Paisajes subterráneos
Recorrido por los distintos ambientes y escenas urbanas que encierran las principales líneas del metro madrileño
Debajo de la tierra, en los túneles del metro, el paisaje suburbano cambia en cada estación. En todas hay un trajín de personas que suben y bajan escaleras. Pero los usuarios son diferentes en cada parada o dependiendo de si es de día o de noche. A las ocho de la mañana, en la estación de Gran Vía se ven ejecutivos trajeados y con corbata; en cambio, a esa misma hora, por la de Lavapiés pululan inmigrantes ataviados con mono de trabajo. Acercarse al metro es descubrir un mundo de fotografías casi fijas de personas que lo usan para desplazarse puntuales por la ciudad sin verse expuestas a los avatares y la bulla de tráfico que reina, normalmente, sobre el asfalto.
- Príncipe Pío. Línea 10 (Puerta del Sur-Fuencarral).
Esta línea es una de la más largas (después de la de Metrosur, 35 kilómetros) y recorre 24,29 kilómetros: va de norte a sur de la ciudad. El viajero se detiene en la estación de Príncipe Pío. Es la antigua estación de ferrocarril del Norte, frecuentada por vendedores ambulantes, músicos y algún que otro mendigo. En ella se unen las líneas 10 y 6 (circular) y la que enlaza con Ópera.
En la boca de entrada se venden CD piratas de Paulina Rubio, Ketama, Norah Jones, Operación Triunfo... En sus andenes el público es variopinto: turistas, jóvenes, ancianos y operarios con ropa laboral. Hay viajeros concentrados en la lectura de un libro, otros que se aíslan del mundo con sus cascos de música.
- Lavapiés. Línea 3 (Moncloa-Legazpi).
Son las doce de la mañana. El tren se detiene en Lavapiés y al convoy se suben dos mujeres africanas con sus hijos. Van ataviadas con sus trajes típicos: vestido largo y pañuelo envuelto en la cabeza. Los tres niños hablan un perfecto español. A su alrededor se ven otros muchos inmigrantes, la mayoría de ellos latinoamericanos. Es una estación multirracial.
- Príncipe de Vergara. Línea 2 (Ventas-Cuatro Caminos.
Esta línea circula por debajo de algunos de los edificios más emblemáticos de la capital (la Cibeles, el edificio de Correos, el Banco de España, el coso de Las Ventas...). En Príncipe de Vergara, una estación distinguida, suben dos chicas jóvenes con bolsas de compras. "Tomamos el metro porque es la manera más cómoda de viajar por Madrid. El autobús hay que esperarlo en la calle, con el calor que hace, y resulta demasiado lento", explican. Al vagón suben dos suramericanos con guitarras y tocan tradicionales melodías andinas. Se escucha El cóndor pasa mientras los pasajeros siguen impávidos sus recorrido.
- Gran Vía. Línea 5 (Casa de Campo- Canillejas).
Esta línea es una de las más antiguas y largas, con 18,22 kilómetros. A las ocho de la mañana en la agitada estación de Gran Vía hay bullicio. La gente camina rápidamente para llegar a su lugar de trabajo. En la de La Latina, a las 10 de la noche se ven jóvenes con piercing ávidos de juerga, y chicas con tacones altos y falda corta y ajustada. Una pareja se besa apasionadamente, mientras un grupo de jóvenes debate a qué fiesta van a ir, si a la de la Paloma o a la de San Cayetano. También viajan adultos que hablan entre ellos de sus planes de acudir al teatro.
- Alonso Martínez. Línea 4 (Argüelles-Parque de Santa María)
. En los pasillos de la estación de Alonso Martínez se escucha rock, tangos y viejas melodías de los países del Este. George Florin es rumano y lleva dos años en Madrid. Vino junto a su esposa y tres hijos desde Bucarest. Aún no ha encontrado trabajo y mientras se gana la vida tocando el acordeón en el metro. "Soy músico de oído", señala. "No me gusta tocar, pero lo hago en memoria de mi padre, que sí era músico. En Rumania trabajaba como albañil, pero aquí no he podido encontrar empleo", se lamenta George. Dedica unas diez horas al día a interpretar melodías con su acordeón , desde las siete de la mañana hasta las cinco de la tarde. Son las nueve y ha ganado siete euros, una cantidad insuficiente para vivir. "Pero es lo único que tengo por el momento", se sincera.
- Nuevos Ministerios. Línea 8 (Nuevos Ministerios-Barajas)
. La estación de Nuevos Ministerios comunica con el aeropuerto y en ella se pueden facturar maletas. Los vagones son nuevos y modernos y en ellos hay pantallas de vídeo con noticias. Esta línea va y viene del aeropuerto llena de turistas con equipajes. Abundan los carteristas. Peder y Wenche son turistas noruegos, tomaron el metro en Barajas y es la primera vez que visitan España. A Wenche alguien le metió la mano en el bolso y le robó la billetera. Asustada, se dirige a la comisaría a denunciar la sustracción.
Y es que el metro de Madrid es un mar de historias. Lleva funcionando 84 años. Cuenta con 1.439 vagones y, según informa un portavoz de la compañía, en el mes de diciembre es cuando más se utiliza. Según la compañía, las estaciones con mayor frecuencia de pasajeros son Moncloa, Avenida de América, Atocha Renfe y Sol.
Por el metro madrileño circulan a diario más de dos millones de usuarios. En cambio los domingos y festivos la cifra baja a 827.000 pasajeros. Es un mundo en el que coinciden todo tipo de gente, de todas las edades, razas, religiones y condición social. Un mundo diferente que bulle a varios metros bajo tierra.
Los comerciantes de Sol, enfadados
Los ocho comerciantes de la estación de Sol cuyos negocios va a expropiar el Ministerio de Fomento para trazar el nuevo túnel de la risa ferroviario entre Atocha y Chamartín están que trinan. Para defenderse han creado la Asociación de Afectados por el Proyecto Red Ferroviaria Puerta del Sol y Gran Vía (Adeprefe).
Los que van a ser expropiados ya han sido alertados sobre el proyecto de la futura estación de cercanías de Sol. Sus negocios pasarán después a manos de la empresa Metradid, perteneciente a la compañía metropolitana.
Sergio Labuarde, director de Línea Cero, una empresa de bisutería con dos puestos en la estación de Sol explica: "Tenemos entendido que en octubre cerrarán todos los establecimientos. Pero hay mucha ambigüedad. Nosotros hemos contratado abogados para emprender acciones legales contra la empresa que nos alquila el negocio".
Los comerciantes están enfadados con Fomento porque se han enterado de sus planes por la prensa. Lo que más les molesta es la incertidumbre, ya que aún no saben que día cerrará la estación. A muchos se les ve cansados y prefieren no hablar del asunto. Sólo quieren que las autoridades les informen pronto de lo que va a ocurrir.
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