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EL ENREDO
Columna
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Todos calvos

Lo malo de ser diputado del PP

es que te obligan a llevar raya al lado. Incluso los de pelo rebelde, como el ministro José María Michavila, llevan raya, y antes de los días señalados, como un debate sobre el estado de la nación, probablemente tienen que dormir con rulos para estar impecables. Hace unas semanas, Alberto Ruiz-Gallardón alardeó de su espíritu indomable diciendo: "Algunos en mi partido consideran inconveniente mi peinado, pero no lo pienso cambiar". Muy bien. Las convicciones hay que mantenerlas, a pesar de las presiones. El lunes, a las cuatro de la tarde, era el Congreso un muestrario de rayas al lado. La más bonita, la de Ángel Acebes.

Puede que Zapatero sea un maestro en el control de los tiempos, pero cualquiera diría que va a salto de mata

Por el contrario, los socialistas aparecían sentados con la espalda, como adolescentes enfurruñados: "Pues vale, un debate, ¿y qué? Además, si ganamos las elecciones, después nos compran... Pásame la litrona, tron".

Después, el debate, del que dentro de un mes sólo se recordará que Zapatero llamó mil veces mentiroso a Aznar, y que Aznar le echó en cara falta de proyecto, liderazgo e ideas. (Y si alguien está de acuerdo con las dos cosas, ¿qué?). En el PSOE quedaron contentos porque Zapatero sobrevivió, y suspiran con alivio porque después del verano podrán presentar una alternativa, con propuestas y todo. Puede que Zapatero sea un maestro en el control de los tiempos, pero cualquiera diría que va a salto de mata.

Al PP no le acabó de satisfacer la jornada. Se había anunciado que el presidente del Gobierno machacaría y trituraría, que se convertiría en el Increíble Hulk y agarraría a Zapatero de un pie para voltearlo y arrojarlo contra la presidenta del Congreso, Luisa Fernanda Rudi, que se lo comería al natural. Cuando se hacen estos anuncios, o te vuelves un gigante verde o decepcionas. Pero también hubo alivio en el PP cuando Zapatero habló de Madrid: "¡Bien, no tiene nada!", se leía en sus caras. Haya lo que haya en Madrid, lo único increíble es que no haya nada. Eso sólo lo cree el fiscal general, que seguramente es extraterrestre. Un día se quitará la máscara, aparecerá un lagarto y lo entenderemos todo.

Tras siete años de Aznar, hacer política en España significa escucharse uno mismo y descalificar al contrario. "Usted no tiene legitimidad". "Y usted menos". "No, usted menos". "Mentira, usted menos". Los debates duran catorce horas, pero podrían durar catorce días o catorce segundos. Ahora cada cual decidirá con qué se queda del aznarismo. ¿La bonanza económica, la crispación, el empleo, las mentiras? ¿Con TVE, cuya última proeza ha consistido en sugerir al subversivo grupo Las Niñas que no canten Ojú porque dice: "Gercartera, Gescartero, poron poron poron pon pero"?

Zapatero entonó otra canción para despedir a Aznar: "Entre barro viniste, / entre barro te irás". El popular Luis de Grandes lo ve distinto: "Hasta el último segundo, Aznar estará al frente del Estado". (No sé de qué me suena la frase). Todos coinciden en que lo mejor de Aznar es que se va. Unos lo dicen con retranca, otros sin, y los diputados del PP temen que su próximo líder sea Rato. En nueve meses, todos calvos.

MATT

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