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Columna
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A y B

Diré una trivialidad: el viernes hizo mucho calor. Yo estaba en Granada, recordando una frase de Rick Moody: el calor era tanto que parecía una enfermedad de la piel. Era peor: una piel pesada y pegada desesperantemente a la piel original. El termómetro de una farmacia en la calle Camino Bajo de Huétor marcaba 43 grados, pero el periódico del sábado sólo dio una temperatura máxima de 39 grados centígrados: la realidad real fue el viernes más exagerada que la realidad periodística. En días como ése la gente huye de la calle, de la casa, de la ciudad y de sí misma: veranea, se va de fin de semana a las playas. A las once de la noche estábamos parados en el azud de Vélez, hacia Motril, a 18 grados artificiales, dentro de un coche, uno más, atascado en la fila de coches a cero kilómetros por hora.

En estos momentos de desesperación térmica aparecen los monstruos. En verano se hacen públicos los más curiosos descubrimientos científicos. Astrónomos americanos y canadienses captan el planeta más antiguo del universo a 5.600 años luz de la Tierra, en la constelación de Escorpión: se trata de un cuerpo celeste de 12.700 millones de años de antigüedad. Otro caso: durante mucho tiempo el murciélago ha sido considerado cazador y comedor de insectos, pero investigadores de la Estación Biológica de Doñana, después de analizar 10.000 muestras de excrementos de los más grandes murciélagos de Sevilla y Jérez, revelan que se alimenta de petirrojos y mosquiteros, pájaros migradores que huyen de los climas incómodos.

No es el calor lo que impulsa estas historias científicas, sino la desaparición de la política, las vacaciones de los representantes del pueblo, el vacío que dejan en la actualidad. El espectáculo cambia y la ciencia recreativa sustituye momentáneamente a la pasión partidista. El PSOE y el PP se metamorfosean en astros antiquísimos y murciélagos de medio metro que se comen a los pájaros del parque de María Luisa. Los dos bandos se acusan respectivamente, todo el año, de incapacidad e imbecilidad fuera de la ley, de dictatoriales, histéricos y cínicos, y quizá los papeles y las acusaciones sean lo mismo en el fondo, intercambiables. Quizá las políticas lo sean también. No existe conversación política entre los dos bandos, A y B: PSOE y PP son dos monolitos ensimismados, parlantes y reiterativos.

Lo más lamentable de estas cosas es que la gran mayoría de la población se divide en tres: los que, afines al partido A, entienden que la mitad de los políticos son imbéciles; los afines a B, que consideran a la otra mitad histérica y cínica; y los ecuánimes, que conceden la razón a A y B. La responsabilidad de estos juicios o prejucios es de A y B. ¿No podrían, A y B, volver más tranquilos del veraneo? Ahora que el ring político se transforma en documental astro-zoológico, la paciencia de la gente que migra hacia la costa, cada criatura y cada familia en su coche, sin bocinazos, cediendo el paso en la confluencia interminable con la carretera que viene de Almería, bajo la luna casi llena, me hace sentirme optimista sobre la naturaleza de los seres humanos.

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