Dinero y basura
El dinero no huele, como descubrieron los romanos cuando recolectaron los primeros impuestos imperiales por el uso de las letrinas públicas. El dinero de verdad, el gran dinero, es incoloro, por negro que sea, inodoro, invisible e intangible, pues los que lo poseen no necesitan verlo, ni tocarlo, no se manchan las manos con sucios billetes y monedas sobadas. El dinero que fluye a sus cuentas ha perdido su historia en el camino y solo habla con el escueto y aséptico lenguaje de las cifras.
No importa si el capital proviene del comercio de perlas y piedras preciosas o de la recogida de basuras municipales, privatizadas y fagocitadas a veces por grandes compañías y empresas del sector de la construcción: los mismos que edifican se ocupan luego de recoger las basuras y de cobrar a los Ayuntamientos. Ellos se lo guisan, ellos se comen el pastel y ellos recogen las migajas del mantel y les sacan partido para financiar nuevas empresas urbanizadoras y recolectoras de residuos sólidos urbanos que es como le dicen ahora a la basura para que manche menos y no hieda tanto.
"Nosotros somos los basureros, vosotros la basura", escribieron en los muros de Sevilla los trabajadores de la limpieza de Tomares, municipio cercano a la capital andaluza, en huelga de hambre desde hace cuatro meses para defender sus puestos de trabajo, hartos de amenazas, despidos e incumplimientos de contrato. Ocho de los barrenderos y basureros huelguistas se desplazaron a Madrid esta semana para hacer públicas sus protestas frente a los responsables del conflicto que les enfrenta con la empresa Ferrovial y con el ayuntamiento socialista de la localidad. Encerrados en una iglesia sevillana desde el mes de marzo, los huelguistas apenas han encontrado eco en los medios de comunicación andaluces y se han decidido a coger el autobús a la capital del Estado, hambrientos y sedientos también de justicia, los basureros sevillanos no quieren que el suyo sea un trabajo basura, con contratos basura gestionados por empresas de trabajo temporal manipuladoras de residuos sólidos humanos para el mercado laboral.
El pequeño conflicto de un pequeño colectivo de trabajadores no es noticia que se pueda comparar por ejemplo a los despidos a lo grande de grandes empresas muchas veces pactados con los grandes sindicatos. La huelga de los barrenderos y basureros de Tomares la lleva un sindicato anarquista, la C.N.T., un sindicato histórico, e históricamente comprometido con esas causas perdidas que sería imprescindible ganar en nombre de la dignidad y de la libertad de los trabajadores. Un sindicato de personas libres que no tiene liberados ni recibe subvenciones y que toma sus decisiones de forma asamblearia según los fundamentos de la primigenia democracia. Utópicos les dicen los pragmáticos que afirman vivir en el mejor de los mundos posibles y se resignan ante lo que llaman inevitable y se pliegan a una realidad de pensamiento único y dirección obligatoria. "Seamos realistas, pidamos lo imposible", rezaba un mensaje escrito sobre los muros de París en el 68 del pasado siglo; pidamos lo imposible porque lo posible es lo que ya nos están dando, es el pan nuestro de todos los días, la comunión en forma de mendrugo, o rueda de molino.
Por aquí, muy cerca de Tomares, recuerda el pintor y crítico Kiko Rivas que comparte hambruna y encierro con los huelguistas, situaba la mitología el Jardín de las Hespérides con sus manzanas de oro. En el mismo Aljarafe sevillano se alzó la poderosa y famosa Itálica a cuyas ruinas cantó en doliente y renombrada epístola Rodrigo Caro: "Estos, Fabio, ¡Ay dolor! que ves ahora, campo de soledad, mustio collado, fueron en tiempo Itálica famosa". Las ninfas guardianas del Jardín emigraron hace mucho para broncearse en las cercanas y soleadas costas y de los fabulosos árboles de dorados frutos no quedan ni las raíces, las auténticas manzanas de oro son hoy las manzanas inmobiliarias. Los basureros del Jardín de las Hespérides, de la Itálica reconstruida, viajaron a Madrid para denunciar que sus empleos están a punto de ser pasto de los gusanos.
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