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Reportaje:

Una vuelta a la Mallorca más refrescante

Calas, pueblos y ensenadas para unas vacaciones en estado puro

En la segunda o la tercera estancia en Mallorca, el veraneante, metido en el agua hasta el ombligo en la orilla de una playa atestada, suele sentir la necesidad de imaginar cómo era la isla antes de que las oleadas turísticas le pasaran por encima. Me temo que debe de ser difícil imaginarla. Sin embargo, a veces un brillo inesperado nos revela que el paraíso de nuestros abuelos sigue allí, agazapado como un animal en peligro inminente. Se trata de encontrarlo en una cala poco accesible, en un valle de la sierra de Tramontana, en un rincón del Pla. A quienes descubrimos Mallorca siendo niños a lomos de un asmático biscúter del que había que bajarse en las cuestas, es lógico que nos embargue la nostalgia y el pesimismo, pero el viajero que llega hoy sin prejuicios todavía puede hallar recompensa. Los diez lugares que he elegido son sólo diez estímulos entre otros muchos para explorar una isla que parece agotada y que a pesar de todo continúa destilando gotas de magia.

SON MARROIG

Llegar hasta Son Marroig nada más salir del delirante aeropuerto de Palma y asomarse al mirador es una de las mejores maneras de entrar en contacto con la belleza incólume de Mallorca. No importa saber nada del archiduque Luis Salvador de Austria para apreciar este paraje de la costa norte. Aquí uno empieza a tomar conciencia de la diversidad y la grandeza de la isla, así como de la elaborada civilización asentada sobre ella. Abajo tenemos una peña soberbia con un agujero inverosímil, y hacia la izquierda, una sugestiva sucesión de cabos azules que se adentran en el mar. Si giramos en redondo, la impresionante cordillera sugiere a la vez proximidad y distancia, pues los olivos en los bancales sirven de útil transición. Un baño solitario en las aguas de la Foradada, tras un paseo que revela los infinitos ángulos del lugar, acabará de solidificar una impresión inolvidable.

LLUCH-ALCARI

De repente, un caserío cubista recortado en el gran azul. El hotel Costa d'Or es un hotel de los de antes; un lujo barato, exclusivo. Sin que a nadie le importase, aquí celebraba orgías Errol Flynn en noches de calma y cigarras, y Alec Guinness conversaba con Robert Graves en voz baja. Lo que se puede experimentar una tarde en su terraza tomando café y un licor de hierbas dulces está más allá de la paz o de la euforia. Habría que hablar de poesía, de conversiones líricas. Luego tal vez podríamos atravesar el pinar y conocer una orilla rocosa, blanca y negra, que se conserva bien, casi como en los años sesenta. Nos cruzaríamos con dos o tres personas, media docena a lo sumo, pero entonces ya seríamos demasiados. Y esto no puede ser. Hay que respetar ciertos lugares, dejarlos en paz.

PUERTO DE SÓLLER

La anchura del mar, contemplada desde la atalaya de Son Marroig, nos ha despertado el ansia de embarcarse y ver la costa desde el otro lado de la barrera. El puerto de Sóller conectaba antes con Marsella y generaba un respetable flujo de emigrantes, de ahí que se oiga hablar francés y algunos rincones evoquen una atmósfera Costa Azul. En el muelle, el viajero puede subir a un barco que le hará conocer el escarpado litoral que se proyecta como el cuerno de una cabra hacia el noreste. Siempre es mejor admirar desde el balanceo del agua parajes como Cala Tuent, la Calobra y el Torrent de Pareis. Más al norte, la costa se hace alta y majestuosa, se adivinan castillos en ruinas, nidos de águilas, cuevas de contrabandistas. Uno está preparado entonces para doblar el cabo de Formentor y pensar en el cabo de Hornos, tras lo cual la deliciosa playa sombreada semeja el hogar del náufrago.

BINIARAIX

Pueblo breve, quizá el más pequeño de Mallorca, Biniaraix se encuentra en una desviación de la carretera que lleva a Fornalutx. Se comprende que los árabes amaran esta alquería de palmeras y cipreses que se eleva sobre el valle de Sóller. Deambulando por sus calles de sombra fresca veremos al otro lado Binibassí, un caserío cubierto de vegetación. Si el demonio de las obras no lo impide, aquí podremos escuchar lo que Simon & Garfunkel llamaron los sonidos del silencio. Parecen venir del barranco de Biniaraix, en la falda del monte L'Ofre, una subida de 1.932 escalones empedrados. El inglés Allan Sillitoe escribió en una casa de ventanas austeras de Biniaraix La soledad del corredor de fondo.

POLLENTIA

Los romanos fundaron dos ciudades en Mallorca y la más importante fue Pollentia, edificada mirando hacia Roma sobre una apacible ladera al sur de la actual ciudad de Alcudia (entre la bahía de esta última y la de Pollensa). En su mayor parte, Pollentia, que tuvo su esplendor durante el reinado de Augusto y que dio los habilidosos honderos para las legiones y la púrpura para las togas, es una ciudad aún por descubrir. El teatro, que podía albergar a 2.000 personas, estaba a las afueras de la ciudad entre campos sembrados de almendros, igual que hoy. Se conservan las gradas y esa atmósfera de gravedad que tienen las ruinas romanas, acentuado en este caso por su utilización posterior como necrópolis. Pasar un rato al atardecer en lo alto del anfiteatro antes de visitar las murallas árabes de Alcudia y zambullirse en el bullicio nocturno que jalona el puerto y la playa es una buena forma de asumir el paso indiferente del tiempo.

BETLEM

Betlem, al pie de Morey, la montaña más alta de la parte oriental de Mallorca, parece de lejos un espejismo urbanizado. La luz es más intensa que la que ilumina la costa norte. Betlem está menos civilizado que, por ejemplo, Lluch-Alcari; son diferentes etapas de evolución, de manejos entre el hombre y la naturaleza. Pero su encanto, pese a las construcciones, es precisamente su aspecto salvaje, algo que no tiene nada que ver con la mano cimentadora y que comparte con toda esa costa de Artà, desde la colonia de Sant Pere hasta el cabo Farrutx. Tierras encarnadas, playas rubias, montañas peladas de color verde mineral. El mar se disfraza de gran lago, pues no en vano está embolsado en la bahía de Alcudia, cerrada por la lengua brumosa del cabo Pinar. Éste es un lugar para ver aproximarse una tormenta de verano o para rezar en la ermita de Betlem, desde donde se divisa una formidable panorámica sobre lo que permanece y lo que ha cambiado.

ES TRENC

He aquí una playa famosa, de arenas codiciadas y aguas cálidas de poco fondo. Muy concurrida en julio y agosto, el nudismo campa por sus respetos en Es Trenc, que tiene una zona domesticada, con tumbonas y sombrillas de paja, y otra más íntima al pie de las dunas y las matas, o a la sombra de los búnkeres construidos para evitar un desembarco republicano que no se produjo en esta entonces idílica playa cuyo nombre significa quebradura, desgarro. Cuando el viajero se cansa de arena y de cuerpos bronceados puede aventurarse entre sabinas y tamarindos hacia los inmensos estanques de agua marina. Allí la luz, multiplicada por el espejo del agua cristalizada y el blanco incomparable de las montañas de sal, resulta cegadora. El calor, africano, corta el aliento. Todo cobra una apariencia bella y amenazante: las aves, el cielo, el bosque bajo peinado hacia atrás. Uno puede creerse en algún lugar de Kenia justo en el instante supremo que precede al rugido del león.

PETRA

Aleph borgiano, no olvidemos que la carrera literaria del argentino comenzó en esta isla, en algunos lugares de Mallorca se vive de otros continentes. Hay parajes que son África y otros América, como Petra, que tiene nombre de ciudad jordana. En este pueblo, situado al noroeste de Manacor, en el inicio del llano que culmina en los marjales de Sa Pobla, nació el evangelizador de California, fray Junípero Serra. San Diego, San Juan Capistrano, San Francisco y otras ciudades de la costa sur californiana fueron en su origen misiones que levantó aquel enérgico hombre de Petra. Y resulta curioso que cuando uno pasea por el viejo San Diego o entra en la misión de Serra en Carmel se ve transportado a Petra. Y cuando uno atisba la playa brava tras los pinos oscuros de Monterrey, le parece estar en S'Algar, cerca de Porto Colom. Petra alberga misteriosas calles cerradas, cellers frescos donde almorzar y una iglesia parroquial cuyos muros se dirían erosionados por el salitre del Pacífico.

UNA CUEVA

La cornisa del este de Mallorca está plagada de cuevas, algunas inmensas, muchas de ellas sumergidas e inexploradas. Convertidas en atracciones turísticas, las Coves dels Hams y las del Drac -consagrada esta última por Berlanga en El verdugo- ceden el primer puesto en espectacularidad y belleza a las Coves d'Artà. Recomiendo el camino costero que conduce hasta ellas desde la playa de Canyamel, pues la entrada está en el mismo acantilado. Al contrario que otras cuevas donde el visitante se ve obligado a agacharse para no ser lanceado por las estalactitas, las de Artà son tan altas que el guía las comparará en varios idiomas a una catedral y mostrará muy orgulloso el gran órgano que la adorna, e incluso le hará escuchar una fuga cavernícola. Se trata de una visita inspiradora y refrescante. La cueva es algo que toca de cerca el carácter mallorquín, pues reúne tanto el afán de protegerse del sol y de los demás como el anhelo de belleza subterránea. Miquel Barceló, emulando a Joaquín Mir, ha pintado una serie de telas inspiradas en cuevas.

DRAGONERA

Mallorca tiene un espejo pequeño, la isla Dragonera, que refleja lo que era en otro tiempo gran parte de la costa mallorquina. En apariencia a tiro de piedra, esa tierra ocre con manchas de roca gris enmarca la mole melancólica y austera que desafía al mar y que a lo largo de la jornada sufre infinitos cambios de color y forma hasta desaparecer en el crepúsculo dejando suspendida una silueta fantasmagórica. Desde Santa Ponça hasta Sant Elm todo era más o menos así, no había nada más, aparte de alguna casa de piedra que se escondía tras un cañaveral o tras un mechón de pinos. Empezamos a ver el sinuoso espinazo de Dragonera bajando de S'Arracó hacia Sant Elm. La isla semeja un deseo infantil que duerme la siesta chapoteando en las quietas aguas primigenias. Así era Mallorca, o al menos así la recuerdo, en tiempos del biscúter.

- José Luis de Juan (Palma de Mallorca, 1956) es autor de Kaleidoscopio (Ediciones Destino, 2002).

Las calas mallorquinas revelan la cara más amable y brillante de la isla. En la fotografía, cala Sa Nau, un pequeño arenal de 25 metros de largo al sureste de Mallorca, cerca de la localidad de Felanitx.
Las calas mallorquinas revelan la cara más amable y brillante de la isla. En la fotografía, cala Sa Nau, un pequeño arenal de 25 metros de largo al sureste de Mallorca, cerca de la localidad de Felanitx.SCHMID REINHARD

GUÍA PRÁCTICA

Dormir

- Federación Hotelera de Mallorca (971 70 60 07). Ofrece, a través de su web www.mallorcahotelguide.com, reservas de los hoteles asociados.

- Reis de Mallorca (971 77 07 37 y www.reisdemallorca.com). Club de calidad de hoteles con encanto.

- La página www.visitbalears.com ofrece un listado de los hoteles de Mallorca.

Información

- Oficinas de turismo de Palma de Mallorca (971 72 40 90).

- Turismo del puerto de Alcudia (971 54 72 57).

- www.visitbalears.com.

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