La 'Love Parade' reúne a medio millón de seguidores, cifra límite para su supervivencia
El desfile, con menos gente que otros años, tomó el centro de Berlín al ritmo del 'techno'
La arteria central de Berlín, la calle del Diecisiete de Junio, se convirtió ayer en una gigantesca pista de baile bajo un atronador bum-bum, bum-bum, bum-bum. Medio millón de seguidores acudieron a la mayor concentración de música techno del mundo, se asolearon al comienzo de la Love Parade (Marcha del Amor) y continuaron bailando bajo la lluvia con los chaparrones de la tarde. La 15ª edición de la Love Parade, que se celebró ayer bajo el lema "Reina el amor", atrajo mucho menos público y menos camiones con pinchadiscos que en pasadas ediciones. La caída de asistencia pone en peligro el futuro de la Love Parade, que por debajo de los 500.000 asistentes no resulta rentable.
Entre los españoles había estudiantes, bomberos y médicos en espera de plaza
Los defensores de la fiesta afirman que es una aportación a la paz mundial
Bajo la severa mirada de los mariscales Bismarck, Roon y Moltke, alrededor de la estatua de la Victoria, se concentró el medio millón de asistentes en un happening que se puede situar a medio camino entre el descenso del Sella y los carnavales de Río.
La fiesta divide las opiniones de los berlineses. Unos la consideran una concentración de orgía y desenfreno, un atentado contra los sacrosantos principios de la tranquilidad, el orden y la limpieza que constituyen un imperativo categórico para los viejos alemanes. Un ciudadano llamado Haiko Noltemeyer intentó incluso prohibir la marcha con el argumento de que constituía un atentado contra las buenas costumbres y un escándalo público por la abundancia de carnes desnudas. No tuvo éxito y la justicia rechazó su demanda.
La fiesta se celebró, aunque este año se instaló una barrera metálica de 4.600 metros para impedir que entrasen los vendedores no autorizados por la organización y que se destrozase el césped del Tiergarten, un magnífico parque en el centro de la capital alemana. Para intentar paliar la acumulación de porquería, se ideó esta vez el mecanismo de exigir medio euro por cada botella vendida. Se intentaba así que las devolviesen, en vez de dejarlas tiradas por el suelo. También son dignos de comprensión los vecinos que se quejan de que la Love Parade destruye los tímpanos con esa música que responde al nombre de techno, atronadora, monótona y penetrante.
Los defensores de la fiesta argumentan que ofrece una imagen relajada y diferente de Alemania, la hedonista en vez de la malencarada. Al mismo tiempo, la marcha resulta un negocio para el turismo berlinés en una ciudad que se encuentra en bancarrota. Se estima que unos 100 millones de euros fluyen de los bolsillos de los ravers, que así se denominan los asistentes al jolgorio, a la economía berlinesa.
El gran gurú de la Love Parade, Matthias Roeingh, más conocido por su alias de Doctor Motte, el pinchadiscos de 43 años que inventó la fiesta hace 15 años, no pierde ocasión de fustigar el provincianismo y la mentalidad pequeñoburguesa de los que se oponen a su invento. Según Dr. Motte, "los berlineses deberían seguir un curso de urbanidad para aprender cómo se trata a la gente". Sostiene el famoso pinchadiscos que la Love Parade constituye una valiosa aportación a la paz mundial, como "contrapunto al odio, la intolerancia y la codicia". Y argumenta que la Love Parade berlinesa ha creado escuela y marchas similares se celebran en México, Tel Aviv o Ciudad del Cabo.
Atraídos por la fiesta, un grupo de españoles en el que se mezclaban bomberos aragoneses, médicos en espera de una plaza de MIR y chicas canarias que estudian traducción en Alemania llegaron a Berlín. Óscar Gil, un médico de Zaragoza de 24 años, se cubría con una bandera con el escudo de Aragón y se lamentaba de que "nos confunden con catalanes". Gil explica que lleva la camisa más hortera que pudo encontrar en una tienda de todo a un euro, "la gente aquí lleva esas cosas, y yo no me la pondría en Zaragoza por nada del mundo". De la Love Parade, al médico zaragozano le gusta "el ambiente, la gente y el buen rollo". A su lado, un bombero de Zaragoza llamado David hace propaganda de sus cualidades con una pintada sobre la piel del pecho. El texto dice Sex machine (Máquina sexual) y una flecha apunta hacia el lugar donde se encuentran sus atributos viriles. Las canarias Gema Ortega y Penélope Torres, de 21 años, disputan sobre la diferencia entre el bakalao y la música techno y se preocupan de que sus padres puedan enterarse de que beben calimocho.
No abundaban los desnudos, salvo escasas excepciones. Algunas chicas llevaban como única indumentaria pintura y otras tapaban sus pezones con esparadrapo. Unos tipos rapados de Hannover tapaban sus vergüenzas con un insignificante pajarito. Karin Federlein constata que la moda de este año son los trajes de piel de vaca. La mayoría de los jóvenes no han venido a reivindicar un mensaje político, sino a pasarlo bien y escapar de la tristeza cotidiana en la provincia. "La música es lo importante, y pasarlo bien. No tenemos ningún mensaje político, ni somos maricas", explica Marcel Manssur, un joven de 19 años, "lo único que sí es una mierda son estas madres con sus cochecitos para los niños en las aceras. Éste no es un sitio para ellos. Queremos celebrar sin que nadie nos estorbe". Marcel, aprendiz de cocinero, vive en Münster, en el oeste de Alemania, en la Westfalia profunda católica y conservadora. Para él, la Love Parade es una gran aventura urbana. Como a él, les pasa también a muchos jóvenes que esperaban desde la madrugada del sábado en la plaza de la Victoria.Al oscurecer, la fiesta continuaba, los pinchadiscos se lucían desde los camiones y se esperaba para la noche el mensaje de Dr. Motte. El bum-bum, bum-bum atormentaba los oídos y los ravers seguían bailando bajo el sol y la lluvia, que se turnaban.
Babelia
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