Lo nuevo y lo viejo
Lo nuevo: esta sala con historia antigua, recuperada para el teatro, reformada. Está pasando con otras: el cine Amaya será teatro Amaya. Lo viejo: la obra. No parece ni de Calvo Sotelo, sino de un abuelo suyo. Y la dirección y la interpretación corresponden. Quizá porque no se pueda hacer de otra manera. Pero, ¿por qué hacerla? Una reposición de algunas de las grandes obras de este autor sería mas adecuada. Por ejemplo, La muralla, en esta época de políticos salteadores de votos y de mafiosos determinando quién ha de ejercer el poder. No sé: a lo mejor leída hoy sería también muy antigua. La historia avanza velozmente en mal sentido.
La Faroles es una madama que regenta su burdel en una provincia que debe ser levantina, mas que nada por las referencias musicales, cuando su viejo amigo es gobernador y recibe del ministro la orden de cerrar las casas "de mala nota". Lo va a hacer, pero se encuentra solo: el coronel teme que los soldados no encuentren desahogo, el obispo que los muchachos, faltos de tal salida, perviertan a sus novias doncellitas, mientras las pupilas en lugar de abandonar la ciudad se desparramarán por tabernas y esquinas; las damas, porque sus maridos se pondrán demasiado pesados con ellas, en lugar de desfogar su temperamento en casa ajena. La tesis es que la prostitución es, como siempre necesaria. En forma de broma conservadora, como pemaniana, o de chiste con chocolate en la sacristía, queda demasiado antigua. Demasiado falsa. No digo que lo sea o que sus tesis no sean perfectamente visibles en una derecha religiosa a su manera; pero "queda", por como está ideada en una España de hace cien años y realizada como si en efecto se hubiese representado entonces. Sin reproches a los actores, y menos, a Luisa María Payan, que tiene intervenciones fuertes.
La Faroles
Autor: Joaquín Calvo Sotelo. Intérpretes: Pepe Alvarez, Angel García, Francisco Hernández, Carmen Segarra, José Albert, Luisa María Payán, Pepe Regueira, José Pecho, Emilio Alonso y Patricia Alvarez . Dirección: Ramón Ballesteros. Teatro Mayor.
El teatro es lo que importa. Coquetón, pintado de azul fuerte, con un escenario amplio, dará lugar sin duda a buenas ocasiones teatrales. Está en un subsuelo, pero tendrá ascensor; hay cosas sin terminar, pero tendrá buena mesa de luces. El sonido ya es bueno. Las filas, malas. No caben en ella ni los bajitos. Pienso que se remediará: la avaricia de espacio no es muy necesaria en el teatro de hoy.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.