Trofeos a la mediocridad
No era del agrado de los aficionados la ganadería anunciada para el festejo de ayer. Los aficionados puros saben muy bien de estas cosas. La esperanza de ver las aptitudes toreras de la joven terna selecionada, la tenían en cuarentena. Los aficionados puros no suelen confundirse.
Un encierro descastado, inválido a varias escalas -salvo la excepción del que hizo segundo- junto a la bisoñez de los que acababan de tomar la alternativa, les dieron la razón. Lo veían gris y salió gris mediocre. Para colmo, el señor presidente, en plan padre en día de Reyes, llenó los esportones de trofeos. Trofeos a la mediocridad. En cambio, hizo orejas sordas a las protestas de los aficionados por la invalidez que varios de los ejemplares de la Dehesilla demostraron en el ruedo.
Dehesilla / Valverde, Vega, Manzanares
Toros de la Dehesilla desiguales de presentación. 1º, 3º y 4º, inválidos y descastados. 2º encastado y noble. Javier Valverde: dos pinchazos, media estocada y descabello, (palmas); estocada, oreja. Salvador Vega; estocada delantera y tendida, (dos orejas); estocada caída, (dos orejas). José María Manzanares: estocada atravesada haciendo guardia; estocada -aviso- y descabello. Plaza de toros de Santander. 21 de julio. 3ª de feria. Lleno.
Los aficionados, ante tanto obsequio triunfalista, se cruzaban miradas atónitas como no creyendo lo que pasaba. ¡Qué será cuando vengan las figuras!
Los aficionados son unos benditos de Dios que dentro de poco pasará a ser una especie a proteger. Los taurinos andan como locos para acabar con ellos. Por si faltara algo salió un torete interesante para el torero y no pasó nada.
Salvador Vega se encontró como primero al milagro ganadero del festejo. Vencido atrás hasta la exageración, la faena careció de mando. Pinturero a la nueva ola. Lo injusto fue que le concedieran dos orejas. Lo suyo hubiera sido que se las otorgaran al toro, que fue el que se las mereció. Lo bueno de la faena lo hizo él.
En su segundo, un bendito de Dios, faena interesante y entonada pero con los mismos defectos de situación, abusando exageradamente del pico de la muleta. Dejó detalles de torería en los ayudados por bajo con los que finalizó su labor. Otras dos orejas. Esperemos que, al menos, sirvan para que tenga más tardes y coja el pulso a la profesión.
Javier Valverde se topó con el inválido que hizo primero. No se lamentó el artista por los continuos derrumbes del animalito; al contrario, se puso chulo. Chulo y arrogante. Claro que esto, según los nuevos mentores taurinos, será una de las suertes que más vistosidad aporten en un futuro no muy lejano a la parodia de festejo taurino que tienen en mente.
En el cuarto, más reposado, queriendo hacer las cosas bien. Al no encontrar respuesta en los tendidos, recurrió al adorno. José María Manzanares hijo pareció abúlico, perdido, como si la cosa no fuera con él. Inédito con el capote, con el que regateó más que toreó a sus dos oponentes, sus dos faenas carecieron de contenido y de estructuras. Conocedor de todos los recursos y habilidades de los que ya está de vuelta, defraudó a los que en él quieren ver la calidad que, según ellos, atesoraba su padre.
Mucho tendrán que aguardar a los que con ansia le esperaban. A destacar ayer, la actuación de la banda de música. Siempre atenta a la voz de mando. Tocaron hasta las caídas de los inválidos toros. Eso sí sonaron bien.
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