Entre emociones y tecnicismos
Corrida mixta. Pablo Hermoso de Mendoza, que estuvo mejor en su segundo que en su primero. Su labor cabe motejarla de aceptable.
En la corrida ordinaria, los dos matadores, Enrique Ponce y Fernando Robleño, se empeñaron en que el presidente les diera un aviso a cada uno y en cada toro antes de entrar a matar. Fue un empate insulso.
A Enrique Ponce se le puede atribuir, en sus dos faenas, los calificativos de técnico, inteligente. Su toreo, en especial en su primer toro, fue una antología de pases por ambas manos de suavidad, entendiendo bien las distancias, trazado todo ello con un correcto almibaramiento. Sin embargo, cabe atribuirle una exceso de frialdad y falta de picante emotivo. En ningún momento el torero valenciano cargó la suerte. En su segundo no consiguió insuflarle la vibración de vida, pese a que algunos taurinistas de pluma, voz y humo están a punto de pedir su beatificación. Claro, que no será por la actuación que firmó ayer. De todos modos, hay que reconocer que en muchos momentos el toreo de Ponce posee una faz desgastada tal que una gárgola de Notre-Dame. ¿Debe recordarse que su colocación siempre es ejemplar y que justo por esa colocación tan ejemplar eso hace que no se vibre lo suficiente? Puede ser, mas dejémoslo que conteste el viento.
Espartales-San Martín / Hermoso, Ponce, Robleño
Dos toros de Los Espartales, despuntados para rejones, buenos en los comienzos, sin clase en los finales. Cuatro toros de San Martín, la mayoría justos de trapío, suaves y manejables, destacando por bueno el tercero y bajando por manso el sexto. Pablo Hermoso de Mendoza: rejón defectuoso (oreja); rejón (oreja). Enrique Ponce: -aviso- casi entera caída (oreja); -aviso- pinchazo y un pelín delantera, descabello (gran ovación). Fernando Robleño: -aviso- casi entera delantera (oreja); -aviso- estocada caída (leve petición de oreja y vuelta). Plaza de Illumbe, 15 de agosto, 6ª de feria. Lleno.
A Fernando Robleño le tocó en suerte el mejor toro de la corrida. Un ejemplar con brío y fijeza. Lo más enjundioso de la actuación del torero lo dejamos en su excelente trasteo de inicio y en los cites de lejos con la mano derecha. En las dos primeras tandas por esa mano, el público vibró, ya que los pases eran largos, ligados y había tensión emocional en la realización. Siguió con tres series de naturales, también largos, templados, tensos y emocionantes. No obstante, las dos siguientes series de naturales, ahí bajó el tono. No apareció el son que merecía el remate de faena. Aquí se le reprocha esa inculminación. En el sexto, aunque estuviera más desigual, tuvo el mérito de buscarle las vueltas a un toro manso, expuso su físico, aunque no llegó a dominar al toro. A pesar de todo, en la última series de naturales, algunos fueron buenos, justo cuando después de un muletazo le ponía seguido la muleta en la cara. Así tragó ese toro algunos buenos muletazos. Lamentamos que no hubiera puesto la muleta en la cara una y otra vez. Ayer saltaron dos chorros toreros. Mecanicismo y emoción. Si sumamos las dos acepciones, ahí está la clave.
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