Diego Figuera Aymerich entra en la historia de la medicina
El día 2 de julio de 2003 el doctor Diego Figuera Aymerich entraba de forma definitiva en la historia de la medicina española.
El profesor Figuera fue jefe del departamento de Cirugía en la Clínica Puerta de Hierro, de Madrid; catedrático de Cirugía de la Universidad Autónoma y miembro de la Real Academia de Medicina y Cirugía. Pero, por encima de todo, para un nutrido grupo de discípulos y amigos que aprendimos y trabajamos con él, fue el JEFE. Este atributo, casi siempre impuesto por la estructura laboral, burocrática o de escalafón, en este caso era un reconocimiento al liderazgo y la excelencia de un ser superior.
El JEFE solía decir: "Si quieres tener una buena necrológica, debes escribirla tú mismo". Desgraciadamente, esto ha sido una de las pocas cosas que dejó de hacer en vida, por lo que me veo en la dolorosa necesidad de hacerlo en su nombre.
Los méritos del doctor Figuera son innumerables: fue en los años sesenta, junto con el doctor Rábago, el introductor de la cirugía cardiovascular con circulación extracorpórea en España; impulsó los programas de docencia MIR que hoy entendemos como imprescindibles; fue cofundador, junto con el doctor Segovia de Arana, de la Clínica Puerta de Hierro, de Madrid, y de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma; fue pionero en los programas de trasplante cardiaco en nuestro país, organizando, entre otras cosas, la primera intervención de este tipo con extracción de órganos a distancia utilizando aviones de las Fuerza Aéreas; formó en su departamento a muchos de los mejores cirujanos cardiovasculares del país (los doctores Caffarena, García-Sánchez, Téllez, Rufilanchas, Agosti, Concha, Otero, Juffé, Ugarte, Burgos, Pradas, Montero...), que disfrutaron no sólo de su magisterio, sino de la posibilidad, nada frecuente en la época, de aprender operando; y sobre todo fue un excelente cirujano técnicamente impecable al que deben su vida un importante número de conciudadanos.
Sin embargo, esto no es más que una somera descripción de un extenso currículum profesional, de una vida plena de la que estaba muy orgulloso y que recoge maravillosamente en su libro de memorias Mis vidas y la cirugía (Ed. Círculo de Lectores 2002). Este libro, cuya lectura debiera ser obligada para los estudiantes de medicina, que se quejan a menudo de las dificultades de la profesión, describe una vida llena de entusiasmo, tesón y compromiso. Un libro que, como dijo el editor en su presentación, "para ser un libro de médicos, tiene mucha guerra, y para ser un libro de guerra, tiene demasiada medicina".
Muchos de los que tuvimos la suerte de conocerle coincidimos en destacar dos cualidades esenciales en su forma de ser: en primer lugar, una curiosidad infinita por aprender y desarrollar sistemas que fueran capaces de ayudar en la lucha diaria del médico contra la muerte. Hasta dos meses antes de su fallecimiento estuvo trabajando en su pequeño laboratorio en el desarrollo de un sistema oclusor de las punciones arteriales en los procedimientos de angioplastia y en un ambicioso y original sistema de asistencia circulatoria que fue uno de los grandes proyectos de su vida.
En segundo lugar, fue capaz de irradiar su entusiasmo a todos los que le rodeábamos, de tal manera que el vacío que dejó en su jubilación es muy difícil de llenar.
Pero, además, el profesor Figuera fue un hombre comprometido al que no importaba nada, incluso desairar al poder si la causa lo requería. En 1965 publicaba un artículo en el diario Abc donde defendía ardorosamente el sistema de enseñanza MIR contra las demagógicas ideas residuales del seguro obligatorio de enfermedad, que afirmaban que "ningún aspirante a médico practicaría con los obreros".
En 1998 se manifestaba, junto con los trabajadores de la Clínica Puerta de Hierro, en una marcha de 10 kilómetros hasta el Ministerio de Sanidad, oponiéndose al traslado de la misma al municipio de Majadahonda. No por simple romanticismo melancólico, sino previendo el daño que para la institución iban a suponer los años de transición hasta la construcción del nuevo edificio. Cinco años más tarde sólo existen el solar y la primera piedra de ese futuro supuesto hospital.
En la primavera de 2003, con 82 años y ya enfermo, viajó hasta Bilbao, su tierra natal, para manifestarse con el movimiento ¡Basta Ya! y ofreció su nombre para completar las listas "constitucionalistas" en el distrito electoral de Getxo en la últimas elecciones municipales.
El JEFE estaba satisfecho de su vida, en la que, como todo el mundo, había tenido sus horas bajas, y se marchó con la tranquilidad y la serenidad con la que se van los grandes hombres.
En nombre de sus discípulos, amigos y pacientes, quiero expresar nuestro agradecimiento por habernos permitido compartir una pequeña parte de alguna de sus vidas. Hasta siempre, JEFE.
Luis Alonso Pulpón es jefe de Servicio de Cardiología del Hospital Puerta de Hierro
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