_
_
_
_
Reportaje:

Una 'cantera' habituada a las noches al raso

Los jugadores que competirán en el primer torneo internacional de fútbol para personas sin hogar cuentan su experiencia

Mariano, Ángel y Mané se han convertido, de la noche a la mañana, en unos futbolistas internacionales. No ingresan millones. En realidad, no ganan un duro. Y tampoco son famosos. Pero su equipo, formado por ocho madrileños que malviven en pensiones, albergues y en la calle, va a competir, como los profesionales, en un torneo internacional: el primer campeonato mundial de fútbol para personas sin hogar, que se celebra, del 7 al 13 de julio, en Graz (Austria).

En el evento, organizado por la red mundial de periódicos de calle vendidos por indigentes, la INSP (International Network of Street Papers), participan 18 equipos. El que representa a Madrid ha sido promovido por la revista Milhistorias, una publicación que desde hace tres meses venden personas sin recursos, y por el centro municipal de acogida de San Isidro.

"Mientras entreno, disfruto y no bebo; antes me pasaba el día en el bar y acababa borracho en un banco"

A Mariano le encantaría volver a Madrid con un trofeo debajo del brazo aunque no tenga donde exhibirlo, ya que su hogar es un simple banco de la calle de San Bernardo. Sosteniendo la copa en alto se sentiría como Raúl y Figo, sus ídolos del Real Madrid, aunque les separen cuentas bancarias con muchos ceros.

Este madrileño de 34 años lleva dos décadas sin domicilio fijo. Siendo casi un niño dejó la casa familiar por desavenencias con su padrastro y desde entonces lo más parecido a un hogar que ha tenido es la casa de un amigo con el que compartió piso durante nueve años. Pero los albergues para indigentes ni los pisa. "No me adapto a los horarios, prefiero estar en la calle aunque te puedan agredir", asegura, y añade que lo peor de dormir al raso no es el frío, "te echas una manta más y te apañas", sino la imposibilidad de lavarse. "Lo que hago es ir a las duchas públicas de Alvarado (Tetuán)", apostilla.

Cuando supo que se estaba formando un equipo de fútbol con personas sin hogar no lo dudó. "Me hacía ilusión volver a jugar como cuando era un chico y pensaba, además, que los entrenamientos me ayudarían a dejar de beber", asegura este hombre que sobrevive con la renta mínima de inserción (un subsidio mensual de 299 euros que concede la Comunidad) y ayudando a un vendedor ambulante de Quevedo. Sea cual sea el resultado del torneo de Graz, él ha logrado ya su propia medalla: mantener a raya el consumo de alcohol.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

"Mientras entreno disfruto y no bebo, porque antes me pasaba el día en el bar y acababa borracho y tirado en un banco. Además, con esto del campeonato tienes el aliciente de viajar, porque yo lo más lejos que he llegado es a París", concluye este hombre que, de madrugada, cuando las calles están desiertas, se dedica a ensayar pases con el balón.

Ángel, de 36 años, vendedor habitual de la revista Milhistorias, promovida por la Red de Apoyo a la Inserción Social (RAIS), espera que este equipo de fútbol no desaparezca tras el viaje a Graz. "Se ha creado un ambiente de compañerismo muy bueno y estaría bien seguir entrenando", asegura este hombre, que lleva una década viviendo en pensiones y, en alguna ocasión, en la propia calle. "Yo trabajaba de mozo de almacén, pero cuando me tuvieron que hacer fijo me echaron y ahí empezaron mis desventuras", explica. La venta de la revista le permite pagarse una cama y un menú. Pero nunca ha ido a un centro de acogida.

Tampoco Mané, un asturiano de 26 años, es muy dado a cobijarse en albergues, aunque no tiene queja de ellos. Lleva unos meses en Madrid y sólo en pleno invierno, cuando el frío arrecia, acude al refugio de Mayorales. El resto de los días duerme en la glorieta de Quevedo o, si hace mal tiempo, en un subterráneo cercano al parque del Retiro.

"Falleció mi padre, mi madre fue ingresada en una residencia con Alzheimer y me quedé sin mi trabajo de camarero, así que dejé Gijón y me vine e Madrid, algo que siempre había deseado. Pero la verdad es que nada más pisar la estación de Atocha me sentí asustado preguntándome dónde me había metido", explica. Cuando le contaron que se estaba formando un equipo de fútbol se ilusionó con la idea. "Me ha gustado ese deporte desde que era un guaje y, además, lo de ir a Austria me ilusiona porque es una forma de conocer a gente de otros países que está como nosotros", añade.

Durante los días que dure el campeonato convivirán con los otros jugadores en un gimnasio de Graz. Eso sí, no podrán fumar ni beber dentro de él. Y quizá tampoco fuera, dado el elevado precio de la cerveza austriaca.

18 equipos de todo el mundo

Este primer campeonato mundial de fútbol para personas sin hogar reunirá a 18 equipos de todo el mundo con el objetivo de demostrar que el deporte puede ser una buena herramienta para la inserción social de los colectivos marginados. Hay escuadras europeas de Polonia, Reino Unido, Holanda, Irlanda, Rusia, Eslovaquia... y también de Estados Unidos, Brasil y Suráfrica.

"Hacen falta políticas de vivienda, formación y empleo, pero este tipo de iniciativas también es válido, porque ayuda a las personas a recobrar la autoestima", explica Saúl Rodríguez, portavoz de Milhistorias, la revista de calle impulsora del equipo madrileño.

Todos los equipos están promovidos por cabeceras de la red internacional de publicaciones vendidas por indigentes (INSP), una especie de transnacional de los pobres que se compromete a no lucrarse de la desgracia ajena. Los miembros de la red se comprometen a destinar los posibles beneficios por la venta de ejemplares a proyectos de apoyo social a los vendedores.

Este torneo, próximo en sus reglas al fútbol sala, tiene en cuenta las limitaciones físicas de los jugadores. Por eso cada partido no dura más de siete minutos.

Los ocho jugadores madrileños no han contado con grandes medios. Cuando podían entrenaban en las pistas deportivas del Canal de Isabel II, y si no, en el parque del Retiro.

Pero en estos meses de preparación han estado más cerca del estrellato de lo que nunca imaginaron. Pudieron asistir a un entrenamiento del Real Madrid e intercambiar impresiones con sus jugadores, y se pegaron también el gustazo de librar un partido en el césped del Rayo Vallecano.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_