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Tinto de verano | GENTE
Columna
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La gorda

Elvira Lindo

Yo de pequeña me mudaba muchas veces. No me refiero a mudarme de bragas, porque de bragas, cuando yo era pequeña, las personas nos mudábamos poco, cada tres días, y bañarnos nos bañábamos menos, los sábados generalmente, y luego las madres tenían que limpiar el cerquillo de roña que se quedaba en la bañera, y eso era bastante entrañable, y también era entrañable el olorcillo que echábamos todos los niños juntos metidos en la escuela, y también eran entrañables los churretones que llevábamos por los brazos; además, subrayo la ventaja de que no nos hacía falta hacernos tatuajes porque los pintarrajos nos duraban hasta el baño semanal, cosa que encuentro, de aquí a Lima, más higiénica que algunos tatuajes de la actualidad, que te los hacen con pintura de chapa de coche, y no me lo invento, lo vi en el telediario, que ahora en verano está mucho más humano, dónde va a parar, y lo mismo te echan un reportaje de tatuajes como te echan otro sobre la cantidad de helados que se consumen en agosto (dadas las altas temperaturas, decía Ana Blanco), como otro de un perro adiestrado que cumple hasta setenta órdenes y sin embargo no tiene dueño. Con esto del perro servicial a mí se me escaparon hasta dos lágrimas, que mi santo me dijo: "No te voy a dejar que veas el telediario con lo sensible que eres". Pero volvamos al pensamiento inicial: yo de pequeña me mudaba muchas veces de casa. No tuve la suerte de Fernán-Gómez, que siempre se mudó de una casa de la calle Álvarez de Castro a otra de la calle Álvarez de Castro. Yo me mudaba de ciudad e incluso de comunidades. Así que unas veces tenía acento mallorquín, otras andaluz, otras aragonés y otras de Madrid. Me adaptaba a los acentos de los nuevos colegios para que los niños no me insultaran llamándome la gorda mallorquina o la gorda andaluza, según la comunidad. Como era una niña superadaptable, al mes o así sólo me llamaban la Gorda. Como consecuencia de esta infancia traumática se me endureció el carácter y me hice una tía desarraigada de tomo y lomo, y ahora envidio el amor por su tierra que tiene, por ejemplo, el presidente Ibarra. Ibarra tiene tanto amor a su tierra que se ha rebotado porque Carlos Saura quiera hacer una película sobre los crímenes de Puerto Hurraco. Dice Ibarra que eso es caer en el tópico malo. Hay tópicos malos y buenos, como en el colesterol. Dice Ibarra que en Extremadura hay mejores cosas que los crímenes y que si la gente ve una película de crímenes extremeños igual piensa la gente que en Extremadura sólo hay asesinos. Yo creo que lo mejor sería que las comunidades contrataran a sus propios directores y escritores para que éstos hicieran películas y novelas en las que quedara reflejada la belleza de sus mujeres, el sabor de sus jamones y su rico patrimonio (tópicos buenos). Así todo quedaría claro y no tendríamos estas polémicas a mi juicio innecesarias. A los alcaldes de Nueva York en cambio no les ha importado nunca que allí se rodaran películas de tiros, porque luego los turistas, que somos gilipollas, queremos ver los sitios donde matan los Soprano o Robert de Niro. Pero ya se sabe que a los americanos sólo les mueve el dinero y no el amor a su tierra. Tuvieron una infancia difícil, como yo.

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Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

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