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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Desde Argentina

Leyendo la edición de EL PAÍS del domingo 22 de junio, me encuentro en la página 24 -sección de Cultura- una nota sobre la biografía del Che Guevara que acaba de publicar Pacho O'Donnell.

En el texto se desliza un error que -por cordobesa y argentina- no me ha pasado inadvertido. Dice allí que fue el propio padre del escritor -pediatra él- quien les recomendó a los padres del Che que el niño pasara temporadas en Alta Gracia para mejorarse del asma que padeció desde pequeño. Entre paréntesis, y al nombrar a Alta Gracia, el corresponsal señala que esa ciudad -muy bonita, por cierto- se encuentra en la provincia de Santa Fe, en la Argentina. Debo indicar, al contrario, que Alta Gracia se encuentra ubicada a unos treinta kilómetros de la capital de Córdoba, mi ciudad natal, donde vivo y trabajo.

Es en Alta Gracia donde el Che pasó parte de su infancia. Es en esa ciudad también donde el exquisito compositor español Manuel de Falla pasó parte de su vejez, viviendo junto a su hermana en el chalet Los Espinillos, y donde enfermó. Falla no murió allí, sino en el hospital Español de Córdoba.

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Hay un cuento del escritor argentino Daniel Moyano (exiliado en España durante la dictadura militar que comenzó en 1976 en la Argentina) en el que relata un encuentro entre el autor de Danza del fuego y el revolucionario de Sierra Maestra. Ocurre que Moyano era amigo de la niñez de Ernestito y jugó con él en los veranos de Alta Gracia.

Y ocurre también que en el jardín del chalet Los Espinillos había una planta de duraznos. De esos duraznos cordobeses, jugosos y dulces, para comer a la siesta. El Che niño, junto a Daniel Moyano (también niño) solían incursionar en el jardín de don Manuel para robarse los duraznos. En el cuento, Moyano recuerda cómo -en ocasiones- aparecía la figura enjuta del compositor en la terraza advirtiéndoles con su acento español: "Llevaos los duraznos, pero no rompáis la planta". Ni Moyano ni Guevara sabían por entonces quién era ese viejecito. En ambos chalets de la ciudad de Alta Gracia -separados sólo por unas pocas cuadras- funcionan hoy sendos museos.

En Los Espinillos están el piano, las partituras originales y las pocas pertenencias del asceta músico (muchas de ellas donadas por mi familia, ya que mi abuelo -Carlos Quiroga Losada, un médico gallego egresado de la Facultad de Santiago de Compostela y exiliado también en la Argentina- fue el médico personal de don Manuel durante su estancia final en Córdoba. Por ser además amigo personal de Falla, algunos de sus muebles quedaron en su casa cuando el maestro murió y luego fueron donados al museo).

En el chalet de los Guevara Lynch se atesora un puñado de fotos y recuerdos del Ernestito niño, ese que robaba los duraznos del chalet de don Manuel.

Sirvan estas pocas líneas como aclaración ante un error involuntario para desgranar además algunos recuerdos de los relatos familiares, escuchados a mi padre y a mi abuelo y vivenciados intensamente luego en cada visita a Alta Gracia, que queda en mi Córdoba, la de la Nueva Andalucía.

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