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La enésima animalada de Phelps

El héroe de Barcelona logra dos oros en EE UU y la cuarta mejor marca de la historia en 200 espalda

Michael Phelps no tiene límites. Todo lo que toca lo convierte en oro. O, para ser más exactos, todo lo que nada lleva camino de récord. Ayer, en la piscina del College Park de Maryland, en los campeonatos de Estados Unidos, el extraterreste de Baltimore, sin necesidad de batir ninguna plusmarca, protagonizó su enésima exhibición. En la final de los 200 metros espalda y en la de los 100 metros libres, dos modalidades que no son las suyas, el increíble Phelps surcó la piscina como un torpedo y registró marcas que lo sitúan entre los mejores del mundo. Su 1m 56,10s en los 200 metros espalda lo convierten en el autor de la cuarta mejor marca de la historia en esta modalidad, mejor incluso que la de López Zubero. Sólo su compatriota Aaron Peirsol, actual plusmarquista mundial con 1m 55,15s, y Lenny Krayzelburg (1m 55,87s), triple medallista en Sydney, han logrado bajar de 1m 56s en esta distancia.

El tiempo de Phelps supone, además, el segundo mejor registro del año y habría sido sinónimo de medalla de plata en los pasados Mundiales de Barcelona. Allí, Gordan Kozulj se subió al segundo cajón con un tiempo de 1m 57, 47s. Nadando 1,37s más rápido, Phelps acaba de ridiculizar la marca del croata, pese a que los 30 últimos metros supusieron una tortura para él. "Quería batir el récord del mundo, pero los 30 últimos metros fueron muy dolorosos. Me sentí como si chocara contra un muro", declaró, exhausto, al término de la carrera. Hacía tan sólo una hora que había disputado la final de los 100 metros.

Su tiempo en esa final habla de un Phelps capaz de medirse, sin quedar estigmatizado, con Popov, Van den Hoogenband o Thorpe, los grandes velocistas. Sus 49,19s, tras tocar el séptimo al paso del 50, lo sitúan entre los 10 nadadores más rápidos de este año. Su objetivo, en cualquier caso, no parece ser competir con ellos, sino hacerse con un puesto en el equipo estadounidense del 4x100 relevos para intentar el asalto al récord de los récords: los siete oros olímpicos de Mark Spitz en Múnich 72.

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