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Crónica:CIENCIA FICCIÓN
Crónica
Texto informativo con interpretación

Círculos misteriosos, pero no mucho

"SÓLO EXISTEN DOS EXPLICACIONES: o son una de las patrañas más esmeradas de la historia o son de verdad". La frase se refiere a los misteriosos dibujos de círculos y líneas de más de 150 metros de diámetro hallados en los campos de maíz de la granja de la familia del reverendo Graham Hess (Mel Gibson), en el condado de Bucks, Pennsylvania.

Inquietantes y gigantescos signos, de perfecta geometría, sólo visibles en su totalidad desde una cierta altura, que aparecen también en diferentes lugares del mundo. ¿Cuál es su causa? ¿Qué significan? Una dura prueba para la ya tambaleante fe del padre Hess, asaltado por profundas dudas teológicas tras la muerte de su esposa. Se trata de Señales (Signs, 2002), la última película del director de El sexto sentido, M. Night Shyamalan. El filme, un cruce entre Encuentros en la tercera fase y La guerra de los mundos, recuerda al famoso La noche de los muertos vivientes, del que el propio director reconoce influencias.

Para el Comité norteamericano para la Investigación Científica de los Supuestos Fenómenos Paranormales (CSICOP) es uno de los últimos intentos para sacar provecho del atractivo que ejerce lo paranormal en el público. Algo que podría parecer lícito si existiesen (pero no es el caso) otros filmes, de corte más escéptico, de donde el personal pudiese extraer otros elementos de juicio, enfoques o argumentos para decidir el grado de credibilidad que a esos supuestos fenómenos debe otorgárseles (créannos si les decimos que ninguno).

En el caso que nos ocupa, y sin entrar a desvelar la explicación de esos círculos en los sembrados por la que opta el citado filme, su existencia no tiene nada de misterioso y sí mucho de fraude fenomenal. Como se apunta en la entrada correspondiente (crop circles) del Diccionario escéptico de Robert T. Carroll (skepdic.com), la mayoría, si no todas, esas formas geométricas cada vez más intrincadas y complejas aparecidas en los campos, con preferencia de trigo, del sur de Inglaterra, se deben al genio de dos bromistas (¿artistas?): Doug Bower y David Chorley.

Ambos admitieron, en 1991, haber realizado, desde mediados de la década de 1970, unos 250 círculos en los campos de la región. ¿Cómo? "Tres o cuatro hombres podrían hacerlo en una noche con tablas y cuerdas. Así se habían hecho en el pasado", comenta acertadamente Merrill Hess, coprotagonista del filme.

Aunque los dibujos se han ido complicando a medida que sus realizadores mejoraban sus habilidades, la técnica empleada no puede ser más sencilla: con unas pintas de cerveza entre pecho y espalda, y teniendo la noche como aliada, uno se plantaba en el terreno a modo de poste con una cuerda, mientras el cómplice se situaba en el otro extremo de la misma y caminaba alrededor de su compañero formando un compás humano. Con los pies apoyados en un tablón sujeto con las manos mediante cuerdas anudadas en sus extremos, podían dibujar un círculo de plantas tumbadas o cualquier otra figura.

Según apuntan, les divertía ver la reacción que sus obras causaban en la gente y cómo los crédulos investigadores (cerealogistas) se desesperaban buscando una teoría que ellos desmentían con el siguiente dibujo. Así pues, que se sepa, nada de señales para naves invasoras (con la tecnología de que disponen, ¿para qué las necesitan?) ni intentos de comunicación de alienígenas benévolos. Tampoco sirven, como algunos meteorólogos han avanzado, rebuscadas teorías de vórtices de plasma, desconocidas energías internas de la madre Tierra o fuerzas naturales (viento, calor -microondas transitorios-, animales -topos en celo, hongos-).

Unos investigadores, indudablemente imbuidos del espíritu científico, pero que olvidaron que cuando se busca la explicación de un fenómeno extraño o raro no debe descartarse, como hipótesis de trabajo, que el fenómeno bajo estudio sea un fraude.

Para los fanáticos impenitentes del grafito urbano que deseen iniciarse en esta modalidad nada mejor que dejarse aconsejar por los especialistas "hacedores de círculos", considerados a sí mismos como artistas del cereal (www.circlemakers.org). Eso sí, deberán practicar antes de que se recoja la cosecha y pedir permiso al propietario de los campos. Recomendable llegar a un acuerdo (económico) con él y cobrar una entrada a cualquier curioso que desee entrar a ver el dibujo rotulado en sus campos. Con suerte, alguno hasta hará su agosto particular. ¿Cómo no se nos habrá ocurrido antes que a los ingleses, con lo ingeniosos que somos por aquí?

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