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Reportaje:FERIA DE SAN FERMÍN

La última carrera

Al Gleen Chesson leyó 'Fiesta' de niño, ha corrido 13 encierros desde 1981 y el martes fue corneado por un 'cebada gago'

El protagonista de la escena más dramática de los sanfermines 2003 es todo un alumno aventajado de Hemingway. El pasado martes, un cebada gago llamado Hormigón tuvo a su merced en el callejón de la plaza de toros de Pamplona durante 20 segundos a Al Gleen Chesson. Tres cornadas en su pierna derecha, nueve puntos de sutura en la cara y un ojo morado son el balance que se lleva este estadonidense de Pittsburg. Este empleado de la multinacional farmacéutica Bayer todavía puede contarlo, por lo que, aunque no es muy religioso, da gracias a Dios.

Al Gleen Chesson combatió en Vietnam como marine, pero su imagen en la cama de un hospital, con la bata (lleva colgada la divisa verde y roja de Cebada Gago en ella), pañuelo rojo, el suero y una amplia sonrisa casi de recién nacido, no refleja ni mucho menos su pasado militar. Y es que este americano de 57 años cumple con todos los tópicos sanfermineros en torno a los extranjeros, eso sí, con la ventaja de poder romperlos en primera persona. Cuando un pamplonés lee que a un yanqui de 57 años le ha corneado un toro en pleno callejón, ya juzga a éste como el clásico inconsciente que se ha metido en el encierro sin tener la más remota idea del peligro que corre. Sin embargo, Al Gleen lleva corriendo encierros desde los 36 años, y estaba preparando un maratón. Así que no es precisamente un novato.

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Sentado en su cama del hospital, mira las fotos de su cogida y espeta un It's terrible! ¿Qué se siente en esos 20 segundos? "El tiempo no significa nada. Entonces no piensas ni sientes. Sólo sé que el cuerno entró en mí como un cuchillo en una barra de mantequilla caliente. No sentía dolor, tan sólo un fuerte golpe. En 20 años en Pamplona me habían golpeado, pisado... De todo, pero nunca me había cogido un toro. Es un milagro que yo esté aquí. No soy muy religioso, pero ahora sí creo en Dios".

¿Se plantea volver a correr en un encierro? Mira a su esposa, Carol, esboza una amplia sonrisa y responde: "No, mientras esté casado. La carrera del otro día era muy especial porque mi mujer y mi hija me estaban viendo desde un balcón. Ellas no pudieron ver la cogida, pero han sufrido mucho tiempo y es justo que deje de molestarlas. Han sido muchos encierros en los que mi esposa ha esperado mi llamada para quedarse tranquila. Se acabó. Además, mi jefa se ha enterado por la prensa de lo sucedido y también me lo ha prohibido. El próximo año volveré, pero no correré".

Su hija ha declarado que quiere la cabeza del toro que le corneó... "Yo no la quiero para nada. No necesito souvenirs, tan sólo la divisa de la ganadería y algunas fotografías. Mi mejor recuerdo es estar entero y más o menos sano", responde entre risas.

"Mi primera visita a los sanfermines fue en 1981, y desde entonces he estado en 13 ocasiones. Con 13 años leí Fiesta, el libro de Hemingway, y desde entonces soñaba con viajar a conocer cómo era realmente esa Pamplona. Lo veía lejano, como un sueño de los ricos, pero la vida me permitió hacerlo real. Desde entonces, he mantenido una relación muy especial con Pamplona. Estuve con mi esposa, y más tarde también con mi hija Dhana cuando era pequeña e iba al colegio. Eran las fiestas de la familia. Más tarde, Dhana regresó por su cuenta y conoció en los sanfermines a su actual marido, Randy. Estas fiestas son algo muy especial para mí.

Ahora, el regresar a casa, ¿qué espera encontrar? "No lo sé. Aquí todo el mundo me ha tratado muy bien. Muchas visitas, entrevistas... A partir de ahora llega lo peor porque me costará mucho recuperarme de las heridas". Y vuelve a mirar las fotos con su pañuelo de San Fermín atado al cuello.

Al Gleen Chesson, en el hospital de Pamplona donde se encuentra ingresado.

/ LUIS AZANZA
Al Gleen Chesson, en el hospital de Pamplona donde se encuentra ingresado. / LUIS AZANZA
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