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CORAZONES AL SOL
Columna
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El ser y la gamba

YA HA REGRESADO. Ya está aquí otra vez la niña de la sandía. Este verano parecía que no, pero sí. Como cada verano, la niña de la sandía vuelve a la carga. Es la niña (rubia o pelirroja) que sacan en cualquier revista de vida sana comiendo sandía. Esta semana nos hemos topado con la niña de la sandía en el Integral y en el Vivir Feliz, pero habrá más. Los redactores de estas revistas siempre encuentran una excusa para que salga la niña de la sandía en algún reportaje sobre dieta antioxidante. Nunca es un niño con un melón. La niña de la sandía es una pesadilla para el lector, como lo son David Bisbal y el gran Javián para Joaquín Sabina. Si alguien tiene derecho a hacerse fotos con las sandías es Manuel Vicent, que en sus artículos fue el primero en convertirlas en frutas mediáticas. Pero, a diferencia de la niña, Vicent nunca ha hecho un posado con una sandía. ¿Cuántas niñas de la sandía nos tienen reservadas para este verano? Digamos "no" a la niña de la sandía.

En cambio, digamos sí a las religiosas en la playa, que también, como cada verano, han vuelto a la prensa para producir el clásico contraste. Con ellas abrimos nuestra sección Baño y creencias, que esta semana cuenta con dos fotos. Una en La Vanguardia y la otra en El Periódico. La de La Vanguardia se publicaba el domingo pasado en portada. En ella vemos a dos monjas vestidas con sus hábitos grises, paseando por las playas de Ostia. Aplaudimos al autor del pie de foto por su entereza. Imagínense a ustedes mismos redactándolo, luchando por no hacer el juego de palabras basado en que son monjas y pasean, precisamente, por un lugar llamado Ostia. Hay que ser un héroe para no caer en la tentación del titular poético. Y la foto de El Periódico, del día 3, muestra a dos chicas en otra playa: una, en biquini rojo, y la otra, que se tapa la cara con las manos, en burka. Vean lo que reza (con perdón) el pie: "Una chica árabe se aligeró ayer del calor argelino con un baño en una playa de Argel. Una amiga la acompañó entre estupefacta y envidiosa". Dios mío. Decir que una chica en burka mira "envidiosa" a otra en biquini ¿es políticamente correcto? Me temo que no. Que tenga envidia, podría significar que no está contenta con las obligaciones de su fe. Pero esperen. El pie de foto no especifica cuál de las dos chicas se zambulle. Podría ser la del biquini la que mira a la del burka estupefacta (por bañarse vestida) y envidiosa (por tener convicciones tan firmes). Si la envidiosa fuese la del biquini, ¿el pie de foto ya no sería políticamente incorrecto? Elijan: si creen que la bañista es la del burka y la que siente envidia es la otra, pulsen tono, espacio, envidiosa, sí. Si, por el contrario, creen que la bañista es la del biquini, y que quien la mira entre estupefacta y envidiosa es la del burka, pulsen tono, espacio, envidiosa, no. La sobrefirmante no tiene opinión y simplemente ejerce de chivata, como es su costumbre.

Sin dejar la prensa escrita, también inauguramos la sección Dieta y columnismo. Y es un título no demasiado vistoso, lo sabemos. Sería mejor: "Lo que hemos comido (y bebido)" en honor a Josep Pla, pero, por una promesa que le hicimos al abuelo en su lecho de muerte, tenemos prohibido citar, parafrasear o pelotear al susodicho autor. El caso es que en esta sección se pretende hacer un repaso a la dieta, siempre variada, del periodista. Son muchos los que en sus artículos nos dan indicios de sus platos preferidos. "Di cuenta de la orografía de una paella", te explica uno. "Me zampé el sensual cabrito de Lola, la hija de la tabernera", te dice otro, para que tengas complejo de burro al no conocer la taberna de Lola ni su cabrito sensual. Sin llegar a estos extremos, el columnista Trallero, en su artículo Un ambiente liberal, que publicó el viernes pasado en La Vanguardia, nos daba un solo dato, pero revelador, sobre su nutrición: "Tras haber cenado un arroz a banda con gambas rojas, no es la película más indicada para la digestión", escribió. ¿Arroz a banda con gambas rojas? ¿Significará eso que las gambas estaban en el mismo plato que el arroz, o que se las pidió aparte? Es un detalle crucial. El arroz a banda se caracteriza, precisamente, por no llevar gambas ni ningún crustáceo. El autor nos está contando que: o bien fue a un restaurante donde no tienen ni idea de preparar el arroz a banda y se lo sirvieron con gambas, o bien se comió un arroz a banda, pero como el arroz a banda no lleva gambas, pidió unas gambas para acompañarlo. Ya saben: si ustedes consideran que el columnista pidió arroz a banda y, a pesar de eso, se lo sirvieron con gambas, voten sí. Si creen que es al revés, voten no. Los beneficios que se generen de sus llamadas irán a parar, como es habitual, a la ONG Geógrafos sin Fronteras. (Por cierto, muchos estudiantes de geografía nos escriben cartas para cooperar con nosotras. No nos escriban más, por favor. Desgraciadamente, al no tener fronteras, en la organización no hay trabajo para los geógrafos. Sólo aceptamos aportaciones económicas).

Y si nos lo permiten, terminamos con algo que se publicó el domingo día 3 en EL PAÍS. Es la necrológica de un hombre, llamado Esteban Román, que se despide de todos sus amigos y familiares con esta frase, que demuestra que debió de ser una persona estupenda: "He disfrutado".

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