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EL AGOSTO DE ARTURO VALLS

Tapas y cañas en chanclas

¿X cuánto (RTVV) nos contaría uno de los intrépidos reporteros de Caiga quien caiga (Tele 5), el valenciano Arturo Valls su agosto? Valls construye su agosto en dos planos. Para los televidentes el presentador valenciano estará trabajando: todo los martes, en Telemadrid (23.00), con Licencia para mirar, una producción del Terrat, donde Valls acude a todo tipo de saraos para amenizar las noches contando, entre otras cosas, los hábitos del agosto madrileño. Son las licencias que permite la televisión para que Valls reponga pilas en su realidad: en una casa alquilada, que está situada en un parque natural del sur de España. "No paro de viajar en todo el año. Con los dos últimos programas he cogido el avión dos veces por semana y por eso opto por un verano de chanclas, tapas, cañas, y de poca maleta". El paradero sin paparazzis, que prefiere mantener en el anonimato, le permite bañarse "con y sin bañador" y olvidarse del reloj y de los semáforos, aquí inexistentes. No es la primera vez que pisan este lugar, donde ha puesto pies en polvorosa, con otros dos amigos solteros, Nacho y Piti, con los que reservó la casa en febrero.

"Me apetece aburrirme. Levantarme por la mañana sin despertador e irnos a pescar calamares, después de venir de fiesta. Nacho tiene una lancha de los años setenta, que llamamos el jaguar del mar". Abandonado en este lugar, en un verano "muy quinceañero" con movimientos "zangolotinos" la imagen de Arturo Valls es la inversa a la televisiva: cambia el traje por el taparrabos, el asfalto por la arena de la playa y la gente anónima, por las amistades. Aunque en ambas estampas domina la diversión. Le apetece descansar con los amigos de toda la vida, con los que comparte la afición por la música, y este mes delantal para guisar los pescados recién cogidos. Y como treinta días dan para mucho, y las especialidades culinarias de los tres amigos empiezan a saber a gloria, otros miembros de la pandilla acaban en el lugar de retiro de Valls.

"El año pasado fue el primero que pasé sin la pareja, con quien estuve mucho tiempo, e hice lo mismo y me apetece repetir", dice el reportero y presentador, de 28 años. "También hice alguna visita a Pablo y Wyoming, del Caiga, que habían alquilado una casa en Cádiz", recuerda.

Las especialidades del verano de Valls son la tranquilidad del campo y playa, interrumpida por las fiestas y los atardeceres con voley sobre la arena. En definitiva, todo aquello que suponga la ruptura de la asfixia de la ciudad y el excesivo confort, y todos los iconos asociados a ello: trajes y aeropuertos. El único cordón umbilical que conecta este paraíso vacacional con el mundo terrenal es el forzoso móvil que suministra el alimento: "Habrá que encenderlo por si te llaman para próximos proyectos que se están cerrando". Éste vínculo ineludible y las hojas sobre las que voluntariamente Valls escribe proyectos de programa, aprovechando que tiene ahora más tiempo, son lo único que le recuerdan su vinculación al plató.

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