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Reportaje:FUERA DE RUTA

Rascacielos y collares de jazmín

Sonidos y colores de Bombay, el centro financiero de la India

Amelia Castilla

En las calles de Bombay (desde 1996 oficialmente Mumbai, para evitar cualquier referencia colonial), las niñas venden collares ensartados con jazmín y, en los semáforos, los eunucos reclaman unas monedas a los conductores. Es domingo por la mañana, día de la Independencia, y la capital financiera de la India se prepara para sus rezos y ofrendas. Los hombres de la comunidad jainista, una rama del hinduismo que aspira a la pureza absoluta y a la que pertenecen algunos de los vendedores de diamantes más ricos de la ciudad, se visten con un paño blanco para visitar el templo, adornado con elefantes pintados de colores llamativos y recubierto de polvo de oro. Los jainistas no comen carne ni huevos y evitan quitar vidas; algunos fieles se cubren el rostro con mascarillas para no herir a los insectos. En el interior del templo reina un recogimiento absoluto, pese a las obras de reparación de unos frisos, y una chica, ataviada con un sarí color turquesa, ofrenda unos granos de arroz mientras que un muchacho hace sonar una campana para avisar a los dioses de su llegada. En la India, donde conviven hinduistas, musulmanes, católicos, budistas, jainistas y judíos en una población de unos mil millones de habitantes, se permite el acceso de extranjeros a las mezquitas; hay que entrar descalzo y, en algunos casos, evitar fotografiar las imágenes.

Frente a la Puerta de la India, por donde abandonaron los ingleses el país poco antes de declararse la independencia, ondean las banderas verde, azafrán y blanca. Muchos aprovechan el día de fiesta para pasear entre vendedores de cobras y postales. Frente al emblemático monumento se alza un lujoso hotel victoriano y un imponente rascacielos. Los guías locales recuerdan cuando al dueño de la cadena hotelera Taj se le impidió la entrada al decadente hotel inglés porque estaba "prohibido el acceso a perros, gatos e indios". Como respuesta, el segregado, poseedor de una de las mayores fortunas del mundo, mandó construir su propio establecimiento justo enfrente.

13 millones de habitantes

Bombay se ha transformado en la potencia económica del subcontinente indio. En poco más de un siglo, el conjunto de islas que integran la capital ha pasado de ser un pueblo de pescadores a una megalópolis de 13 millones de habitantes. La industria del cine, la más grande del mundo, conocida popularmente como Bollywood, tiene allí su sede; el bhangra, una fusión del pop y la música india que escucha medio país, se graba en muchos de los estudios de la ciudad; el 50% del comercio textil pasa por la urbe, y en su puerto se controla la mitad de las importaciones. Pero la riqueza, igual que la pobreza, tiende a universalizarlo todo. Las grandes avenidas de Bombay, plagadas de rascacielos de cristal, crecen cada día; los en apariencia frágiles andamios de bambú que utilizan los obreros para construir edificios de hasta 40 plantas se levantan por todas partes. Atraídas por el progreso, a Bombay llegan a diario 2.000 personas desde las aldeas rurales en busca de una vida mejor, pero la mayoría acaba engrosando la lista de las personas que duermen en la calle. Las estadísticas apuntan que el 40% de la población vive en chabolas. En toda la India, la miseria y la riqueza conviven con total naturalidad; pero en Bombay, el contraste llama especialmente la atención: cuidados campos de golf coexisten con grupos de niños durmiendo en el suelo, apenas cubiertos con un trapo sucio; edificios inteligentes están rodeados por muchachos descalzos que hacen rodar una rueda de coche, y mujeres despiojando a sus hijos forman parte del paisaje habitual de una metrópoli donde el críquet es el deporte de moda y muchos indios lo practican con pantalón blanco y polo, como en la época colonial. Pero no es ése el único vestigio de una época que muchos prefieren olvidar. También pervive en el panorama arquitectónico, en el que sobresale el gótico victoriano.

Vacas y 'ricksh aws'

En contra de lo que sucede en el resto de la India, donde las escuálidas vacas se mueven a su antojo, por las calles de Bombay el animal sagrado no puede circular solo. La ley obliga, bajo multa, a sus propietarios a llevarlas sujetas. Tampoco pueden pisar el centro los populares rickshaws, tirados por bicicletas o motos, que inundan la circulación de cualquier otra ciudad del país, en las que hasta los elefantes y los camellos se mezclan con un infernal tráfico de carros, vehículos y carretillas. Pero Bombay es diferente. El tráfico, regulado por semáforos, se mueve a una velocidad más que aceptable por las grandes avenidas. Pese a que los pasos de peatones se respetan, existen zonas donde cruzar una calle se convierte en una auténtica aventura para un occidental.

El bullicio sigue en los bazares, donde se encuentran bolsos pirateados de Loewe, perfumes franceses, pasminas de seda y copias de artículos de todas las firmas italianas. Los bares de diseño compiten con los excelentes restaurantes de pescados, en una ciudad que pasa por ser la sede de la mafia del contrabando de oro y drogas, pero que para el viajero resulta muy segura. Mendigos de todas las edades persiguen al extranjero en busca de unas rupias. Y quien habla español escuchará la siguiente frase: "¡hola, hola, coca- cola!; ¡mira, mira, Cachemira!".

Por las abarrotadas calles, en las que sobresalen las acacias y los banianos, es fácil cruzarse con los limpiadores de orejas y con los repartidores de comida, conocidos como dabawallahs. Los primeros llevan unos palitos que, untados con aceite, permiten la retirada del cerumen, y los segundos, miles en realidad, portan termos de aluminio que guardan la ración diaria de los empleados en los centenares de oficinas, que no pueden desplazarse hasta sus domicilios, a muchos kilómetros del centro, para almorzar. El menú, preparado cada mañana por las esposas o madres, se deposita en un vagón de los trenes que llegan al centro de la capital, y de ahí es recogido y transportado en bicicleta hasta el lugar donde se encuentre el destinatario. Estas pinceladas descriptivas son sólo algunas de las muchas curiosidades con las que el viajero se cruza por las calles de una capital que se ha convertido en el punto de llegada para los turistas con destino a Goa y a las paradisíacas playas del sur de la India.

GUÍA PRÁCTICA

Datos básicos

Prefijo telefónico: 0091 22. Población: Bombay tiene alrededor de 15 millones de habitantes. Moneda: rupia (un euro equivale a

53 rupias).

Cómo ir

- Lufthansa (902 220 101), comprando hasta el 14 de agosto y viajando entre el 1 de septiembre y el 19 de noviembre, 636 euros más tasas.

- Air France (901 11 22 66), desde Madrid, para volar hasta el 15 de septiembre, a partir de 749 euros, más tasas. Después, 649 euros, más tasas.

- British Airways (902 111 333), desde Madrid, hasta el 7 de septiembre, a partir de 780 euros, más tasas; después, 610, más tasas.

- Air India (915 41 92 60), del 12 al 31 de agosto, a partir de 740 euros, más tasas, y en septiembre, 654 euros, más tasas.

Información

- Oficina de turismo en Bombay (22 03 31 44 y

www.tourisminindia.com).

- Oficina de turismo de la India en París (0033 45 23 30 45 y www.indiatourismparis.com).

- www.indianvisit.com.

- www.india-hotels-resorts.com ofrece información sobre hoteles en 200 ciudades indias con posibilidad de reservar.

- www.hotelsmumbaiindia.com: web para hoteles en Bombay, también reciben petición de reservas.

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