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Reportaje:SEVILLA | ESPAÑA, UN ESTADO DE ÁNIMO

Sueño de un dios sin tiempo

Juan Cruz

Aire.

"Te invitan a una copa de manzanilla en su caseta, no en su casa, pues ésta es una ciudad de casetas, no de casas...", dice Rafael de Cózar
Ahora vas a la Expo y hallas hierbas creciendo sobre los terrenos que un día, en 1992, fueron el germen del cambio de Sevilla; pasto sobre la fibra óptica
Alfonso Guerra: "¿La Sevilla que yo quiero? Una combinación de tradición, eficiencia y cultura. La Sevilla de don Miguel de Mañara"
Silvio nunca estuvo triste ni amargado, era un católico ortodoxo, que le cantó en ritmo de rock a la Virgen y al Betis. Se le recuerda como el último de su estirpe
María Galiana: "Es lo que decía Joaquín Moreno Murube: la Macarena no pasa, se aparece. Y la gente, y yo soy agnóstica de padre ateo, lo percibe y se calla"

Hacía 45 grados, o el doble, al llegar a Sevilla. Preguntamos: "¿Y aquí dónde da la vuelta el aire?". Y Pablo Juliá, fotógrafo, respondió sin pestañear: "En Aire, en la calle Aire". Ahí vivió Cernuda, que también nació en Sevilla. Y ahí da la vuelta el aire, como en el famoso título de Torrente. En esa única sombra de la Sevilla del verano resaltan como si fueran un resumen de la ciudad estos versos que a Cernuda le han copiado en los mosaicos: "Ver otra vez el cielo hondo / a lo lejos, la torre esbelta / tal flor de luz sobre las palmas: / las cosas siempre bellas. / Sentir otra vez, como entonces, / la espina aguda del deseo, / mientras la juventud pasada / vuelve. Sueño de un dios sin tiempo".

Sueño de un dios sin tiempo. El poema se llama Jardín antiguo. "La verdadera Sevilla", dice Caballero Bonald, el poeta de Sanlúcar que la viajó por dentro: "es la de Cernuda; la otra es un pastiche inventado por los sevillanos profesionales".

Qué ciudad. Decía Arturo Pérez-Reverte en su novela sevillana, La piel del

tambor, que nadie puede inventarse una ciudad como Sevilla. Los sevillanos lo saben. Pasean con ella en la frente, y aunque el calor los mate, piensan que el de Sevilla es un sol bendito.

Ojú.

Nada más llegar, ahí está Jesús Quintero, El Loco de la

Colina, que espera el AVE para ir a Madrid. ¿Qué no se puede preguntar en Sevilla?, le decimos. "No sé qué no se debe preguntar, pero enseguida hay que decir ¡Ojú!". En el restaurante Becerra estamos con cuatro escritores sevillanos: Luis Manuel Ruiz, Rafael de Cózar, Francisco Correal y Julio de la Rosa. Les preguntamos sobre lo que no se debe preguntar al llegar a Sevilla. Cózar: "En cuestión de cofradías hay que tener cuidado con ciertas preguntas. Acuérdate de la película de Mateo Gil sobre la novela de Bonilla Nadie conoce a

nadie, o de ese grupo que grabó Matanza

cofrade, que por poco los matan". La Feria, Curro, el Betis, Lopera..., la Semana Santa... Sevilla tiene sus mitos, y tocarlos no es delicado, aunque lo puedes aliviar con manzanilla.

Los intrusos en el azahar.

Dice María Galiana, la actriz, también profesora jubilada de instituto, que lo que distingue a Sevilla es "el buen gusto". Nadie te dirá en Sevilla nada que roce, indelicadamente, el prestigio de la ciudad, como si fuera una flor que ha de vivir siempre, "sueño de un dios sin tiempo". Julio de la Rosa habla de sevillanos que conocieron los jardines más secretos de Sevilla, pero que fueron extraños a ella. "Yo los llamo intrusos en el azahar, y casualmente son los mejores sevillanos: Cernuda, Blanco White, Chaves Nogales, Romero Murube... Machado". ¿Y el señorito? "Sigue ahí, dejó el caballo y tomó el Land Rover, pero sus constantes son las mismas: sentirse el ombligo del mundo. Fernando Villalón decía: 'El mundo se divide en dos, Sevilla y Cádiz'. El señorito cree que de Sevilla palante no hay 'más nada', y todo lo que sea crítica es una auténtica bobada propia de rojos". Los que están fuera de ese mundo, dice De la Rosa, "son los intrusos en el azahar". Tercia Ruiz, el más joven: "El señorito también está en Los Remedios, la zona nacional de la ciudad, y esa Sevilla se ve en el impecable peinado. La Sevilla eterna está simbolizada en ese peinado de la gente de Los Remedios". ¿Y esa Sevilla eterna acepta la crítica? "Aparentemente", dice Cózar. "Te invitan a una copa de manzanilla, en su caseta, no en su casa, pues ésta es una ciudad de casetas, no de casas... Allí, en las casetas, se manifiestan como hermanos, te saludan con aspavientos, aunque no te conozcan de nada... Luego, te dejan ver que eres un intruso".

El único señor de Sevilla.

Francisco Correal, manchego de origen, vino a Sevilla el 2 de julio de 1977, "el día que el Betis ganó la primera Copa del Rey al Athletic de Bilbao y el mismo día que murió Nabokov". Algún tiempo después publicó un reportaje que era un retrato de la Sevilla que salía a ver al Señor del Gran Poder, "el único Señor de Sevilla; todo lo demás son vírgenes". Lo que dijo produjo tal escozor que hubo misas de desagravios; los curas leían con rabia la fotocopia del periódico en los sermones. Correal, más que un intruso, se sintió un indeseado. "En Sevilla", dice Cózar, "puedes discutir de todo, incluso de los tópicos; nunca llega la sangre al río. Fíjate lo que escuché un día, entre dos que discutían sobre la belleza de la Macarena y la Esperanza de Triana. Uno dijo: '¿Y cómo va a ser guapa la Esperanza si sale toda la noche y vuelve virgen?'. Y el otro repuso: 'Pero qué bruto eres. ¡Otra botella de manzanilla!'. Así se resuelve, con otra manzanilla".

Pelado al rape.

Julio de la Rosa cuenta una anécdota de Eugenio Noel, "aquel escritor de los años veinte del siglo pasado, un tipo con pinta de torero, que vino a Sevilla a dar una conferencia contra el flamenco y el toreo. La dio, cómo no, pero tuvo que escapar de la sala por la puerta de atrás y correr por el puente de Triana, hasta que lo alcanzaron y quisieron lincharlo". No lo lincharon, porque la autoridad lo impidió, pero la misma autoridad permitió que lo raparan en una barbería de Triana. "El sevillano", dice Cózar, "es muy autocrítico, pero cuidado con criticarlo si vienes de fuera. Mira lo que le dice El Risita a Quintero, cuando se enfada en su programa: '¡Que tú no eres de aquí!".

Sevilla no viaja, está bien en su sitio. El símbolo de esa actitud lo da Rafael Guerra. Toreaba en A Coruña, y después de la corrida quiso volver a Sevilla esa noche. "Maestro, que está muy lejos". "¿Sevilla muy lejos? Lo que está lejos es esto. Sevilla está en su sitio".

Después de la Expo.

Después de la Expo, dice Ruiz, "parece que la ciudad cobró cierto aire de cosmopolitismo". "Tan cosmopolita", dice Correal, "que un concejal del PP se llama ahora Jaime Reynaud, cuyo nombre parece que viene de uno de los 100.000 hijos de san Luis". Sevilla fue tan reticente a la Expo que a Jacinto Pellón, su consejero delegado, el gobierno municipal socialista le declaró persona no grata cuando decidió cortar los pases para los sevillanos. Y aún hoy no le ha devuelto gratitud alguna al despreciado. ¿Cómo lo vive éste? "Sevilla es muy susceptible. Es una sociedad a la que no le puedes poner pegas, lo cual imposibilita el diálogo, la controversia. Ésa es la sociedad aparente, pero es la que aparece; la Sevilla profunda no es ésa. Te lo pueden reconocer en privado, pero en público siempre prevalecerá la Sevilla aparente: ésa es la que me declaró persona no grata".

Le rompieron el coche, IU recogió firmas para expulsarle de la ciudad, ¡y algunos habían propuesto que la Feria se hiciera en el recinto de la Expo! "Yo me cargué el tema diciendo que no me imaginaba los caballos andando por encima de la fibra óptica".

Ahora vas a la Expo y hallas hierbas creciendo sobre los terrenos que un día, en 1992, fueron el germen del cambio de Sevilla. Ahí está, pendiente. Pasto sobre la fibra óptica.

La luz.

Alfonso Guerra, sevillano, ex vicepresidente del Gobierno socialista, ve ahora la ciudad engrandecida por aquella experiencia, y la sigue contemplando "como una patria muy universal, muy acogedora". Claro que hay un sector pequeño que es cerril y que tiende a la inmovilidad, "pero en Sevilla está la mejor luz del mundo, cuyo único rival quizá sea la luz de Roma". Esa Sevilla eterna, dice Guerra, "la han querido guardar en un cofre, que es bello pero que ha de moverse". Es complicado moverlo, "porque los centros de poder siguen en manos de las grandes familias tradicionales; la llegada de la democracia dio protagonismo a sectores progresistas, pero es la misma sociedad la que controla todos los otros centros de poder. ¡Y los representantes progresistas se han dejado avasallar por ese espíritu tradicional! ¿La Sevilla que yo quiero? Una combinación de tradición, eficiencia y cultura. La Sevilla de don Miguel de Mañara, y también la que hace la gente, la que es capaz de combinar los barrios nuevos con el casco viejo... Claro que la Expo no fue aceptada por los cerriles, pero ese acontecimiento hizo que Sevilla volviera la cara al río, y ahí está, supuso un cambio tremendo".

El estado de ánimo.

Le preguntamos a Guerra por el estado de ánimo de Sevilla. "Senequista y de esperanza, distancia socarrona de los hechos y esperanza de mejorar". ¿Lo bueno de vivir aquí, ahora? "Todo", dice Correal, "pero lo menos bueno es que ya no hay cine de verano. De resto, para verla. Ya ves lo que dice Sevilla si lees su nombre al revés: Allí ves". "Ya lo dijo santa Teresa: esto es como el cielo; aquí con no pecar basta".

Dos jóvenes arquitectos, Javier Ortiz y Ramón Picó, acaban de ganar el Premio FAD de Espacios Públicos. Sufren "los desvelos de la ciudad", junto al casco histórico, estiman que el Ayuntamiento no tiene claro qué hacer con esa zona y cifran su malestar en lo que pasa al lado de su estudio, donde se ha abierto el agujero arqueológico de La Encarnación y nadie sabe qué hacer con él. "¡Durará treinta años abierto!". Ellos creen que Sevilla fue siempre contemporánea, "en su hacer y en su devenir, y ahora la quieren convertir en un parque temático, hacerla más retrógrada y más provinciana, sobrevuela sobre cualquier idea de progreso la vieja sevillanía".

Javier da Historia de Ciudades en Arquitectura. Pidió que los alumnos expresaran sus deseos para estudiar ciudades el año próximo, desde Bagdad o Washington. ¡La mayoría propuso Sevilla! Javier cree que esta actitud está en la esencia de la ciudad aún hoy, y explica una anécdota que le acaba de ocurrir. Salía del estudio, tropezó con un ciudadano, le pidió disculpas, pero el transeúnte no halló mejores palabras para insultarle que éstas:

-¡Usted, usted lo que es es un moderno!

Qué bien huele.

María Galiana, la actriz, acaba de volver de Nueva York. Cuando empezamos a hablar, la Sevilla de los defectos desfiló por su muy bien trabado discurso de profesora autocrítica con su ciudad, pero de pronto apareció la pasión de Sevilla, hablando precisamente de Nueva York. "Ahora que he estado allí", dice María, "oliendo todas aquellas fritangas, cuánto me acordé de Sevilla, qué bien huele. Aquí no huelen mal ni las alcantarillas". Pero no todo es olor: ella trabaja en Madrid, la vida cultural está inmóvil, el teatro no camina, el cine no se hace... Así llega hasta la transición: "El cambio se fragua en Sevilla, pero enseguida se dejan seducir por los platos de langostinos de la política, o por las barreras de La Maestranza". Para ella, el buen gusto es Sevilla. "Esa Macarena que aparece y donde hay bullicio se hace el silencio más absoluto. Y es lo que decía Joaquín Moreno Murube: La Macarena no pasa, se aparece. Y la gente, y yo soy agnóstica de padre ateo, lo percibe y se calla". "Fíjate tú cómo es Sevilla", recuerda de pronto, "que el paradigma del baile aquí ha sido Enrique el Cojo".

Mariana Cordero, actriz también, llega a la reunión agobiada de la calle. Es extremeña, pero ya es de Sevilla. "Esta ciudad tiene cosas positivas y negativas, pero que no me la quiten". Aquí no hay trabajo, dice con rabia, se lo dan en Madrid y Barcelona, pero, cuando vuelve, Sevilla "se pone en mi mano: su olor, sus árboles; en Madrid no se escuchan los pájaros".

Nostalgia de Silvio.

Alfredo Valenzuela, periodista, ha escrito un libro que es una joya, Vengo buscando

pelea, sobre Silvio, el rockero de vida despiadada (consigo mismo), un maldito heterodoxo que el día que murió Elvis dejó su trabajo de barman borracho y dijo: "A rey muerto, rey puesto", y se fue a triunfar. No pudo ser Elvis, pero fue Silvio, un tipo genial que murió hace un año, a los 56. Hablamos de él con don Curro, el hombre que le acogió en los buenos y en los malos momentos; don Curro tiene una peluquería. Él fue batería, presidió una asociación de amigos músicos, cuyo local ha sido reclamado por el dueño, en Los Remedios, y guarda el resumen de su nostalgia. "Silvio fue un monstruo". "Nunca estuvo triste ni amargado, era un católico ortodoxo, que le cantó en ritmo de rock a la Virgen y al Betis". Se le recuerda en Sevilla como el último de su estirpe. O el penúltimo. Ahí está don Curro: él dice que es peluquero, aunque su negocio se llama, como título, La Peluquería, y como subtítulo, La Primera Cabellería de Sevilla. ¿El concepto? "Los animales tienen pelo; los humanitos tenemos cabello. Los peluqueros hacían pelucas con pelos de animales. ¿Pelo preferido? El del oso. Yo soy cabellero, corto cabellos, no soy ni peluquero ni barbero". Muestra en su diario la última línea que escribió sobre la asociación para la que vivió tantos años: "Esto se acabó. Viva los amigos y la música". La muerte de Silvio, "un intelectual mal aprovechado", le abrió su decepción, y ahora está sumido "en mi flojera y demás desánimos". Reflexiona sobre la ciudad: "Demasiado alegre, y a veces la alegría pasa factura". Antes de irnos nos enseña la primera fotografía en la que aparece con Silvio, cuando no tenían ni 20 años. Fue como visitar toda una vida a la que el azar ha coronado con la injusticia de su tristeza.

Los marginados.

A Mariana Cordero le robaron su perro. Lo buscó en los barrios marginales de Sevilla; los vericuetos de la droga y sus aledaños la llevaron al objetivo de su búsqueda: lo tenía la policía, para quedárselo. Se lo dijo un chico, un drogadicto, o un camello: "La policía lo guarda". Una vez le robaron una joya; la policía sabía dónde estaba: "Ya la habrán vendido por dosis", le dijeron. La policía lo sabe todo. Le dijo un drogadicto a Mariana: "¿Y usted dónde cree que está la droga que me quitan cuando me detienen y me pegan?". El cinturón es un avispero, la ciudad no ha querido mirarlo. Ahí está, creciendo. Dosis por joyas.

¿Y adónde va?

Le preguntamos a Víctor Pérez Escolano, arquitecto, adónde va Sevilla. "Lo peor de la identidad es el inmovilismo, el peligro de narcisismo. Si se abandona esa falta de movimiento, a donde va es a una dimensión avanzada que pueda ser compatible con determinados vectores de su personalidad. Y dentro de 30 años, si evoluciona en ese sentido, que alguien diga que esa que viene es la Sevilla de toda la vida. Ese cambio se hará a pesar de los sevillanos, porque la visión del narciso local también evoluciona". Ésta, dice al fin, "es una ciudad rumiante, que se traga lo que le echan". ¿Y la Expo? "Bueno, se le indigestó, era un bocado demasiado grande... Pero fue un gran salto hacia delante".

La ciudad pasiva.

Jesús Palomino, joven artista, ve a Sevilla en el Imserso, y Manuel Salinas, pintor más veterano, la encuentra pasiva, "valora lo bueno que le das, pero si no le das nada, no te pide nada". Uno la ve autocomplaciente, sin proyecto para la cultura, y el otro considera que "es un maravilloso lugar para ver el mundo". A Manuel le calma, y a Jesús le sobresalta: ve en ella "la periferia de Europa y la periferia de España". Para los dos, ésta es la ciudad de la Giralda, "una torre que tiene nueve siglos y que fue hecha por dos árabes". Una ciudad llena de personajes: Velázquez, Zurbarán, Murillo..., el barroco, el mejor sentido del gusto de España. ¿Chovinismo? Qué va, dicen, aquí se acepta todo. Les pregunto por momentos estelares. Jesús dice que un momento estelar fue cuando el Betis subió a primera, "masas, hordas humanas", y Manuel concede que quizá fue el 92, "aunque se pudo sacar mucho más provecho".

"¿Ser sevillano?", se preguntó Correal. "Es como si te hubiera tocado la lotería".

Ahí está, a la vera del río, como Dios, como un dios sin tiempo.

Para la realización de este capítulo de la serie colaboraron Margot Molina, Luis Manuel Ruiz y Pablo Juliá.

Las chimeneas de la Expo.
Las chimeneas de la Expo.PABLO JULIÁ

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