Lola y Leire rozan el bronce
Un ligero error final desplaza al cuarto puesto a las saltadoras españolas
En el back-stage de la piscina Municipal de Montjuïc, justo detrás de las plataformas de salto, el movimiento es frenético. Una saltadora china estira su pierna hasta hacerla llegar al infinito, otra australina se concentra mientras escucha música en su walkman y, apenas un metro más allá, la rusa repite por enésima vez los movimientos mecánicos que clavará en su salto. El espacio es reducido y la actividad incesante. Los nervios están a flor de piel. A tan sólo un salto para que se defina el medallero de los 10 metros en plataforma sincronizada, Lola Sáez de Ibarra y Leire Santos, las representantes españolas, acarician por primera vez en la historia de este deporte la medalla de bronce. Tan sólo 1,78 puntos las separan de las saltadoras rusas, sus máximas rivales. En un concurso casi impecable, y tras haberse clasificado en la tercera posición en las preliminares, los dos últimos saltos de Lola y Leire han superado a los de las rusas. Una pirueta perfecta en la quinta y última ronda y la primera medalla española de los Mundiales puede cantarse en la Municipal.
Ahí van las rusas, que han estado discretas en los dos últimos saltos. Pero, serenas y calculadoras, no fallan en el quinto: 69,60 puntos. Una muy buena marca que traslada la presión a Lola y Leire. Como si la cosa no fuera con ellas, concentradas, se zambullen en la piscina, se remojan y comienzan el curioso ritual del secado a golpe de trapo, mientras enfilan la gigantesca plataforma. Hacen los últimos estiramientos y, a la voz de "uno, dos, tres", inician la carrera antes de precipitarse al vacío. Triple mortal y medio carpado con carrera y ... ¡la medalla se ha esfumado! Leire Santos ha fallado en la apertura, justo antes de entrar al agua. Sus piernas han dibujado un arco ligeramente inclinado. Es un error apenas apreciable para el público profano, pero imperdonable para los jueces. "¡Esto es una putada!", se lamenta Leire al borde de las lágrimas. Pero el público las ovaciona y ellas saludan con media sonrisa.
Al final, las rusas las han aventajado en 19,08 puntos y poco les importa ahora el cuarto lugar -empatadas con las estadounidenses-, el mejor de la historia en esta joven modalidad, olímpica desde Sydney 2000 y que iguala el logrado por la propia Lola y Julia Cruz en el Mundial de Perth 99, en tres metros sincronizados. Han tocado el bronce con la punta de los dedos y, en apenas unos segundos, se les ha escapado de las manos. "Habiendo estado tan cerca, un cuarto puesto sabe un poco mal", conviene Lola Sáez.
Sabían que su último salto, el de mayor dificultad (3.0), era el más "inseguro". Como saben también que, si no quieren perderse los Juegos Olímpicos de Atenas el próximo año, deberán aumentar el grado de dificultad de sus piruetas. "Hemos ido a asegurar y nos ha faltado coeficiente de dificultad", admite Lola Sáez, que, desde 1997, forma pareja con Leire en esta modalidad. Después, recuerda que un esguince de cuello de su compañera a causa de un accidente de coche la mantuvo parte del año lesionada. "Eso nos impidió subir, como teníamos previsto, el coeficiente de nuestros saltos", añade Lola, que a los siete años decició pasarse a los saltos. Aburrida de la natación y muerta de envidia, decidió copiar a su vecino que, en la misma piscina, no paraba de hacer acrobacias y saltos. Sin olvidar sus estudios -espera, ansiosa, la nota de internacional privado para licenciarse en Derecho-, Lola se sometió a la disciplina ucrania de Boris Rozenberg para intentar colarse entre la élite. El miércoles, en los 10 metros individuales, y el domingo, junto a Leyre Eizaguirre en trampolín sincronizado de 3 metros, hará dos nuevos intentos.
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