora la casa es más grande, la ha ampliado con un hermoso estudio luminoso en el que vemos algunos cuadros que son una crítica feroz contra el presidente del Gobierno español, José María Aznar, y contra el norteamericano, George W. Bush. Ahora Nagel habla mucho más, y está rabioso. Aznar, dice, ha contribuido a crear un clima invivible en Euskadi. Antes resume ese clima, que afecta a la ciudad de la que es: "Estamos en un estado de sitio, en una situación rara y absurda, en medio de una censura bestial. ¡Fíjate que ya hasta defiendo al PNV, y eso es lo que menos le perdono a Aznar! Ha creado odio e ira, y lo que más me duele es que dices esto y enseguida, como en un acto de fe, tienes que decir algo contra Batasuna; ¡dices que aquí hace fresco y en Madrid tienen 30 grados y enseguida tienes que añadir que estás contra ETA, como si no fuera obvio que lo estás! ¿A que nos mandan otra vez el duque de Alba? ¿Consecuencias? Claro que hay consecuencias: antes, si te oponías a la situación, te llevaban a la cárcel; ahora te siegan los pies, desapareces del mapa, te meten en arenas movedizas... Fíjate que yo creo que ahora San Sebastián vive una situación muy rara, en medio de unos odios que son muy paralelos a los que nos contaron que se daban acabada la Guerra Civil: si éste es franquista, si aquél es rojo, si coges un periódico u otro. ¡Y esa crispación yo creo que la ha organizado el PP!". ¿Va a desaparecer? "Tardará, porque es una herida más fuerte que una herida política normal". "Vuelve a ser importante", dice Nagel, "tener la frontera al lado". "Yo espero que el porvenir sea la normalidad a la fuerza". Luego vamos a ver sus cuadros y tomo nota de esta inscripción en el cuadro que representa a Aznar: "De cómo un Partido Político Presiona a los medios y calla un País". Y en el dedicado a Bush: "Liberaremos a los iraquíes aunque ellos no quieran".

La ciudad fronteriza.

Lourdes Fernández, galerista de larga experiencia -se llama a sí misma DTV, Donostiarra de Toda la Vida-, prepara un certamen insólito que va a llenar Donosti de artistas el año que viene. Ahí está el festival de cine, cada septiembre, y ahora Lourdes prepara para San Sebastián la celebración de Manifesta, una bienal que reunirá a 35 artistas europeos que se mezclarán con las actividades de la ciudad para impregnar de arte todo lo que suceda. ¿Por qué eligió Donosti la fundación que promueve la bienal, la International Fund Manifesta? Lourdes cree que es porque San Sebastián es el norte del sur, "una ciudad que aunque es pequeña tiene un enorme dinamismo". Manifesta empezará el 11 de junio de 2004 y acabará cuando también termine el festival de cine, este emblema artístico donostiarra. El propósito de Manifesta: demostrar que el arte está cada vez más metido en las vidas de las personas. Y ningún lugar mejor que San Sebastián para acoger una muestra así: "Ésta es una ciudad que, a pesar de su conservadurismo, recibe cualquier innovación con los brazos abiertos". ¿Y cómo es esa ciudad que ella va a llenar de arte, si fuera, por ejemplo, una persona? "Sería una mujer madura, no muy joven, estupenda por fuera, pero igual un poco triste por dentro, aunque sin decirlo". Le pido una palabra para definir San Sebastián, y la dice varias veces: "Un lujo". Luego reflexiona y añade: "Un lujo autocomplaciente". Le pregunto qué une ahora a los donostiarras: "La Real, la bandera de la Real, azul y blanca".

El surf y el Kursaal.

Es curioso, dice Lourdes Fernández, el Kursaal trajo una nueva playa, la de Zurriola, y con ella a los surfistas, "que son lo más megacontemporáneo", y hoy parece esa presencia tan capital en la ciudad como la propia obra de Moneo. En San Sebastián termina uno hablando de arte. Y así terminamos una noche, en un restaurante nuevo, incrustado en el parque tecnológico de la ciudad, hablando con Santi Eraso, el director de Arteleku, centro público y laboratorio de experiencias artísticas que ya tiene 15 años de vida. Él se considera miembro de "la generación de la pasión", estima que los tiempos en que se hacían "proyectos ilusionantes en Euskadi y en España" se han volatilizado, y ahora quedan grandes retos. "El estado de ánimo es de desánimo, de desilusión, pero siempre hay una esperanza: que en algún sitio algunas personas van a enfrentarse a este problema y van a decir 'Hasta aquí hemos llegado". ¿Cuál es ese signo de esperanza? "Las personas siempre tenemos una cierta fe (laica) en que las cosas no pueden seguir así... Ahora no matan, pero mañana pueden hacer la peor". Terminamos hablando de lo que no se habla, aunque (decía Rekalde) cada vez se dice más alto no a la violencia, y en público: "¿Lo que más indignación me produce? La muerte de los amigos, Juan María Jáuregui, López de la Calle... Es una situación insostenible a la que hay que enfrentarse de verdad... Tiene que haber algún acuerdo, se llame federalismo, desarrollo autonómico, lo que quieras... Aunque, claro, lo más sencillo es que dejen de matar".

Litio.

Ramón Saizarbitoria, sobre el estado de ánimo: "Yo no soy nada optimista por naturaleza. Tendré un déficit de litio, no sé qué será. Pero sí creo que hay síntomas claros de que pueda haber cambios que pueden dar de sí una convivencia distinta; hay encuestas que lo indican, que el problema reside en el nacionalismo político... Pero yo creo que entre el nacionalismo político y el nacionalismo cultural o vasquismo, no sé cómo demonios llamar a esto último, aquí lo que hace falta es un intermedio. Un socialista catalán habla catalán sin darle ningún sentido político al hecho de hablar en catalán. Se expresa en catalán, y punto. Aquí si hablas en euskera ya tienes un componente nacionalista".

Chillida paseando.

Le pregunto a Saizarbitoria por el paradigma del donostiarra, y me señala a Eduardo Chillida, paseando desde su casa, por la playa. "Tenía esa discreta elegancia que quizá es la que distingue también a la ciudad. Sabía estar en la mesa de un embajador y también en la de un tornero, sin renunciar nunca a ser él mismo. Ahora cuando quiero enseñarle San Sebastián a alguien lo llevo por la calle del Campanario a ver la cruz de alabastro de Chillida; ése es mi paseo". Nos contó Rekalde algo más de Chillida que quizá resume la quintaesencia del donostiarra cuando elogia su propia tierra. Se maravillaba Chillida, ante un pescador, de la belleza de Pasajes de San Juan. "¿Bello?", le dijo el pescador. "Y en primavera más, porque todo se pone lleno de flores y de puñetas".

Conservadora, liberal, cosmopolita, una ciudad que se gusta a sí misma. Ahora es feliz, esta mañana. Blanca y azul. Nadie podría decir, en este momento, que guarda dentro de sí una gran melancolía.

José Luis Barbería y Jesús Uriarte colaboraron en esta entrega de la serie.

Bañistas toman el sol en la playa de La Concha.
Bañistas toman el sol en la playa de La Concha.JESÚS URIARTE

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