"Las mujeres aportamos a las orquestas lo mismo que a la vida"
Cuando era niña, nunca tuvo televisión en casa. "Mi madre era una psiquiatra muy estricta y decía que si no veíamos la televisión, trabajaríamos más". Así que Emmanuelle Haïm y sus tres hermanos han salido voluntariosos, aunque sólo ella se dedica a la música. "Los demás son buenos aficionados", dice la artista. Y dentro de su profesión, esta chica francesa, risueña, con los ojos de color miel, empezó tocando el clave y ha acabado con orquesta propia, Le Concert d'Astrée, y dirigiendo repertorio barroco.
El miércoles debutó en España, en el Festival de Granada, con la obra de Haendel Acis, Galatea y Polifemo. "Es una pieza aparentemente inocente, de juventud, pero en la que descubres muchas cosas entre líneas", asegura. Haïm contagió una energía y unas formas que refrescan, dicen quienes la vieron. Aportó un toque femenino, otros movimientos, otras formas de seducción. "Las mujeres aportamos a las orquestas lo mismo que a la vida", asegura con sonrisa pícara. ¿Qué? "Pobres de ustedes, los hombres, si no fuera por nosotras", responde.
"La dirección musical siempre me ha parecido misteriosa. Me daba miedo"
Ella no se había planteado la dirección. Con su carrera como clavecinista le iba de perlas. Había conquistado la corte barroca colaborando con monstruos consagrados del repertorio como William Christie, Christophe Rousset, Marc Minkovski, y experimentando con Claudio Abbado y Simon Rattle, en Birmingham, que siempre requerían sus servicios; también había seguido la estela de divas como Cecilia Bartoli o Natalie Dessay... "La dirección siempre me ha parecido misteriosa. Me daba miedo, veía a las orquestas sinfónicas y me imponía, no creí que fuera para mí, pero, al probar a dirigir barroco, con mi experiencia de 10 años de clave, sentí algo distinto".
Al menos ésa es su forma de trabajar. Cosas que ha copiado de quienes son sus ejemplos a seguir. El primero, sin discusión, Simon Rattle, director de la Filarmónica de Berlín: "Es un mago. Hace que la gente convierta en posible lo que para la mayoría es imposible", define Haïm. También aprovecha lo que ha aprendido de Christie: "Deja toda la libertad al intérprete, sabe que eso es lo constructivo", afirma.
Son los librillos que va aplicando. En su orquesta todo funciona y van creciendo. "Lo hacemos porque todos quisimos implicarnos. El primer año no teníamos nada, luego entró algo de dinero y pudimos alquilar un local". Sus 15 miembros fundadores se lanzaron a la aventura con esta capitana al frente, a la que su gusto por la navegación por el canal de la Mancha en velero, de algo habrá servido para la vida y la música. El caso es que se necesita mucho romanticismo para formar orquestas barrocas. Paradojas de la vida.
Acaba de conquistar España, donde hasta ahora no había debutado como directora. Lo ha hecho en directo y con la salida en disco de Acis, Galatea y Polifemo. Tenía ganas de hacerlo y así practicar su español, el que heredó de pequeña de su tata, Encarnación. "Era una mujer andaluza maravillosa que nos cuidaba y nos cantaba flamenco; una vez al mes, mi madre le dejaba nuestra casa para que diera sus fiestas", recuerda la intérprete.
En Granada, estos días, ha tenido tiempo de sobra para rememorar sus jolgorios.
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