_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La construcción de un discurso

Considera el autor que el intento del PSOE de definir un discurso político alternativo al del PP en el ámbito autonómico corre el riesgo de desligitimar el modelo actual del Estado de las Autonomías.

La coincidencia temporal de dos hechos, la inminente presentación parlamentaria del plan Ibarretxe, por un lado, y el anuncio de una nueva política socialista en materia autonómica, por otro, han hecho creer a muchos que existe una relación entre ambos. Post hoc, propter hoc. De esta idea derivaría la tendencia a analizar el movimiento de los socialistas como una política de apaciguamiento-concesión ante el PNV, que sería radicalmente distinta de la política de firmeza-confrontación de los populares. Y de ahí a una discusión encarnizada sobre la bondad respectiva de ambos métodos, el de contención o el de negociación.

En esta línea se inscribirían aparentemente las declaraciones del siempre voluntarioso Ramón Jaúregui cuando afirma que "el PP está fomentando los nacionalismos periféricos y nosotros lo que queremos es integrarlos". Sin embargo, a poco que se reflexione se llega a la conclusión inmediata de que nadie en su sano juicio, por muy voluntarioso que sea, puede creer que la deriva soberanista del PNV tiene su origen en la política del PP; y tampoco nadie puede creer que la oferta de un nuevo Senado y unas nuevas relaciones de las autonomías con Europa pueda valer como contraoferta al plan del lehendakari. De lo que se deduce que el movimiento socialista no guarda relación con este plan, no es una alternativa estratégica al soberanismo, sino algo distinto. Vamos, que no debe ser leído en clave vasca.

Criticar al PP sin hacer al tiempo tierra quemada del marco actual requiere bastante sutileza

En realidad, lo que los socialistas están intentando pergeñar es un discurso propio con el que puedan enfrentarse en España a las próximas elecciones generales. La clave del asunto está en la política española, no en la vasca. Y obedece más a razones electoralistas y partidistas que a requerimientos de fondo. Lo que se está escribiendo no es tanto una política definida o una estrategia concreta, como un discurso legitimador de una opción electoral que sabe que va a ser severamente atacada por el PP (no por el PNV o CIU) por el flanco de la cohesión nacional. El PSOE cree que existe hoy un grado elevado de sensibilidad del elector español ante el tema nacional, y cree también que tiene un problema de imagen en ese campo. La solución pasa por crearse una nueva imagen, por generar un nuevo discurso. Y es que el discurso es un elemento esencial de la política en una democracia de opinión como la que vivimos, pues es el que provee de identidad a cada fuerza antagónica.

Crear un discurso propio e identificable en la opinión (fundamentalmente mediática) no es tarea sencilla, máxime cuando se inicia la singladura con serios lastres, como le sucede al PSOE. En efecto, por un lado se trata de un discurso reactivo, no proactivo. Los socialistas se encuentran con otros discursos ya existentes e implantados, sean los nacionalistas periféricos o el del PP, y esta realidad impone unas constricciones importantes a la hora de dibujar la propia propuesta (el anterior conato de utilizar el patriotismo constitucional demostró que es muy difícil no ser fagocitado por lo ya existente). Por otro lado, necesitan que su discurso pueda arropar tanto al borroso pensamiento de Maragall como al de los barones autonómicos defensores del tabú de la igualdad entre autonomías, lo que no es nada fácil. De ahí que sus balbuceos iniciales sean extraordinariamente abstractos y genéricos, en esencia poco más que el discurso integrador que se usó hace muchos años para legitimar la Constitución de 1978. "Proponemos un modelo de construcción de España que integre a los nacionalismos catalán y vasco", dicen. Lo malo de ese discurso es que quedó ya probablemente gastado.

En cualquier caso, es saludable que el PSOE intente construir un nuevo guión, y no cabe sino alegrarse por ello. El intérprete, sin embargo, está obligado a señalar dos graves peligros que han apuntado ya en los primeros ensayos al respecto.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

El primero es el riesgo de deslegitimar el modelo constitucional actual, al calor de la legítima crítica a la política del PP. En efecto, si esta crítica de los populares incide en demasía en calificativos de "centralismo", "uniformismo", "neonacionalismo español" o similares, y teniendo en cuenta que lo que el PP defiende es el modelo constitucional vigente (aunque sea como modelo ya cerrado), acabarían asociando tales calificativos con la Constitución y los Estatutos actuales. Y así los socialistas podrían regalar a los nacionalistas el argumento, precioso para ellos, de que el marco constitucional realmente existente es centralista y desintegrador. Criticar al PP sin hacer al tiempo tierra quemada del marco actual requiere bastante sutileza.

El segundo es el de querer resultar tan abierto y atractivo en los principios (probablemente pensando en el elector español moderno y progresista) que se acabe dando la razón al contrario. Es la tentación de las ideas bonitas. Cuando Rodríguez Zapatero define el eje programático de su propuesta como el deseo "de que todos los españoles se sientan cómodos siendo lo que quieran ser" (idea que fue destacada como central por un editorial de este diario), curiosamente parece que estamos oyendo a Ibarretxe, quien se ha hartado de decir que su plan busca precisamente generar una forma en que los vascos se sientan cómodos en España. Y es que, coincidencias terminológicas aparte, si el eje del sistema que se propone es la libre voluntad de cada grupo nacional o regional de españoles ("ser lo que quieran ser"), no se comprende bien cómo se puede cohonestar esta libre voluntad y el rechazo a la secesión o a la autodeterminación.

Todo discurso tiene sus límites de posibilidad, y el de la incoherencia flagrante entre sus partes es uno de ellos. Los socialistas harán bien en preparar el suyo con más cuidado del que hasta el momento han usado. Todos los ciudadanos se lo agradeceremos.

José María Ruiz Soroa es abogado.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_