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Crítica:CANCIÓN | Cesaria Évora
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Caricia caboverdiana

En su voz, hermosa y única, aún cautiva más la musicalidad del crioulo caboverdiano, gestado a partir de idiomas africanos y, como dice el cineasta Walter Salles, del rechazo a la lengua del colonizador portugués. Cesaria Évora fuma sin parar, pero su voz permanece inalterable. En cambio, dejar el alcohol la ha rejuvenecido. Pese a no probar una gota, exige por contrato que haya una botella de coñac francés en el camerino: el contenido se lo vacían otros porque ella confiesa que ya se lo bebió todo.

Su exquisito repertorio se mueve entre la animada coladeira (Cinturão tem mele) y la melancólica morna (Lua nha testemunha), con canciones que sienten el aliento del fado portugués (Perseguida) o suaves influencias cubanas (Fala pa fala). Lo firman desde el clásico B. Leza hasta autores contemporáneos como Luis Morais y Amandio Cabral, Morgandinho o Gregorio Gonçalves. Hay mornas estremecedoras como Mar azul o la emotiva Cize. Pocas novedades respecto a lo que ya se pudo escuchar hace 10 años cuando le abrieron las puertas de los mejores teatros a esta mujer que se había dejado media vida en las tabernas del puerto de Mindelo y que, hastiada, se había refugiado en casa durante años sin querer cantar.

Veranos de la Villa

Cesaria Evora (voz), Nando Andrade (piano y dirección musical), Totinho (saxo), Tó Alves (cavaquinho), Kaku (guitarra), Julián Corrales (violín), Gil (bajo) y Miroca (percusión). Conde Duque. Madrid, 14 de julio.

Cesaria Évora añade alguna canción de discos más recientes. Cantó la brasileña Negue casi mejor que en la grabación, y el Bésame mucho en español. En hora y media larga apenas se mueve. Sería la antítesis de Shakira. Canción en estado puro, sin coreografías ni luminotecnia. Ni un físico en el que apoyarse, aunque desde la grada la gritaran guapa. Transmite autenticidad. Y si canta descalza no es por imperativo de imagen, sino porque siempre se ha sentido incómoda con zapatos.

Esta señora, que nos trae la caricia nocturna de su isla de San Vicente y nos habla de la nostalgia de marinos y emigrantes, ha ido colocando Cabo Verde en nuestro mapa afectivo. Cuando era joven, pensaba que quizá a la gente de otros países le gustaría su forma de cantar. Ahora que actúa con el taquillaje vendido sabe que tenía razón. Hace un tiempo dijo estar cansada de tanto trajín y amenazó con la retirada. Por fortuna ya se olvidó. Cesaria, que cumple 62 años en agosto, no va a pararse.

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