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Crítica:JAZZ EN VITORIA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Las semillas de Miles Davis continúan dando sus frutos

Las previsiones no se equivocaron y la del miércoles fue una sesión realmente colorista, casi exuberante. El Festival de Jazz de Vitoria se adentró sin miedo por caminos de heterodoxia danzante y el resultado fue apabullante. El responsable principal fue un trompetista que, posiblemente, con esta gira dejará ya definitivamente de lado su papel de eterna promesa para convertirse en una audible realidad: Roy Hargrove.

Sólo una nube ensombreció la velada: la alargada sombra de Miles Davis que desde algún recóndito rincón de su paraíso / infierno particular sonreía sardónico al comprobar que, a pesar del paso del tiempo, sus semillas siguen dando frutos, los mismos frutos pero aún sabrosos.

Desde que en 1988 Roy Hargrove se presentara en Europa, precisamente en el festival de Vitoria y de la mano de Tete Montoliú, se ha hablado de él como del músico que estaba a punto de despuntar pero siempre se quedaba en el intento o llegaba tarde, como cuando se acercó a la música cubana cuando ya casi todos estaban de regreso.

Sobre el papel también esta vez parecía que Hargrove se había subido al tranvía en marcha y en el último vagón: ya todo parecía dicho en el resbaladizo campo que une / separa el jazz contemporáneo de veleidades mentalmente tan cercanas como el funk o el hip hop.

Gran espectáculo

Hargrove sin miedo se ha zambullido en esa piscina y ha montado uno de los mejores espectáculos jazzísticos del verano. El secreto del trompetista se centra en algo tan sencillo como no querer cambiar el mundo e iniciar su camino en uno de los muchos puntos indeterminados en los que Miles se detuvo. Es decir: bailar en terreno seguro.

Hasta su imagen se asemeja a un Miles rejuvenecido y dinamizado. Por suerte toda similitud acaba ahí y el HR Factor, nombre de la banda que lo acompaña, se convierte sobre el escenario en un pequeño huracán en el que cabe casi todo, desde toques raperos hasta recuerdos a Bob Marley, sin dejar nunca de lado el más explosivo jazz. Una maravilla que incita al baile mientras zarandea los oídos.

Gran concierto el de HR Factor precedido de la nada desdeñable, aunque algo más irregular, actuación del bajista camerunés Richard Bona que también trajo a Vitoria su particular batidora multicultural.

En este caso, sus raíces camerunenses, la tradición africana de contador de historias y la maestría jazzística que heredó directamente de Jaco Pastorius, todo tintado con toques latinos y su increíble savoir faire, tanto con el bajo como con un falsete capaz de estremecer. Un mezcla difícil de digerir en su totalidad, pero que tomada en pequeñas dosis resulta deliciosa.

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