Rayos y más rayos: de 'La cosa' al increíble Hulk (I)
LOS HAY QUE SE PONEN rojos (de vergüenza o de ira); otros, blancos (de un susto), amarillos (al contraer determinadas enfermedades, como la hepatitis) e incluso morados (al sufrir congelación, o durante una bacanal gastronómica, como sostiene el dicho popular). Pero, ¿verdes? Exceptuando la denominación asociada a obsesos de edad avanzada, los humanos no se tornan verdes.
Nos referimos, claro está, a humanos corrientes, porque en la nutrida galería de superhéroes todo es posible. Así, Bruce Banner, más conocido como el increíble Hulk (o la Masa), se pone de un verde subido cuando pilla una rabieta. El personaje hizo su aparición en el cómic homónimo de la factoría Marvel, de la mano de Stan Lee y Jack Kirby. Con 81 episodios de televisión a sus espaldas (El increíble Hulk, 1977-1982), dos de los cuales fueron estrenados en la gran pantalla, ha sido objeto de una muy reciente versión, The Hulk (2003), de Ang Lee.
El Hulk original era un híbrido entre el monstruo de Frankenstein (cabeza plana y piel grisácea) y Jekyll y Hyde, arquetipo de esa eterna lucha entre el bien y el mal que habita en nuestro interior. Problemas de impresión con el color gris en los cómics originales obligaron a reorientar el diseño de Hulk hacia tonos mucho más llamativos: ¡y ahí está! Verde, que te quiero verde... Una de las curiosidades más mencionadas por la crítica radica en que los excesos adrenalíticos de Banner que propiciaban su transformación en Hulk, una descomunal masa humana de 2,15 metros de altura, conllevaban la devastación de su vestuario casi por completo, con excepción de unos púdicos pantalones que, curiosamente, también experimentaban una camaleónica transformación a un morado de lo más vistoso (para que contrastase con el verde corporal).
Hagamos un poco de historia, de la mano de otro conocido cuarteto de superhéroes. En noviembre de 1961 hacen su aparición Los 4 fantásticos, encarnados por un científico, Reed Richards; su novia, Sue Storm; el hermano de ésta, Johnny, y el piloto de pruebas (y mejor amigo de Reed) Ben Grimm. Durante un viaje espacial a bordo de un cohete experimental sufren una lluvia de rayos cósmicos de alta energía. Como consecuencia (?), la nave pierde el control y se estrella.
Toda la tripulación sobrevive al evento, aunque cada uno de ellos ha adquirido un peculiar superpoder: Richards se tranforma en un ser dotado de una elasticidad casi sin límites; Sue Storm puede hacerse invisible a voluntad; Johnny se convierte en la antorcha humana, una especie de llama viviente, y Ben Grimm ha mutado a un supermonstruo de fuerza sobrehumana y aspecto de roca, al que llaman La Cosa.
No pierdan el tiempo en analizar la física de Los 4 fantásticos, simplemente chirría y hace agua por doquier. Como sostiene el cineasta, escritor y autor de cómics Buddy Scalera: "Ahora que sabemos los efectos de la radiación, podemos decir que ninguno
[de los 4 fantásticos] se habría salvado, excepto que aquella mañana sus madres los hubieran vestido con ropa interior de plomo".
Seis meses después hace su debut El increíble Hulk, cuyo protagonista, el doctor Bruce Banner, físico nuclear e inventor de la bomba gamma, resulta severamente irradiado en un ensayo. Los efectos de los rayos gamma, o de cualquier forma de radiación (incluyendo los rayos cósmicos), sobre un tejido vivo son hoy en día bien conocidos: esencialmente, depositan parte de su energía en el tejido o, en términos más específicos, ionizan parte de los átomos que lo integran. Los resultados dependen, claro está, del nivel de exposición a la radiación, tanto más letales cuanto mayor es la energía depositada.
Una dosis suficiente de exposición produciría la muerte del doctor Banner en pocos días (tal como se muestra en otro filme, Creadores de sombras, 1989, que recrea uno de los fatales accidentes ocurridos en Los Álamos en los primeros años de la Era atómica). Así las cosas, no parece verosímil que, por efecto de la radiación, podamos transformar un ser humano en una criatura descomunal, violenta y de color verde. Lo primero y lo tercero quedan claramente descartados. Por desgracia, bastan apenas unas palabras para transformar a algunos humanos en verdaderos energúmenos...
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